[LA OVEJA NEGRA] La lluvia y el barro cubren Levante, la mierda y el lodo del sectarismo, el resto de España
31 de agosto de 2024
«(…) En el caso de España, la anomalía de temperatura
del Mediterráneo (hasta 2ºC por encima de los niveles de 1982)
garantiza que es cuestión de tiempo que una tormenta
de gran magnitud cause estragos en alguna ciudad española…».
Antonio Turiel Martínez, científico, licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la Universidad Autónoma de Madrid. Trabaja como Investigador Científico en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC.
GERMÁN VALCÁRCEL | Lo afirmé pocos días después de la tremenda Dana que ha asolado Valencia y algunas zonas de Albacete: La peor catástrofe es que todo va a seguir, desgraciadamente, igual. Los cambios solo van a ser puramente cosméticos. Escasas y aplastadas son las voces que ponen el dedo en la llaga y señalan el auténtico responsable de lo ocurrido: el metabolismo socioeconómico capitalista, todos los análisis y soluciones que se ofrecen son más de lo mismo.
Lo ocurrido desde entonces ha venido a confirmar mis peores sospechas. Como dice el titular de esta columna, mientras las zonas afectadas han quedado sepultadas por el barro y el lodo, el resto de España se enfanga en la mierda del sectarismo y la polarización, en la frivolidad de unos medios de comunicación que han convertido la destrucción y la muerte en un espectáculo. Lo de Valencia tiene solución —menos las vidas humanas perdidas—, el resto creo que no. Y es que el sistema es una enorme fábrica de mierda que ha encontrado en la miserable casta política una digna y perfecta representación, y en la mayoría de los medios de comunicación de masas, y en las redes sociales, a unos eficientes propagadores de su basura.
Las devastadoras inundaciones de Valencia han servido para mostrar la fase de putrefacción en la que se encuentra la castuza política y la mayoría de los medios de comunicación, hemos alcanzado el punto de quiebre y ha sido ejecutado, por diferentes vías, desde el progresismo que se ha dedicado durante décadas a engañar a la masa informe de votantes de izquierda, a ese fascismo neoliberal, profundamente reaccionario, misógino, xenófobo y con tintes nacionalistas, y los segundos, ya lo hacen sin necesidad de disfrazarse de demócratas.
Lo único positivo, la espontánea reacción de solidaridad, puramente emocional, de un pueblo harto de una clase política indecente, incompetente, codiciosa y miserable. Pero esa solidaridad ya ha sido envilecida y mistificada por la casta política, por unos medios de comunicación y por una pandilla de influencers que han convertido la muerte y el horror en un espectáculo mediático (Aunque tiene diez años, les recomiendo la película Nighcrawler, -primicia mortal en español- describe muy bien a estos siniestros personajes) y, cómo no, por los profesionales de la “solidaridad”. En las sociedades capitalistas, las catástrofes y la muerte, como la pobreza, terminan, siempre, siendo una oportunidad de negocio.
Muchas de las decisiones políticas que se han tomado no son casuales, la eliminación de algunos servicios de protección civil por parte del actual gobierno de la Generalitat valenciana, así como el negacionismo climático de la toda derecha, menos ostentoso por parte del PP que de Vox, pero igual de peligroso, está en el origen de la forma de gestionar lo ocurrido y no es otra cosa que el camino que el neoliberalismo está recorriendo para transformarse en neofascismo. No es fortuito que los muertos sean, muy mayoritariamente, personas pertenecientes a lo que antes se llamaba clase obrera. A los de arriba no les construyen sus viviendas en zonas inundables por las riadas.
Vivimos tiempos en los que todo lo que creíamos sólido se desvanece, tiempos en los que el neoliberalismo rampante y la izquierda capitalista, enzarzadas en batallas culturales, vierten su desprecio sobre todas las esperanzas colectivas de progreso moral y social, de libertad personal y felicidad pública, en este contexto no es que España sea un estado fallido, es una sociedad fallida, podrida por la polarización y el sectarismo, donde una convivencia mínimamente democrática va a ser, es ya, prácticamente imposible, algo que no puede tapar ni siquiera la emocional y momentánea explosión de solidaridad.
