[LA OVEJA NEGRA] Mientras unos debaten sobre fiestas y godello, los enfermos de cáncer son abandonados
GERMÁN VALCÁRCEL | Estoy convencido de que la geografía condiciona nuestra forma de comportarnos, bastante más de lo que pensamos. Vivir en una hoya cerrada, como es el Bierzo, genera una sociedad bastante corta de vista y de objetivos. Debe ser la consecuencia de levantarse cada mañana y no tener más horizonte que las montañas que nos rodean.
En la comarca berciana nos hemos incorporado al nuevo curso político con un debate intelectual de hondo calado, centrado en las pasadas fiestas patronales y en la uva godello. Lo que se dice un debate de altura. Políticos, medios de comunicación y “opinadores” se afanan por cumplir con su función de controladores del “pensamiento”, y de decirnos lo que en cada momento debemos pensar. No vaya a ser que el personal despierte y decida, por fin, sacudirse el yugo al que estamos sometidos y la bota que nos pisa.
Pero, miren por dónde, los enfermos de cáncer han levantado la voz, les va la vida en ello. No se preocupen, pasados unos días las cosas volverán a su cauce y todo quedará en manos de los de siempre. Hay que dar imagen de que esto es en democracia consolidada, aunque, el día a día, nos demuestre que vivimos en una inmunda y pútrida cloaca caciquil y clientelar, donde la corrupción política y el descaro ante la trampa descubierta forman parte de la cotidianeidad.
Los problemas de la sanidad y la educación públicas son cosas que afectan, sobre todo, a los más desprotegidos. Los de mayor poder adquisitivo siempre tendrán algún colegio concertado y un seguro privado, y los funcionarios, la elite clasemediana de la comarca, a Muface o cualquier otra mutua. Los que no tienen voz, los de abajo, esos que se eternizan en las listas de espera hospitalarias, seguirán aguardando. ¿Por qué en estos tiempos donde todo está informatizado no son públicas? Se lo contesto yo, sería más difícil la impunidad con la que se ejerce el caciquismo y el clientelismo sanitario.
Si esas listas de espera fueran de conocimiento público, no sería necesario buscar un “conseguidor”, casi siempre un político, ni tan importante tener un amigo o familiar trabajando en el hospital, para que se preocupe y alivie la situación de espera. También dejaría de ser necesario tener que pagar una consulta privada, de uno de esos médicos que, olvidando el juramento hipocrático, anteponen las tesis de Milton Friedman, a la hora de ejercer la profesión, para que les ayude a avanzar en las listas de espera. Volvemos a aquellos olvidados tiempos en los que los campesinos, llegaban, a la consulta del “doctor”, con el paquete de chorizos, el botillo, los huevos y, si la gravedad lo requería, se le añadía un pollo.
Les sugiero un ejercicio de investigación. Repasen el organigrama del Hospital Comarcal, desde los servicios administrativos, a los jurídicos, pasando por los médicos y encontrarán algunas respuestas. ¿Quién protege a una gerente que ha dado muestras sobradas de incompetencia? Prefiero pensar que es eso, incompetente, a creer que sea una sociópata o una nazi. ¿O, tal vez, solo se limita a ejecutar las órdenes que le dan y defender intereses por todos conocidos?
Pregúntense por qué, prácticamente, ningún médico quiere venir al Bierzo. Hay lugares mucho peores, con peor calidad de vida y más incomunicados. Intenten hablar con alguno que haya trabajado por aquí y les empezara hablando de mal ambiente laboral, pero si consiguen profundizar en la charla, les terminará hablando –eso sí, siempre off de record- del caciquismo mercantilista que impera en la gestión de la sanidad pública berciana, de la tupida red de corruptelas que entrelaza la sanidad pública y la privada, y de los bastardos intereses de los poderes económicos, eclesiásticos y políticos.
La responsabilidad de lo que ocurre, del desastre sanitario de la comarca, no es solamente de Madrid, Valladolid o León, algunos de los máximos responsables están aquí. Es algo conocido y son conocidos esos responsables. Son de sobra conocidos porque, desgraciadamente, todos hemos necesitado, en algún momento, los servicios sanitarios y sabemos cómo funciona la sanidad en esta cerrada y genuflexa comarca.
