[LOS GATOS DEL CALLEJÓN] Inmigrantes
LAS GATAS | Vivimos en un mundo complejo y diverso, lleno de paradojas y contradicciones. Un mundo en el que coexisten las guerras, los genocidios y las migraciones masivas de personas, con sociedades avanzadas preocupadas por el calentamiento global, los derechos de las minorías o las consecuencias de los avances de la inteligencia artificial.
Afortunadamente, “nosotras”, pertenecemos a ese club “selecto” de sociedades occidentales, democráticas prósperas y respetuosas con los derechos y libertades individuales, afirmación válida, ya sea que hablemos de España o de esa cuna más grande y confortable que es la Unión Europea. Y en ese confort, no exento de problemas y carencias, pero a una distancia sideral de lo que pasa “fuera” nos asustan y preocupan las repercusiones de conflictos que tienen lugar en esos lugares lejanos que ni siquiera sabemos colocar bien en el mapa, pero que tienen la virtud de afectar nuestra vida.
En ese temor, comprensible pero pacato y miope, miramos a nuestros gobiernos para que sean diligentes y eficaces y creen los cordones necesarios que nos mantengan alejados de los problemas de fuera, que, en nuestra opinión no dejan de ser ajenos; y entendemos, claro que sí, que por ello tengamos que pagar cierto precio: mandamos misiones de paz a fronteras en llamas, reivindicamos el derecho del pueblo palestino a vivir en paz y libertad y arrostramos que Israel y su primo de Zumosol nos pongan en la lista de países “no amigos”, con las peligrosas consecuencias que pueden derivarse de ello. Y todo ello, bien abrigados por nuestra casa natural, la Unión Europea, que utiliza el palo y la zanahoria y la solidaridad, por qué no, que forman parte del arsenal de recursos de que dispone.
De este modo, se obtienen éxitos parciales, casi siempre laboriosamente urdidos pero suficientes para mantener el nido caliente y seco frente a todas las tormentas que aparecen en el horizonte. Todas no. Hay una excepción que parece rebelarse contra todas las políticas y acciones emprendidas a cualquier nivel, que produce una agitación social permanente y elevada y crea controversias y rupturas entre países, partidos y personas: La Inmigración; un fenómeno este que nos asusta más que las guerras lejanas, porque nos compromete directamente y lo sentimos de forma inmediata y directa.
En el plano personal, todos podemos caer en la tentación de apartar la mirada y seguir nuestra vida como si nada. Pero, no se debe y lo sabemos. No hace falta estar en la patera, embarazada de seis meses o con un bebe en los brazos para imaginar la desesperación de una mujer que arrostra esos peligros en busca de una vida mejor. Y no hace falta pasar hambre para saber que hay personas que muchos días no tienen que comer. Tenemos suficiente información para saber que estas cosas pasan sistemáticamente, porque además de nuestras vivencias personales, todos los días nos llegan imágenes dramáticas de pateras arribadas o pérdidas en el mar con centenares de personas.
Y a todos esos muertos les debemos algo; les debemos no pasar de largo; les debemos una mirada lenta y reflexiva que nos empape de su desesperación y su esperanza y nos permita verlos como lo que son: personas como nosotros, exactamente como nosotros, pero que tuvieron la desgracia de nacer en lugares de mundo en los que no es posible tener un proyecto de vida mínimamente decoroso.
Por otro lado, debemos entender dos cosas: que la enorme diferencia entre sus miserables condiciones de vida y nuestra prosperidad constituye una imparable llamada que ningún muro, campamento o mar puede detener. Y otra, más egoísta e igualmente cierta: les necesitamos. Una Europa envejecida y con unas tasas de natalidad muy bajas no tiene viabilidad. Necesitamos la fuerza y la energía de esas personas para construir un futuro.
Sin salir de nuestra querida comarca, tenemos cientos de espacios que podrían ser cubiertos con esas personas que buscan futuro, como lo buscamos todos. Espacios educativos, ayudando a mantener escuelas rurales en decenas de pueblos, espacios laborales, no hace falta navegar mucho para ver cómo han cerrado negocios por falta de personal, lo sufre nuestro campo, los servicios e incluso iniciativas industriales y espacios residenciales, nuestros pueblos se mueren abandonados y perdemos asistencia sanitaria, al no justificar nuestros números la necesidad de mantenerlos.
Estamos en contra del slogan “más muros y menos moros” del Sr Abascal y sus cuates de la derechona nacional y europea; no podemos aceptar que los inmigrantes son responsables exclusivos o principales de la delincuencia, o que nos quitan el empleo y las oportunidades de trabajo. No podemos comulgar con un discurso facilón y mentiroso que choca contra los datos reales.
Bercianas, ¿creéis que la España vaciada, como nuestra propia comarca, tiene alguna oportunidad sobre la base de las pensiones de los jubilados?.