[LA OVEJA NEGRA] Pastores de gente
GERMÁN VALCÁRCEL | Es frecuente, cuando se habla de la ausencia de respuesta social ante la situación en la que se encuentra el Bierzo, preguntarse a que se debe esa atonía.
Para servidor está claro cuál es el problema: la ausencia de movimientos sociales -incluyo a los sindicatos mayoritarios-, o de algo que merezca ese nombre, que ejerzan de contrapoder político. Los que en el Bierzo se nominan como tal, no son más que el torpe disfraz de chiringuitos o pesebres que, simulando que representan y orientan, solo buscan subvenciones, o plataformas que intentan pastorear cualquier forma de disidencia que pudiera conducir a la desobediencia civil o a cuestionar el miserable orden vigente en la Comarca Circular.
Estos tinglados también sirven, de paso, de lanzaderas a personajes con pocos escrúpulos y escasa ética politica, cuyo objetivo último es buscar acomodo en las listas electorales de los partidos políticos o hacer caja con supuestos “proyectos” que terminan pagando las instituciones como premio a la desactivación de las luchas sociales en entornos donde los diferentes gobiernos se gastan dinero para que no haya conflictos; son activistas de mercado que garantizan la paz social, ambiciosos manipuladores profesionales que se reparten escenarios con el poder institucional y convierten a los ciudadanos en ovejas del rebaño del pastor de turno. Pero deberían ser conscientes que, esa forma de actuar es el alimento del fascismo, incuba los huevos de la serpiente, desmoviliza, a medio y largo plazo, a la población, y le deja el camino expedito y sin respuesta social.
Es sabido que por estas tierras no está bien visto cuestionar el poder establecido, es más “rentable y útil”, nos dicen, fotografiarse en despachos con ministros, consejeros, diputados senadores, alcaldes, concejales y demás representantes del poder institucional, mientras se ejerce la labor desmovilizadora y de pastoreo que nos está haciendo perder el futuro, eso sí, sacando, de vez en cuando, en procesiones silenciosas, carentes de objetivos reales, a una ciudadanía cada vez más desesperanzada por la ausencia de programas de lucha organizados y consecuentes. En definitiva, un fraude político sin paliativos perpetrado por lameculos del poder que hacen bueno aquello que sostiene el filósofo alemán Peter Sloterdijk: “Una posición se dice reaccionaria cuando desde ella solo es posible protestar, pero no seguir pensando”
Los escasos colectivos que podrían merecer ese nombre, son muy muy minoritarios y socialmente aislados, poco más que grupos de amigos, y están, para mayor tragedia, dispersos. Pero a pesar de esa fragmentación son pequeñas grietas en ese muro de insolidaridad construido por los oportunistas e impostores; islotes de esperanza, o más bien barcas plantadas en medio del mañana, ahí donde ahora solo se vislumbra la tormenta.
En el Bierzo tenemos un problema serio, nos hemos convertido en una sociedad mayoritariamente sometida al dogal de los caciques políticos y sus compinches que han terminado convirtiendo las instituciones en cortijos infectos y la representación institucional en una farsa grisácea y nauseabunda.
En el Bierzo tenemos un problema serio, nos hemos convertido en una sociedad mayoritariamente sometida al dogal de los caciques políticos
Con este escenario, tomado y copado a nivel político y social por vende corbatas, es difícil aguardar con esperanza razonable un cambio razonable que elimine la doble verdad y la doble moral. Salir de la ruina y la abulia que nos rodea requiere recuperar la ética de la resistencia, acabar con los oportunistas y escaladores sociales, con los egos y las trincheras de la sinrazón, reunir memorias en lucha común contra el olvido, debemos recordar, es importante tener memoria, es decir, pasado, aunque sea imperfecto, e imaginar el futuro, por muy imperfecto que se presente, debemos rescatar los recuerdos para reconocer que el fascismo habita entre nosotros y tiene futuro, nuestro peor futuro. Sin embargo, algunos que se auto tildan de progresistas están ejerciendo de palanganeros y dando coartada y cobertura, con su pancismo y egolatría, con su ambición y codicia, con sus medias verdades, con sus no verdades, con sus mentiras, a la desmovilización y poniendo alfombra roja a las desigualdades y al abuso.
Servidor observa estos días, con cierta envidia y admiración, las luchas y resistencias de los pueblos de América Latina y su respuesta a la crisis antidemocrática de los Estados y de los partidos ligados a él. En Latinoamérica los movimientos sociales tienen su origen y nexo, en primera instancia, con la vieja tradición anarquista, a través de la migración europea, principalmente española e italiana, anarquismo que combina muy bien con el comunitarismo de los pueblos originarios de esa parte del mundo. Esta combinación, donde la vertiente indígena asume el carácter de una postura ideológica propia, tiene su inspiración indigenista, pero tiene también un objetivo universal y ayuda a que una y otra vez resurjan de sus cenizas, a pesar de las reiteradas traiciones de las que han sido objeto.
Fueron estos movimientos sociales los que auparon, a finales del pasado siglo y a principios de actual, a todos aquellos gobernantes “progresistas” que, una vez en el poder, traicionaron a quienes les habían aupado y se corrompieron, dando paso, como resultado del desencanto, al neoliberalismo más feroz, ese neoliberalismo que asola, destruye, expolia y despoja de sus riquezas a la mayoría de los pueblos Latinoamericanos en beneficio de Estados Unidos y Europa, aunque en los últimos años también se ha unido a ese expolio China, el caso de Bolivia es paradigmático del neoextractivismo, aunque de forma mucho menos brutal y agresiva.
Pero, como vemos estos días, resurgen de nuevo con fuerza, en prácticamente todos los países del continente americano, incluso en ese Chile convertido, después de la brutal dictadura pinochetistas, en paraíso, laboratorio y “coto de caza” de ese neoliberalismo que prometía bienestar pero que ha dado como resultado la más espantosa de las pesadillas de explotación y miseria, pero convirtiendo, cuarenta y tres años después, en proféticas aquellas hermosas palabras, pronunciadas por Salvador Allende, momentos antes de ser asesinado por los sicarios del dinero internacional: “les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. La historia le ha dado la razón.
Por estas tierras no se conoce, ni se ha conocido jamas, a ningún dirigente político o social capaz de articular, ni de lejos, ninguna llamada a luchar por el futuro con tanta carga de dignidad y de esperanza.