Ahí tiene al muy socialista Presidente del Consejo Comarcal, convertido, casi, en propagandista de una clínica privada, proponiendo, ahora, un frente apolítico. ¡Como si la solución al problema sanitario no pasara por decisiones políticas! Todavía si dijera apartidista, tendría algún sentido la propuesta. Pero el caballero sabe que la política, tal como la ejercen los profesionales de la industria de representación política, está considerada basura por los ciudadanos, por eso emplea el termino apolítico. Mientras estos personajes se dediquen, prioritariamente, a defender sus privilegios, antes que el bien común, el hospital público seguirá dejando morir a los enfermos sin atención.
Lo que está ocurriendo en el Hospital del Bierzo debería ser motivo de la intervención de los poderes públicos, no me estoy refiriendo a los políticos. Estoy pensando en el Poder Judicial, la fiscalía; pero en esta tierra el llamado Estado de derecho hace mucho que dejó de existir. En el Bierzo reina un caciquismo que controla prácticamente todo: la vida política, económica y social, incluso las relaciones humanas. Por estas periféricas tierras, la gente hace ya mucho que fue abandonada a su suerte.
Lo que está ocurriendo en el Hospital del Bierzo debería ser motivo de la intervención del Poder Judicial
En sociedades pequeñas, cerradas y agonizantes, donde solo quedan escombros, como ocurre en el Bierzo, es fácil comprobar la histeria y el miedo que produce enfrentarse al poder o tratar de remover el statu quo vigente, si lo haces, fácilmente te tildan de negativo o de que “te metes con todo el mundo”. Solo cuando la vida corre serio y eminente peligro, la gente salta, como acaba de ocurrir con los enfermos de cáncer. Pero pasarán unos días, todo lo más un par de semanas, pondrán algún parche y se olvidará el tema. Pasada la burbuja mediática, solo los familiares y amigos cuidarán de los enfermos. Se me rompe el alma, pero no logramos hacer nada ante la monstruosidad cotidiana que está sucediendo frente a nuestros ojos.
Lo que sucede con la Sanidad Pública en el Bierzo es similar a lo que sucede con otros muchos temas. Aquí no se escucha y se desdeña lo que puede hacer que se tambalee la estructura social vigente; se desprecia lo que pueda llevar a pensar que quizá se pueden hacer las cosas de otra forma; se menosprecia aquello que no encaja en las miopes teorías mayoritariamente instaladas en esta servil y genuflexa sociedad; se escamotean verdades con el mayor descaro.
Si se intenta mostrar algo nuevo, pero que puede suponer desprenderse de alguno de los sagrados principios y se cuestionan los referentes culturales, políticos y morales, se adjudica cualquier descalificación, atribuyendo, cuchicheando y esparciendo todo tipo de infamias, medias verdades y mentiras sobre el cuestionador-disidente. Si se da una noticia sobre algo que obliga a replantearnos la mayoritaria forma de pensar, se descalifica a quien osa salirse del rebaño y pensar por cuenta propia, a la vez que, mentalmente, se le coloca cualquier sambenito, por el simple hecho de haber cometido el terrible pecado de cuestionar la lógica imperante de forma tan inaceptable.
No hablo de oídas, hace más o menos un par de años participé, a través del colectivo Asamblea de Usuarios de la Sanidad, en una campaña de recogida de firmas para una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) que, organizada por CAS (Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad), trataba, entre otros puntos, de derogar las leyes privatizadoras. Las zancadillas llegaron de todas partes. No solo los políticos son los que ningunean la acción popular.
En el Bierzo la llamada Plataforma por la Defensa de la Sanidad Pública –un mero instrumento partidista de control social, al servicio de los intereses político-electorales del PSOE-– fue uno de los que pusieron todo tipo de zancadillas, del resto de «movimientos sociales» solamente el sindicato CGT colaboró.
Para completar la burla, durante alguna de las jornadas de recogida de firmas en las puertas del Hospital Comarcal -dentro la gerencia no lo permitió y rápidamente los caballeros del servicio de seguridad ejercían su función de intimidación- hubo que soportar las malas caras y descalificaciones de algunos profesionales del centro, cuando salían a echarse un pitillo
En esta tierra, ciertas prácticas están tan interiorizadas y socialmente asumidas que si las denuncias te conviertes en un apestado. Ya avisaba Hanna Arendt: “La muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie”.