[LA PIMPINELA ESCARLATA] La autonomía de mi casa o Puigdemont en León y El Bierzo en el limbo
EDUARDO FERNÁNDEZ | Es posible que a los amables lectores de esta pimpinela los siguientes nombres les digan poco, si es que les suenan algunos: Manuel García-Pelayo y Alonso, Jerónimo Arozamena Sierra, Ángel Latorre Segura, Manuel Diez de Velasco Vallejo, Francisco Rubio Llorente, Gloria Segué Cantón, Luis Diez Picazo, Francisco Tomás Valiente, Rafael Gómez-Ferrer Morant, Antonio Truyol Serra y Francisco Pera Verdaguer. Los hay de toda inclinación ideológica y toda procedencia, pero están unidos todos por un solidísimo bagaje jurídico. Varios fueron presidentes del Tribunal Constitucional, todos o catedráticos de Derecho o magistrados del Supremo. Alguno todo ello junto y además, magistrado del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas Vamos, que algo de esto sabrían ellos. Quiero recordar especialmente a Gloria Segué, bañezana de padre paseado por los nacionales e intachable magisterio jurídico y económico internacional a quien esto de León no le tocaba de lejos, como a los otros.
Los recuerdo porque fueron los firmantes de la Sentencia del Tribunal Constitucional en el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Autonomía de Castilla y León a cuenta de la posición de esa benemérita, sacrosanta y esquizofrénica institución que es la Diputación de León a lo largo de la Edad Contemporánea y más allá.
En estos días da la sensación de que es la primera vez que alguien se le ocurre desgajar a la provincia de León de la actual Comunidad Autónoma de Castilla y León. Naturalmente no es así. Y naturalmente el Tribunal Constitucional tuvo ocasión de pronunciarse sobre el valor jurídico-constitucional la cambiante posición de la Diputación de León al respecto.
El criterio unánime jurídico mostrado por estos magistrados del Constitucional en torno a la capacidad de la Diputación de León para revertir el proceso autonómico ha sido puesto en duda, o directamente ignorado por algunos políticos de esta provincia, sin mayor explicación jurídica que la voluntad política de querer cambiar la situación actual. Porque yo lo valgo. Es un razonamiento grueso de andar por casa que hubiera suscrito el mismo Puigdemont. La voluntad de transformación política, territorial e institucional está sujeta necesariamente a los procedimientos jurídicos de que nos hemos dotado, porque si nos queremos saltar la Constitución cada vez que nos da la gana bajo la excusa de que todo es posible en nombre de una mayoría de votos en las instituciones la inseguridad jurídica campará a sus anchas. Y esa inseguridad se convertirá en discrecionalidad y luego en arbitrariedad, y luego será necesaria una amnistía para los que votan cualquier cosa que supere los legítimos límites constitucionales.
Hay tres mantras de los indepes de Puigdemont que los leonesistas aplican con fruición. Primero, de lo que yo quiero opino yo solo, y lo que piensen los demás, ya sean del Bierzo, de Zamora, de Salamanca o de Soria, pongo por caso, me la refanfinfla. El caso es que los que quieren que León opine en exclusiva de la actual comunidad tendrían que tragarse que los catalanes y no todos los españoles opináramos de su `pretendida independencia, como tiene también declarado el Tribunal Constitucional.
Segundo, la voluntad soberana del pueblo (que viene a ser la fracción de la ciudadanía que opina exactamente lo mismo que los que aspiran a secesión por la puerta de atrás, porque como al resto de ciudadanos no hay ni que llamarles para que opinen no cuenta) es suficiente para superar cualquier marco jurídico constitucional o estatutario. Lo que yo quiero es ley, al más puro estilo absolutista. Absolutista, de ab legibus solutus, o sea, suelto o liberado de cumplir la ley, para aquellos a los que el mayor atractivo del lleunés sobre el latín les haya impedido una educación completa.
Tercero, como por arte de ensalmo todos los graves problemas que tiene León hoy, desde la despoblación y el envejecimiento de la población hasta la atonía de sus sectores productivos principales, pasando por el desacoplamiento de la cualificación de los trabajadores a un mercado laboral digitalizado, acabarán el día en que sean comunidad uniprovincial. O biprovincial en algunas sedes socialistas, que en otras no. O pluriprovincial cuando haya que reconocerles a los de la Maragatería, la Cepeda y Tierra de Campos el mismo derecho que tenemos los bercianos a ser provincia. Porque si lo que cuenta es la sola voluntad de la peña, a ver por qué un cepedeano tiene menos voluntad que un berciano y así ad infinitum.
Puigdemont padre intelectual del Lexit y los alegres muchachotes que proclaman la superioridad leonesa frente a los pueblerinos bercianos ni se habían percatado. Es lo que tiene la superioridad, que la raza, la lengua, la historia o el capricho pesan testicularmente más que la razón, la conveniencia, la constitución o la democracia.
Ciertamente no es que no se puedan cambiar las situaciones heredadas; es que para hacerlo hay que atenerse a procedimientos constitucionales, que es tanto como decir a exigencias democráticas. “Si la manifestación de la voluntad de la Diputación de no ser incluida en la Comunidad castellano y leonesa en gestación en aquel momento debió o no conducir a que el legislador se abstuviese de incluirla en ella” ¿les suena el argumento? “la cuestión de lo que la provincia de León pueda pretender en el futuro no guarda relación alguna con este concreto problema. No significa que la revocación del acuerdo de la Diputación Provincial, o del de suficiente número de Ayuntamientos, haya de suponer que la provincia de que se trate tenga que considerarse excluida de la Comunidad Autónoma en cuestión”.
En resumen: que la misma legitimidad histórica para pedir autonomía para León existe para pedir provincia para El Bierzo, pero de paso habrá luego que preguntar a los bercianos si quieren ser autonomía uniprovincial, unirse a León, quedarse en Castilla sin León o unirse a Galicia, que de todo puede haber. Porque los que rabian cada vez que en Ponferrada se instala algo, empresarial o público, quieren imponernos su voluntad por muy provincia que lleguemos a ser.
Y mientras tanto, el gobierno sanchista hurtándonos infraestructuras, empresas y fábricas de la famosa transición justa, empleo y presupuestos que se van para la tierra de los ideólogos catalanistas del Lexit. Yo quiero la autonomía de mi casa y que El Bierzo salga del limbo, y eso no se lograría jamás con la autonomía que proponen los centralistas leoneses.