Debemos prepararnos para el desastre que nos aguarda, aceptar que la inmensa mayoría de las personas no responderán racionalmente ante la devastación
Ahora se debate si se dio con la suficiente antelación la alarma, pero se oculta, nada se dice que, desde hace meses, se sabía que iba a ocurrir una tragedia. En la entradilla de esta columna tienen lo que Antonio Turiel escribió en su blog el 31 de agosto de este año. No es nada nuevo, lleva años avisando ¿Se tomaron medidas? ¿Va a cambiar algo, más allá de medidas cosméticas tipo Green New Deal? No lo creo, tratar de persuadir a los defensores del capitalismo de que limiten el crecimiento, esa es la única salida que tenemos, es como tratar de persuadir a una persona de que deje de respirar.
Ya Fredric Jameson dijo aquello tan conocido de que es más fácil imaginarse el fin del mundo que imaginarse el fin del capitalismo. No debe sorprendernos. A fin de cuentas, todos los seres humanos actualmente vivos lo único que conocemos es el capitalismo y, prácticamente, todos los menores de cincuenta años, en mayor o menor medida, han sido moldeados por el neoliberalismo, desde su conducta social, a la educación hasta la atención de la salud, pasando por como pensamos el ocio, la jubilación o la mera supervivencia.
Incluso si fueranos capaces de imaginar su final, ¿qué pasaría a continuación? ¿Cómo viviríamos el día después? Nuestra capacidad de imaginar otra cosa, incluso nuestro vocabulario, termina ahí, en la denuncia de la barbarie que lleva adosada; después solo somos capaces de vislumbrar un vacío aterrador. Algo que es tremendamente sorprendente y contradictorio, ya que nuestra civilización valora profundamente la innovación y la creatividad, ¿entonces por qué aceptamos que el capitalismo es la única opción posible? ¿Por qué ese apego a dogmas demostrados no solo caducos, sino peligrosos para la especie humana? Dogmas que la ciencia ha demostrado, de manera fehaciente, que están poniendo en peligro la vida, no solamente de la especie humana.
Debemos prepararnos para lo que se avecina, para el desastre que nos aguarda, aceptar que la inmensa mayoría de las personas no responderán racionalmente ante la devastación que nos espera. El capitalismo neoliberal ha conseguido convencer a la inmensa mayoría de que el “mercado” y el crecimiento ilimitado nos harán ricos, y la tecnología y la “ciencia” nos convertirán en dioses, en “los amos del Universo”, pero pocos son capaces de preguntarse, por ej., ¿qué clase de sociedad es esta que se gasta miles de millones, de dólares? euros, en buscar agua en Marte, pero se muestra incapaz de dotar de agua potable, en la Tierra, a cientos de millones de seres humanos.
Como sostiene Jorge Riechmann, en Autoconstruirnos: “El futuro no va a ser verde, confortable ni sostenible para 10.000 millones de personas, tampoco habrá pértiga para saltar al otro lado, no hay otro lado, ni milagro, ni campo en el que cultivar tu propia comida, ni reductos de vida donde sobrevivan la belleza, la sensibilidad, la empatía. Hemos fracasado. El petróleo ha ganado. Los “Mall” han ganado. La alienación ha ganado. La indiferencia ha ganado. El fascismo ha ganado. El capitalismo ha ganado. La mitad del mundo lo consideró inevitable, la otra mitad lo consideró deseable. El capitalismo ha ganado, pero no sobrevivirá a sí mismo. Luchar no tiene sentido, abandonar la lucha no tiene sentido. De ahora en adelante tendrás que encontrar tus propios motivos para vivir, para dar sentido a tu vida, para la compasión, para sostener los vínculos, para seguir llamándote humano, porque esto se acaba y no vamos a dejar en herencia, sino escombros; habrá que levantar sobre ellos la vida”.