[TRIBUNA] Menos cuento, y más garbanzos
BOUZA POL | Pragmático y positivista era el economista español Antonio Flores de Lemus (Jaén 1876-1941), que colaboró tanto con la dictadura del General Miguel Primo de Rivera (1923-1930) como con la Segunda República, en contra de las entonces inoperantes teorías liberales y a favor del modelo econométrico. Consideraba esencial el desarrollo de la agricultura y los regadíos como motor de la economía. Franco, años después, llenó España de pantanos, afortunadamente. Había que pasar del cuento a los garbanzos.
Además de tener fe, los monarcas del Reino de León eran tan resolutivos y realistas que nunca se andaban con chiquitas. Ahora, con esto del Lexit, me he dado cuenta que el gallo de la torre de la Basílica de San Isidoro de León no tiene patas, ni hace el quiquiriquí. Además de lisiado es un veleta. Pobre destino parece tener su reino…
Menos mal que la «leonesidad» vive en Astorga, hermosa ciudad que además de romana es berciana, por lo menos una buena parte de su sangre, como consecuencia directa de las repetidas ocasiones en las que los bercianos tuvimos que subir El Manzanal para repoblarla, por mandato de los Reyes de León, que no paraban de reclamar hombres y alimentos. Y de esta forma, tan «solidaria», no sólo nos hicimos maragatos, también nos asentamos en gran parte de la meseta hasta la Sierra de Guadarrama y el norte de Portugal por todo el Duero. Si yo fuera tan parcial y exagerado como algunos historiadores, diría que gran parte de la Reconquista ha corrido por nuestra cuenta. Ahora, después de tantos años con el tradicional deseo de «Autonomía para el Reino de León» con los bercianos Joaquín Otero, Abel Pardo, Melchor Moreno, y «Lolo», desgañitándose, de repente ha venido lo de pedir «Autonomía para León», para un León solo, uniprovincial, que sorprende y descoloca a muchos viejos partidarios del leonesismo social que consideran que este nuevo proyecto derriba casi todo el andamiaje levantado hasta ahora, que estaba basado y cimentado en la indisolubilidad del reino o la región leonesa. Parece que el valeroso púgil, el luchador tenaz se ha cansado de dar vueltas por el ring golpeando sombras, y antes de sucumbir a la tentación de arrojar la toalla mira la forma de conseguir combate nulo o una pírrica victoria a costa de dividir el Reino o la Región, abandonando (aunque sólo fuera provisionalmente) a las leonesas Zamora y Salamanca. De esta manera, tan poco ortodoxa, parece que se se le está haciendo el juego a la Junta.
Así las cosas, yo, últimamente, procuro evitar, más que nunca, que la gente me pregunte lo que opino sobre el asunto, pues me gusta ser muy claro, concreto, y este caso me cansa, me marea, me supera, me vuelven loco los argumentos de unos y de otros, de José Luis Prieto Arroyo, de Carlos Santos de la Mata, de Iniciativa Vía DE LA Plata, etc. Estoy tan harto, y tonto, que ya no sé si lo mejor es el «triprovincialismo», el «uniprovincialismo» o el «biprovincilismo». Todos parecen tener sus buenas razones, pero lo de «Unidad Leonesa» no lo veo por ninguna parte. No se ponen de acuerdo y, mientras tanto, en Ponferrada se llena el Toralín y recordamos que los dos mejores jugadores que tuvo la Cultural Leonesa, Marianín y Ovalle, son del Bierzo. Suerte es que aquí nadie tiene problemas o dudas identitarias, pasan olímpicamente de aprender «llionés», pero si saben que este «Lexit» está apoyado por algunos bercianos que viven en la ciudad de León y se han caracterizado por ser contrarios a la existencia del Consejo Comarcal del Bierzo.
La verdad es que Cataluña nunca ha sido una nación, no pasó más allá de simple condado. Sepan los leoneses que el El Reino de Valencia, conquistado en el año 1094 por el Rey de León Alfonso VI, estaba integrado en el Imperio Leonés o Imperio Hispánico. Tanto es así que en el año 1097 el Emperador Leonés está en Valencia y preside una curia en la que es depuesto el Conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, el Fraticida, como culpable del asesinato de su hermano Ramón Berenguer, acaecido en 1082. En 1564, el cuarto Marqués de Villafranca, mi pueblo, don García Álvarez de Toledo y Osorio, dejó el cargo de Virrey de Cataluña, pues Felipe II lo nombró «Capitán General de la Mar», y recuperó el prestigio de la marina española en el Mediterráneo.
El recuerdo de Gaudí reposa en la ciudad de León sentado en un banco frente al Palacio de los Guzmanes y su magnífica obra arquitectónica conocida hoy como Museo Casa Botines. Gaudí era «catalanista», amante de la lengua catalana. El 7 de junio de 1926, en Barcelona, fue atropellado por un tranvía, y mal herido quedó tumbado en el suelo de la calle sin que nadie le prestara atención ni socorro durante mucho tiempo, vestía con humildes ropas y lo despreciaron creyendo que era un mendigo. Nadie le hizo caso hasta que, ya tarde, pasó un guardia civil que paró un taxi y lo llevó al Hospital de la Santa Cruz, para los pobres, pero ya no había remedio, y fallecería el día 10 de junio de 1926. En los bolsillos le encontraron los Evangelios, un rosario, un pañuelo, y una pequeña llave. Gaudí era católico, muy practicante, fue atropellado cuando iba para misa. En su entierro hubo mucha gente, pero pronto sus paisanos se olvidarían de él. Fue a partir de los años cincuenta del pasado siglo veinte cuando, en pleno franquismo, el genial Dalí, que era muy de derechas y español, lo recobró para la Historia y lo mostró a toda España y al mundo entero con la ayuda del «régimen» y sus colaboradores. Hasta entonces su arte había sido despreciado por sus profesionales colegas. Así pues, menos cuento, separatistas catalanes.
A los leonesistas les disgusta mucho el término castellanoleonés, pero les encanta la palabra asturleonés. Parece que quieren más a sus antepasados que a sus descendientes, es decir, a sus padres asturianos más que a sus hijos castellanos. Sin embargo, deberían saber y recordar que los asturianos nos despreciaron cuando no quisieron ir con nosotros para formar la Comunidad Asturleonesa.
Me consuelo con estos versos de Pedro de la Vecilla Castellanos, de su obra El León de España publicada en 1586, que dicen: Levanta ufano la cerúlea frente/ Bernesga, nuestro caudaloso río,/ la tuya nos muestra refulgente/de sauces coronada, ancho Torío,/que de uno y otro ciñe la corriente/rauda, felizmente a su albedrío/la vega y sitio de León famoso,/regio, antiguo, leal y poderoso.
Leonés, ven a Villafranca, emburbiate bien.
¡Menos cuento, y más garbanzos!