[LA OVEJA NEGRA] Nevenka, retrato de una sociedad enferma
GERMÁN VALCÁRCEL | Vuelve Nevenka, esta vez en forma de película. Esperemos que, más temprano que tarde, pueda volver a pasear por Ponferrada sin ataques de ansiedad. Las reacciones habidas en la sociedad berciana ante el estreno y promoción de la película retratan mejor que cualquier producto cinematográfico o literario lo que es y sigue siendo. Para mí, a estas alturas, lo único merecedor de respeto en toda esta historia es el dolor de la víctima. Una persona que a pesar del tiempo pasado, casi un cuarto de siglo, más de la mitad de su vida, sigue dando la impresión de estar herida, rota y muy vulnerable. Es lo que vislumbro, después de verla y escucharla en algunas de las entrevistas que ha ofrecido para promocionar la película.
Este es el artículo número once que, en catorce años, escribo relacionado con la tragedia vivida por Nevenka. A Nevenka Fernández debemos agradecerle el coraje para ofrecernos su testimonio, para soportar el acoso moral que ha sufrido (sigue sufriendo, las redes sociales no me dejan por exagerado) por una parte importante de la sociedad de la ciudad donde nació, que esconde detrás de “opinar” lo que no es más que bullying. Y, lo fundamental, la valentía para decir NO, en una comarca donde la mayoría asiente con resignado desinterés, en el mejor de los casos, cuando no con actitud genuflexa, ante las cacicadas, caprichos y barbaridades de los que controlan los resortes de poder en la comarca.
De ahí nace la irritación y el cabreo que genera en amplios sectores de la sociedad ponferradina. De ahí la negativa de los actuales caciques municipales a que la película se rodara en la ciudad, y del poder que todavía atesora Ismael Álvarez. A muchos ponferradinos y bercianos les incomoda la imagen que, como sociedad, desprende el espejo que Nevenka ha puesto ante sus ojos, por ahí se explican esas reacciones, cualquier cosa antes que asumir la mezquindad que nos rodea, la miseria moral en la que estamos instalados, la superficialidad e hipocresía con la que se abordan las relaciones humanas. Pero ¿qué se puede esperar de una sociedad a la que apenas parece impórtale la verdad judicial, mientras nos habla de respeto a la ley y el orden?. Una sociedad que parece conocer en primera persona lo que ocurría en la intimidad ha terminado haciendo del voyerismo y el chismorreo el antídoto para combatir la puerilidad de sus sueños y aspiraciones, su servilismo ante el poder, logrando con ello una aterradora y siniestra cosecha: la muerte del afecto hacia el otro, hacia la victima.
Se equivoca Icíar Bollain cuando afirma que la sociedad ha cambiado desde entonces, al menos por estas geografías no, o muy poco. Por aquí estamos congelados en el tiempo. Sigue habiendo políticos que acosan sexualmente a trabajadoras municipales, sigue habiendo el mismo miedo al que dirán de las víctimas, al señalamiento público, el mismo doloroso y destructivo silencio ante los abusos de los poderosos.
La capacidad de resistencia e inconformismo de Nevenka ha logrado que, mientras la mayoría de las gentes de esta tierra se resigna, tragando los sapos que aparecen en la trillada ruta de la mentira y los prejuicios, y se ensordece con consignas, su terrible historia ha logrado abrirse paso entre tanto escombro, lodo y la mierda más olorosa, como la que desprende el artículo firmado por Arcadi Espada, panegirista del acosador, en El (in) Mundo.
El testimonio de Nevenka sirve para retratar a la clasista, autoritaria, arrogante, caciquil y clientelar derecha local, amante del matonismo político-empresarial, del choriceo y de los machos alfa. Pero también para mostrarnos lo que lleva impreso en su código genético: repartir dolor para todos los que no aceptan sus códigos morales y sociales o cuestionan el statu quo.
Ha pasado casi un cuarto de siglo, pero el Bierzo sigue dominado por la misma mediocridad e inmundicia, por los mismos miedos y servilismo. Por este tipo de cosas, el Bierzo se muere y desaparece entre la niebla de la autocomplacencia botillera, el bizarro y cutre narcisismo bercianista-templario, el excluyente identitarismo vinícola, la cobarde postración ante el poder de los caciques, el envejecimiento y la despoblación. Llama la atención que, desde el interior del Bierzo, con la cantidad de escritores, periodistas, escritoruchos, juntaletras, blogueros, poetas y poetastros como hay en la comarca, nadie haya sido capaz de escribir nada sobre el tema.
