[DIARIOS de CAMPAÑA] Mandato fundido a negro
TOMIRIS | Fin del mandato más circense en Ponferrada. Nunca la imposibilidad real de una moción de censura –por la genética de partidos– dio un respiro tan grande a un gobierno en minoría. Y nunca nadie lo desaprovechó tanto.
Con una oposición dispuesta a ser sólo oposición -y blandita- y unos compañeros de viaje que no usaron sus armas, lo único que había que hacer era dar respuesta a unos temas. Graves, incómodos y urgentes, eso sí.
El primero, no necesariamente por orden de importancia, resolver el conflicto del contrato de la recogida de basuras. Tan fácil como cumplir la sentencia judicial: reunir a la mesa de contratación y volver a hacer la baremación. Aplicar el resultado. Y fin de la historia. Y si las empresas se denuncian entre ellas o no, no es un problema municipal. Pero nuestra alcaldesa oscilobatiente eligió marear la perdiz. Y, de paso, nos comimos dos huelgas en este servicio.
El segundo, solucionar la situación del autobús urbano. Estancado desde la moción de censura, nos cuesta un pastón añadido porque nadie ha tenido el valor de zanjar esto. Mientras, alguien se ríe mucho y fuerte. ¿Se quiere municipalizar? Pues a ello. ¿Se quiere sacar a contratación? Pues a ello. Pero ¿de verdad se ha querido hacer algo?
El tercero, poner fin a los problemas derivados del Mundial de ciclismo. Mucho más fácil de lo que nos quieren hacer creer. Decrétese el concurso de acreedores de la Fundación de Deportes y todo lo demás, todo, caerá por su propio peso. Pues nada, oigan. Que no.
Este mandato no requería épica. Sólo había que resolver esos problemas y hacer la vida fácil al ciudadano. Servicios que funcionen bien, una ciudad agradable, pequeñas intervenciones urbanísticas y actuaciones convenientemente meditadas y consensuadas. Y no molestar. Especialmente no molestar.
Pero, por la alineación planetaria, hemos tenido a un personaje rocambolesco y starlet al mando de la principal nave del Bierzo. Y en su afán de ser Penélope deshaciendo de noche lo que se hace por el día, ni siquiera tuvo la agudeza política de aprovechar un acuerdo con el PSOE por el que consiguió aprobar sus únicos presupuestos. Pero no habrán visto mucha crítica en quienes viven del menguante pan bendito institucional.
¿Cuál era el aval de Gloria Fernández Merayo? ¿Alguien recuerda su salida del Ayuntamiento de Bembibre, cómo y por qué? ¿Su paso por el Consejo Comarcal? Pues aún así, en un ataque de prisas… ¡candidata!
A partir de ahí, la ceremonia de la confusión y el teatro del absurdo. Entre sus logros: Que se entable una guerra abierta entre funcionarios. Que la ciudad esté teñida de una desazón descomunal. Que no haya habido ni un solo proyecto con sentido ni consentido. Poner palos en todas las ruedas y hacer descarrilar las pocas oportunidades que se asomaban. Ejercer de Maquiavelo y, tras ayudarse de todos los que la llevaron al poder, deshacerse de ellos, en cómodos plazos. Y coquetear con alianzas políticas tóxicas que le salieron como no podía ser de otro modo: muy mal.
El repaso a todos sus errores/horrores de mandato no cabe ni en la Enciclopedia Británica. Pero en una aproximación pongamos, por ejemplo, su incapacidad para el diálogo institucional, político y social. Su hobby de echar la culpa de todo al maestro armero. O ceder la Concejalía de Bienestar Social, patinazo histórico para un gobernante. Claro que pensar que en realidad quería gobernar, a lo mejor es mucho pensar.
Sin un proyecto, ni medio, ha dado tumbos con que si La Rioja del Noroeste, que si el Cylog, que si el turismo, que si ciudad de compras… Que si nada. Ni un solo aliado en ningún lugar de decisión, ni en ningún lugar en general. ¿Acaso preocupada? Acaso no.
Para los siguientes queda una Ponferrada peor que hace cuatro años. Y lo que sigue en pie es porque afortunadamente hay maquinarias que sobreviven a cualquier alcalde, por muy Frankenstein que sea.
A la aún alcaldesa, abogada de todos los temas mundiales habidos y por haber, la historia ya le ha hecho un juicio rápido por las calles de esta ciudad. Y a su partido no le quedó otra, ante el clamor.
Olvidemos este mandato, fundido a negro desde el minuto uno, cuanto antes. Tiempo, oportunidades y población perdidos. El verdadero y triste problema es que, además, todo ello pueda ser irrecuperable.