[PAJARITOS Y PAJARRACOS] Teruel existe y el Bierzo desiste
XAN DAS VERDADES | Llevo decenas de años con la intención de ir a conocer a Teruel capital. Reconozco que no es muy normal la paradoja de haber visitado antes Oklahoma City que la Ciudad del Torico.
Teruel es uno de los tantos lugares esquinados a los que hay que ir adrede, y aunque su mudéjar tiene gran interés no ha sido bastante para dejarme caer allí. Le pasa lo que, a no tardar, le pasará inexorablemente a Ponferrada, que está de facto fuera del mapa. Aquí con el Camino de Santiago de cordón umbilical con el mundo y allí con la Ruta del Cid y de la Sierra de Albarracín de referentes.
Teruel, no obstante, tiene muchísimos más boletos que nosotros para entrar en el circuito del progreso, al que se accede pronto si toca el gordo en la tómbola de las comunicaciones. Un eje Levante-Toulouse por Teruel, Zaragoza y Pirineos Centrales tiene su lógica, y se impondrá más como alternativa a la gran fragilidad que acusan las actuales comunicaciones por los agitados extremos pirenaicos.
Con esa sola actuación que acorta la distancia al corazón de Francia, Teruel se despojaría de su atávico aislamiento y entraría en la senda del futuro que hasta ahora la geoestrategia le ha negado. Una posibilidad racional que por aquí no se otea ni de lejos, cuando toda la validez de nuestro acervo argumental para lograrlo se arruinó de un plumazo al sacarnos del diseño de la red nacional del AVE.
El revulsivo que la eclosión parlamentaria de Teruel Existe produce en quienes lo ven como un ejemplo a imitar o, simplemente, a envidiar, es la otra parte del relato reivindicativo berciano tradicionalmente enquistado en una fase de interruptus permanente. Mucho antes que en Teruel aquí ya intentamos ser los dueños de nuestro propio destino, pero los partidos que hoy teatralmente se rasgan las chaquetas del chaqueteo por la situación, lo impidieron. Y no hay que echarles las culpas, menos felicitarlos, pues nunca ocultaron que como peones mercenarios su papel era frustrarlo y meter en cintura al ingenuo coco del cantonalismo botillero.
Lo que siguió es de todos conocido: estacionar una aspiración legítima en el sonrojo del cachondeo más carpetovetónico con unos partidos de cartón piedra y unos líderes de cómic. Y si ya es difícil cosechar oportunidades en tierra yerma, con tales yuntas políticas hasta el arar se antoja imposible. No sé que burro quieren seguir vendiendo al personal cuando, tras cuarenta años dando la vara, aún bullen en la absoluta irrelevancia.
Si para algo puede servir el ejemplo de Teruel Existe es para que los contumaces se caigan del guindo
Si para algo puede servir el ejemplo de Teruel Existe es para que los contumaces se caigan del guindo. Son muchas las razones como tantas han sido, y son, las oportunidades de quitarse de enmedio. Hay que dejar que la savia nueva de la juventud tome el relevo y asuma el entero protagonismo, sin que los estabulados por defender su alpiste les entorpezcan con sus banalidades.
Siempre lo he dicho, y me reafirmo en que un poder político propio, fuerte e independiente es palanca necesaria para levantar la incomprensión que nos encapsula en la depresión perpetua. Primero nos metieron en una región con la que poco teníamos en común y al tragar con ello, desistimos del derecho a tener una circunscripción propia. Después nos engatusaron con una institución postiza para neutralizar a mayores exigencias, y al consentirlo renunciamos al derecho a gobernarnos. Más tarde decidieron sin advertirlo que nos condenaban al aislamiento y al desistir de impedirlo, renunciamos al derecho de estar bien comunicados.
Seguidamente optaron por despilfarrar los fondos de reconversión que nos correspondían, y al desistir de su control renunciamos al derecho a consolidar nuestro futuro. Paralelamente abrazaron la corrupción generalizada blindando a unos cuantos indeseables, y al desistir de combatirla renunciamos a vivir en un territorio justo. A continuación tramaron tutelar la depredación de la naturaleza esquilmando sin duelo, y al desistir de su protección renunciamos al derecho a tener un Bierzo incólume.
Finalmente urdieron el desmantelamiento de la actividad productiva que también era un modo de entender la vida, y al desistir de exigir nuevas alternativas renunciamos al derecho al trabajo, al bienestar y a la armonía.
No, aquí no tenemos los mimbres de la conciencia ciudadana que enaltecen a Teruel; no, aquí carecemos de los arrestos sin cuento que exhiben los de Teruel; no, aquí faltan lideres con talla para aunar voluntades en torno a una aspiración como en Teruel.
Y en tales diferencias se sustancia que: TERUEL EXISTE Y EL BIERZO DESISTE.