Me voy a tomar la libertad de sugerir a Nevenka Fernández que se cuide de aliados y apoyos como Pastor o Ferreras
Me voy a tomar la licencia de sugerir a Nevenka Fernandez que se cuide de sus “aliados y apoyos”; que personajes como Ana Pastor –repugna el impostado cariño que intenta demostrarle en la entrevista que le hace para La Sexta– o Antonio García Ferreras, reconocidos manipuladores, se encuentren entre sus apoyos no le ayuda, al contrario, le quita mucha credibilidad ante algunos sectores de la población. No dudo que Charo Velasco la apoyara. Pero su solidaridad ha sido bien pagada. Ha terminado convertida en la otra heroína de esta historia, pero la solidaridad, para calificarla como tal, debe ser silenciosa. Si no se convierte en una mistificación, similar a la caridad ejercida por los cínicos católicos. Para contextualizar, conviene recordar que la señora Velasco forma parte del mismo partido que, en dos mil trece, no tuvo ningún problema en pactar con el acosador. Pacto en el que, de no ser por otra mujer, Carme Chacón, nadie hubiera levantado la voz en contra. De hecho nadie lo hizo, hasta que ella se pronunció.
También debería ponerle en alerta la reacción de la actual dirección del PSOE local, con el exalcalde Olegario Ramón a la cabeza, el mismo que se jacta de “haber pedido perdón por lo que él no hizo”, dando todo tipo de bombo y platillo a su presencia en el estreno de la película, en Ponferrada. Cómo no, utilizando como punta de lanza a ese panfleto progre, El Plural, que creo dirige, o dirigió, otra pesoista berciana: Angélica Rubio.
Nevenka se arriesga a convertirse en detergente blanqueador de todo tipo de infames y miserables politicuchos y politicuchas sin escrúpulos ni ética. Debería ver el video de una mesa redonda que, organizada dentro de las jornadas de la llamada “universidad feminista” de hace tres años, relacionada con el documental de Neflix. Allí pudimos ver cómo Nevenka solo era el instrumento para que las señoras de la mesa se reconocieran como personas estupendas, y se felicitaran de lo maravillosas mujeres sororas que son.
Comprendo que en circunstancias de extrema vulnerabilidad y soledad se necesita mucha ayuda, y sin ciertos apoyos jamás hubiera logrado resistir y sacar adelante su durísima y larga batalla, pero mucho me temo que su infierno no va a terminar aquí, hay gente que cobra eso que llaman solidaridad y lo suelen cobrar con intereses. Es llamativo, y de agradecer en este contexto, con tanta gente dando lustre a su ego, la discreta, por una vez, actitud que está manteniendo la exconcejala podemita Lorena González.
En el PP las cosas no eran como se lo habían contado (le ocurrió lo mismo a una joven espectadora el día que vi la película. Al salir le espetó a su madre: “cuando lleguemos a casa esto lo tenemos que hablar, no es como me lo habías contado”), pero en el PSOE, y en casi la totalidad de la izquierda institucional, las cosas nunca son lo que parecen, puede que ella no sea consciente, pero ahí no hay nada creíble, solo unos y unas pedantes que están en política para servirse a sí mismos, unos cretinos de grasiento cerebro incapaces de aceptar la más mínima crítica, ni de tener otro horizonte que su disparatado ego, unas alimañas ansiosas de dinero y poder que no dudaran en echarla a las alimañas si fuera necesario para sacar adelante sus bastardos intereses. No crean que Pedro Sánchez es una excepción, al contrario, es una especie muy común en ese ecosistema político llamado PSOE, en el de la progresía en general.
Como sostenía el escritor Isaac Asimov. «Nos acostumbramos a la violencia y esto no es bueno para nuestra sociedad. Una población insensible es una población peligrosa“. El acoso moral es una forma sutil y profunda de violencia. En la sociedad berciana hay ciertos comportamientos que están interiorizados y normalizados.