[LA OVEJA NEGRA] Black Friday o cómo el consumismo mata el planeta
«El animismo había conferido almas a las cosas; el industrialismo cosifica las almas».
Max Horkheimer y Teodoro Adorno
GERMÁN VALCÁRCEL | Las crisis climáticas –son ya cientos de millones de seres humanos los que sufren sus consecuencias- energética y de recursos que nos aquejan, el desastre ecológico en el que estamos inmersos, son los indicativos de un tiempo que expira, un rito de paso hacia una nueva época; nos hallamos inmersos en la metamorfosis de una civilización que se descompone. Lo que salga de esa metamorfosis está por ver. Aunque el horizonte no es nada halagüeño.
No sé si usted, improbable lector, es capaz de aguantar las “noticias diarias”. Por salud mental, cada vez sigo menos la actualidad, no soy capaz de sobrellevar la frivolidad y el sectarismo de unos medios de comunicación y unas redes sociales que, además de alienarnos, no hacen otra cosa que envenenar la convivencia e impiden, con sus fuegos de artificio y su ruido, tengamos una visión real del grave momento que vivimos.
Seguramente, por eso, mi misantropía, como forma de autodefensa, va en aumento de forma exponencial. Tal vez por ello, enfrentarme a esta página en blanco ya solo se ha convertido en un simple desahogo. En una forma de conjurar el insoportable dolor que genera, al menos a servidor, formar parte un mundo tan deshumanizado.
La esfera pública está corrupta. Resulta imposible debatir un solo tema en público y en serio, el sectarismo, la indigencia intelectual y las filias y fobias lo hacen imposible, las falacias ad hominem, son el recurso más usado en los debates. Y sin una esfera pública mínimamente decente, ¿de qué vale la libertad de expresión? ¿Qué mierda, excepto el colapso, el desastre y el fascismo– en forma de genocidios, ecocidios y guerras- nos trae la democracia liberal y el capitalismo?
Cada vez es más difícil vivir en una sociedad donde la deshumanización, la explotación desnuda, la miseria y las desigualdades galopantes, el reinado de la mentira, el naufragio de la política, la entronización de la vulgaridad, la arrogancia de esos sociópatas que “dirigen y organizan” nuestra sociedad y nuestros territorios, mientras lo destrozan y la estupidez galopante de una masa de alienados hacen del discurso del odio algo cotidiano y los pilares de estas sociedades en descomposición.
No deberíamos olvidar que los movimientos fascistas y nazis, de hace un siglo, surgieron de la extendida desconfianza en las elites gobernantes, del empobrecimiento generalizado y de la desorganización social que dejo como secuela la primera gran guerra.
No es fácil, en el actual contexto, exponer tu opinión pública libremente, viendo la hipocresía y la ceguera en la que estamos instalados, también, resulta muy complicado participar en movimientos sociales, gran parte de ellos copados por sectarios, egocéntricos autoritarios y manipuladores en busca de prestigio social o dinero. Para los que no nos interesa ni el poder, ni el éxito, ni el reconocimiento social, ni el dinero, más allá de lo estrictamente necesario para vivir con dignidad, la sociedad actual se está convirtiendo en un lugar muy inhóspito.
Necesitamos un movimiento social consecuente que deje de ser cómplice del capitalismo verde
Como medida profiláctica, además de huir de las “noticias” cotidianas, trato de apartar de mi cercanía a los narcisos, ególatras, egoístas y ambiciosos que, de todos los lados del espectro ideológico, emponzoñan, prácticamente, todas y cada una de las actividades sociales. Detesto a una sociedad que desprecia el pensamiento crítico o lo confunde con la manipulación y el sectarismo. Y lo hace escondida tras palabras, carentes ya de valor, como democracia, libertad, justicia, desarrollo sostenible, ecologismo, ayuda mutua.
La falta de autocrítica por parte de la izquierda es parte del combustible que ha facilitado el crecimiento de las derechas. Por eso debemos denunciar a toda esa progresía que, cada vez más protofascista, y parapetada tras supuestas posiciones de izquierda o ecologista, impulsan el capitalismo verde disfrazado tras una narrativa de transición ecológica, digitalización y una nueva economía de los cuidados. Hay discursos aparentemente muy radicales, pero sus prácticas son muy otras. La Green New Deal es solo un ejemplo. Tras esos eufemismos, lo único que pretenden es mantener un metabolismo económico basado en el extractivismo y el neocolonialismo que permita asegurar el suministro de energía y materiales para sostener, a toda costa, los dividendos empresariales y “nuestro modo de vida”.
La experiencia nos dice que las prácticas de las izquierdas y los ecologismos (nada que ver con la ecología) institucionales, solo han servido para tolerar y facilitar todo tipo de deterioros medioambientales, provocando todo tipo de impactos y facilitando las prácticas neo desarrollistas que se esconden tras la transición verde.
La izquierda y los ecologistas que actúan dentro de los márgenes del sistema siguen defendiendo el concepto de desarrollo, lo necesitan para poder defender eso que llaman los “valores democráticos” y, así, seguir creciendo y produciendo cada vez más bienes de consumo, mejores y más grandes, aunque sea a costa de producir residuos “mejores y más grandes” Pero saben y son conscientes que el llamado Estado de bienestar, los “valores europeos” y la expansión de las clases medias en esta parte del planeta se ha construido a base de depredar y explotar a los pueblos y las geografías periféricas de todo el planeta.
Necesitamos un movimiento social consecuente que deje de ser cómplice del capitalismo verde, capaz de recoger toda la indignación que atraviesa la sociedad, de escuchar sin prejuicios, de retomar eso tan denostado que se llama lucha de clases. Por eso hace ya tiempo que servidor dejo de nominarse de izquierda y me limito a intentar situarme, con todas mis contradicciones, como anticapitalista, anti patriarcal, anticolonialista y decrecentista.
No obstante, pienso que ya no solo somos los decrercentistas los que afirmamos que el sistema está roto, entonces, ¿a qué estamos esperando? Sabemos que las cosas no volverán jamás a ser como antes, es imposible que se pueda volver a crecer como antes del batacazo del 2008, entre otras cosas, -leyes de la termodinámica aparte- porque no disponemos de la abundancia energética de la que disponíamos entonces, incluso a pesar del agregado de las falsas renovables. Por lo tanto, la hora de afrontar el problema es ahora. Sin embargo, seguimos pretendiendo arreglar los problemas con las mismas, o parecidas, soluciones que los han ocasionado.
Seguir forzando el crecimiento para consumir más y seguir produciendo una infinita cantidad de cosas innecesarias, generando una de las instituciones más poderosas y peligrosas del mundo, como es la publicidad, cuya función es una y muy clara: “hacerte comprar aquello que no necesitas, con dinero que no tienes, para impresionar a quienes no conoces”. Desconozco el autor de esta frase, pero estos días de Black Friday es más que evidente lo atinado de la misma.