[LOS GATOS DEL CALLEJÓN] Colaboración público privada
LAS GATAS | A priori, un concepto interesante que permite a la empresa privada colaborar con las iniciativas públicas y facilitar sus actuaciones. En algunos casos, aportando el capital necesario para su ejecución, como en la construcción de la red de autovías españolas o de las líneas de transporte eléctrico de alta tensión. En otros, aportando la tan cacareada eficacia en la gestión de la que se deberían beneficiarse la infinidad de servicios externalizados por las administraciones públicas en prácticamente todos los sectores: desde la educación, la sanidad y la recogida de residuos de todas las ciudades grandes y pequeñas de España, hasta los servicios de limpieza, comedor y cafetería de hospitales, residencias de mayores universidades, etc… Podría decirse, sin exagerar, que el sector público no realiza ninguna actividad en la que no exista una subcontratación con empresas del sector privado.
Y aunque la idea no es mala y en algunos casos funciona razonablemente, en muchos otros se producen desviaciones importantes de los beneficios que deberían obtener como compensación por sus aportaciones. Léase, las prórrogas excesivas de las concesiones de gestión de las autovías con peajes cuyo importe es como mínimo opaco, o la disminución de la calidad de las prestaciones que realizan ya sea por recortes de personal por la esgrimida racionalización de los servicios o la calidad de la comida en colegios o residencias de la tercera edad.
La verdad del cuento es que, por su capacidad de gasto, el sector público es el cliente preferido de la empresa privada, y a pesar de que se quejen de la burocracia, lo cierto es que en el mar de las contrataciones públicas hay mucho pescador avispado. De vez en cuando aflora en los medios algún tema importante como las estrategias de un sector, (recogida de residuos) para evitar la competencia entre las empresas que actúan en la misma zona repartiéndose el mercado o las quejas del personal sanitario por la carencia de profesionales: es obvio que la gestión de la sanidad pública por grupos privados ha servido para aumentar las listas de espera hasta límites intolerables y que es muy dudoso que los costes asociados hayan disminuido. Y aunque así fuera, ese beneficio se lo llevan las empresas como pago por su gestión. Entonces, ¿Qué es lo que aportan?
Y es verdad que a la privada no se le puede pedir vocación de servicio público; ellos están en lo suyo que es el beneficio a corto plazo y cuanto más grande mejor. Basta con sentir la “sana” satisfacción de los bancos cuando nos anuncian que baten récords de beneficios con cifras astronómicas de miles de millones que obtienen, en este caso por su “eficaz” gestión para exprimir el limón de todos los que necesariamente usamos sus servicios. En esto si son eficaces.
Esta situación tan generalizada, nos lleva necesariamente a mirar al otro lado de la mesa: los responsables públicos de la gestión de esos servicios, desde el presidente del gobierno al más modesto alcalde pedáneo; a ellos si cabe exigirles su interés y eficacia en la defensa de lo público y el máximo control del gasto. Con disgusto tenemos que decir que las desviaciones de la “colaboración público privada” sólo se producen por la incompetencia, la dejación o la corruptela de esos responsables públicos. Recientemente ha estado en los medios que en Andalucía se han troceado contratos por valor de cientos de millones de euros para poder adjudicarlos eludiendo las formalidades administrativas que controlan las adjudicaciones o que la reconstrucción de los daños ocasionados por la riada en Valencia recae en muchas empresas que tienen relaciones con miembros actuales o pasados de la Generalitat. Por supuesto tenemos el caso Koldo, y la verdad es que la hemeroteca está llena de testimonios de toda laya incluidos la de los intermediarios conseguidores que se llenan el bolsillo por la cara.
Bercianas, estamos muy indefensas ante las iniciativas de gente avispada y muy eficaz en vaciar las alforjas públicas en su propio beneficio con contratos ventajistas, artimañas legales o incluso estafas. Para defendernos solo tenemos a nuestros representantes, pero: ¿qué hacen además de sentarse en la poltrona y vestir el cargo? Lamentablemente, en muchos casos colaboran de una forma u otra en el saqueo y deterioro de lo público, que por cierto es lo nuestro. Deberíamos pensar bien a quienes elegimos.
PD. Las gatas del callejón os desean unas muy felices pascuas y un próspero año nuevo. Pero no os hagáis ilusiones: el año que viene tocaremos la misma canción.