[LA OVEJA NEGRA] Contrasentidos y controversias
GERMÁN VALCÁRCEL | Sostiene, con la lucidez que le caracteriza, el intelectual y teórico de los movimientos sociales latinoamericanos Raúl Zibechi, y servidor lo comparte plenamente, que la izquierda y la derecha son la misma cosa, dos formas diferentes de gestionar el capitalismo.
Mientras en América Latina la fortísima contestación social, encabezada y dirigida por diferentes colectivos anti sistémicos, fundamentalmente indígenas, muestran la crisis terminal del izquierdismo autoritario, caudillista y patriarcal, Bolivia está siendo su tumba (el papel del movimiento feminista ha sido crucial en la caída del “macho” Morales) y tratan de construir otro modelo de sociedad desde abajo; en Europa la socialdemocracia y sus distintas marcas blancas, como sindicatos, ONGs o el ecologismo reformista -los vendedores del lavado verde del capitalismo- son cadáveres hediondos, deudores de su cosmovisión eurocéntrica, mercantilista y colonialista que imposibilitan y torpedean cualquier propuesta de regeneración democrática, y todo intento de organización autónoma, convirtiendo los colectivos sociales en meras empresas asistenciales al servicio de los espurios intereses de sus ejecutivos, además de cómplices necesarios en el abandono de las responsabilidades sociales que son potestad del Estado, o en meras correas de trasmisión de partidos o instituciones de las que dependen vía subvenciones.
Nos lo están diciendo desde todas las esquinas de este enfermo planeta, por mucho que los sicarios del capitalismo extractivista internacional intenten taparles la boca a base de represión y muerte, desde esas geografías que hemos esquilmado, expoliado y destruido para construir nuestro opulento, mercantilizado, híper desarrollado tecnológicamente y desquiciado mundo consumista; sus voces, cada vez más altas, nos dicen que somos unos ladrones que hemos destruido sus territorios y esquilmado sus riquezas pero que de tanto robarles ya han perdido el miedo y que si ellos arden, nosotros también arderemos en el fuego de sus barricadas, fuego atizado por su digna rabia, y que antes de morir nos harán vivir en un planeta en llamas.
No tenemos que ir muy lejos para constatar la podredumbre, miedo y carencia de soluciones reales en la que están instaladas las opulentas sociedades occidentales, en nuestro país, en nuestra pequeña geografía comarcal lo vemos en el día a día.
Esa ausencia de soluciones la soportamos y padecemos en el hacer político diario de nuestros “representantes” en las instituciones más cercanas, ahí tienen, por ejemplo a don Olegario Ramón y a sus huestes instalados en los contratos-puente, una forma como otra cualquiera de eludir la toma de decisiones políticas incómodas, escondiéndose tras supuestas restricciones administrativas, pero que muestran de manera palmaria la falta de coraje para tomar iniciativas que realmente cambien la dinámica de un ayuntamiento anquilosado, preso de las corruptelas y prácticas clientelares que durante veinticuatro años acompañaron el paso de las derechas locales al frente del Consistorio; Samuel Folgueral no fue más que el lacayo del hombre que convirtió Ponferrada en la cloaca que todavía supura.
La opacidad se empieza a instalar en el hacer político cotidiano del actual equipo de gobierno municipal
Mientras la capital de la Comarca Circular sigue su inexorable camino hacia ninguna parte, nuestro insigne y funcionarial alcalde se pasea de feria en feria, de evento en evento haciéndose fotografías, que después reparte por la redes sociales a modo de autobombo, los presupuestos municipales de 2019 han estado prácticamente desaparecidos, desde su aprobación en el pleno hasta que un mes después han reaparecido en el Boletín Oficial de la Provincia, sin estar visibles ni siquiera en el momento de escribir esta columna, (¿qué tratan de ocultar?) en la web municipal. Seguramente podamos encontrar justificación a este hecho en que su concejala de Hacienda y el responsable de informática del Consistorio se encontraban entregados, en cuerpo y alma, a organizar la presentación, a mayor gloria de don Olegario, del proyecto conocido como Ponferrada 3.0. ¿Es esta la transparencia que promete don Olegario con su proyecto?
Pero no solo son estos los rasguños en el fino cristal de la credibilidad, a la espera de un análisis más amplio y profundo a finales del presente año o principios del próximo, la opacidad se empieza a instalar en el hacer político cotidiano del actual equipo de gobierno municipal. Temas como no poner en funcionamiento órganos de participación ciudadana -responsabilidad por cierto de Podemos-, la absoluta ausencia de medidas para implementar la ya añeja Agenda 21, que parece tratan de escamotear recibiendo a algún grupo ecologista, con afanes hegemónicos e incluso excluyentes -al menos por parte de alguno de sus miembros que no soportan la disidencia e incluso pretenden imponer una suerte de pensamiento único-, prometiéndoles un plan de emergencia climática, un mapa de ruido, un Congreso sobre emergencia Climática en 2020, la creación de una supuesta herramienta de participación ciudadana y la indefinida promesa de un Congreso por el Clima para el próximo año, pero ninguna medida real; en estos meses tampoco se ha dado ningún paso en la creación del llamado Consejo Ciudadano o de la puesta en marcha del sillón 26, porque imagino que consultarán con los interesados, aunque servidor ya conoce, sobradamente, el talante y la soberbia que adquieren los políticos cuando el polvo que desprenden las moquetas de los despachos del poder les alcanza el cerebro.
En el Bierzo siempre ha sido muy difícil ejerce el pensamiento crítico: las falacias argumentativas, desde la ad hominem a la del hombre de paja, pasando por el argumento ad antiquitatem o el argumento ex populo, son constantemente utilizados en cualquier debate, por ello servidor piensa que para que cualquier debate sea mínimamente fructífero es necesario salirse del esquema reduccionista y solucionista que pretende que en cualquier tema existe un único problema, una única y exclusiva explicación para ese problema y consecuentemente una única solución. Eso queda para socialdemócratas, para activistas reformistas o para cualquier necio que piensa que es el centro el universo por el mero acto de repetir consigna y mantras. Por eso servidor ha decido ahorrar litros de estupidez y de bilis.
Como sostenía mi admirado Albert Camus, en El Mito de Sísifo: “Del absurdo he obtenido tres consecuencias: mi rebeldía, mi libertad y mi pasión. Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era una invitación a la muerte”.