[LA OVEJA NEGRA] Ponferrada no son ellos
GERMÁN VALCÁRCEL | Entrar en el salón de plenos del ayuntamiento de Ponferrada es lo más parecido a asistir al hundimiento del Titanic: las veinticinco personas que componen la corporación parecen aquella orquesta que seguía tocando su partitura mientras el barco se hundía.
Hace tiempo que esta tierra agoniza víctima de una derecha política y empresarial autoritaria, clasista, meapilas y depredadora, de una izquierda y unos sindicatos mayoritarios convertidos en tumbas donde yacen los restos de ideas de progreso y sueños de utopía, de unos movimientos sociales repletos de trepas y oportunistas, que han convertido el ser ‘progre y solidario’ en una lucrativa profesión y un magnífico negocio. Pero ahora, perdidos en el corazón una crisis sin fin, sienten, como diría Tocqueville, que «ya que el pasado no ilumina el porvenir, la inteligencia camina a ciegas». Con ese cóctel hemos construido una sociedad que obliga a su juventud a viajar -aunque no tenga ni sepa a donde ir- sin billete de regreso. Víctimas del desprecio que nuestras élites sienten por la innovación, la libertad de pensamiento y la crítica.
Cualquiera que conozca algo el mafioso funcionamiento de la vida política y empresarial berciana, el funcionarial, acomodado y misérrimo mundillo cultural o el acrítico y amordazado periodismo provincial y comarcal, sabe que esta tierra carece de humus para que en ella pueda germinar la semilla de la esperanza. Solo ahora que la gallina de los huevos de oro de las subvenciones dejó de poner, algunos mudos de repente recobran el habla y algunos ciegos ven lo que antes no veían, y comienzan a anunciarnos que las políticas populistas y el clientelismo son lo que nos ha dejado sin futuro.
En la capital del Bierzo, tras veinticuatro años de expolio y latrocino por parte de las derechas (el supuesto socialista Samuel Folgueral no fue más que su lacayo para arramblar con las últimas migajas) nuestros actuales munícipes se encuentran entretenidos intentando arreglar lo que ya no tiene arreglo, una corporación putrefacta minada de empresas municipales fraudulentas y por contratos que solo servían para asegurarse coimas.
Ahí tienen al actual equipo de gobierno, encabezado por don Olegario Ramón, personaje que lleva camino de convertirse en un estupendo equilibrista de lo inalterable, municipalizando lo fácil, algunas decisiones son casi obligadas, como el servicio de recaudación y el IMFE. Para lo “difícil” están los contratos puente que fácilmente nos llevarán al siguiente mandato (PSOE en estado puro) y deshaciendo los entuertos ocasionados por el entramado de fundaciones y empresas que la corrupta derecha montó para eludir todo tipo de controles y así poder pagarse botellones, cenas y juergas que, como si el dinero fuese suyo, los representantes pueblerinos de esa derecha política partidaria del mercado sin reglas y enemiga acérrima del Estado del bienestar, que si la dejamos acabará entregando nuestras pensiones a los bancos, la gestión de hospitales y geriátricos a inmobiliarias afines y los colegios a curas pederastas; eso sí, todo de copago o más bien de repago.
Pero no son solo los representantes políticos los responsables, también lo es la sociedad que representan, una ciudadanía adormecida que ha alcanzado un grado de inmovilidad intelectual, ceguera política e indigencia cultural casi absoluta, que se traga sin rechistar los números de los expolios cometidos: los de la empresa Turismo Ponferrada son una autentica desvergüenza. Por no hablar del informe pericial encargado por la jueza que lleva el caso del Mundial de Ciclismo. ¿Alguno de los improbables lectores ha escuchado a algún grupo político o social pedir responsabilidades políticas o tal vez judiciales? No, solo el indecente espectáculo de ver al responsable último de todas las irregularidades cometidas durante la organización de dicho evento, ese ser mediocre y acomplejado, en la TV local y en las páginas del periódico de mayor tirada de la provincia, preguntándose si desde 2014 había ocurrido algo importante en Ponferrada. La respuesta, desgraciadamente, es sí. Que un personaje como él siga siendo representante de una parte de los habitantes de Ponferrada muestra el grado de podredumbre que habita esta ciudad. Tal vez de ahí le viene la preocupación al portavoz del PP por la superpoblación de ratas en las cercanías del Ayuntamiento.
Nuestros actuales munícipes se encuentran entretenidos intentando arreglar lo que ya no tiene arreglo
Para terminar de enrarecer la situación, el portavoz del PP llevo a sede institucional de forma muy hábil, hay que reconocerlo, un rumor que, surgido de los entornos de sus antecesores, lleva días circulando por los mentideros políticos de la ciudad, pidiendo que se haga pública la biografía del señor alcalde, desaparecida tanto de la web municipal como de la de su partido.
Haría bien don Olegario en tomarse en serio estos rumores y practicar la transparencia de la que tanto habla, y aplastaría con ello de raíz cualquier rayado en el delicadísimo cristal de su credibilidad política. Haría bien el actual alcalde en salir al paso de estos rumores con transparencia, porque de no hacerlo muchos que vieron en él la última oportunidad de que la decencia entrara en la máxima institución municipal ya no soportarían otra decepción más y no encontrarían atenuantes para girarse hacia la escoria totalitaria que empieza a comerse a la sociedad española por los pies.
Hay las suficientes evidencias como para comprobar que, si de algo somos culpables, es de vivir en la superficie de las cosas, de creer que habitamos en una sociedad donde todos somos iguales ante la ley, de sostener que la libertad de pensamiento es un derecho, de aceptar que usen nuestras mortajas de manteles en sus mesas.
Tenéis que ser positivos, repiten nuestros verdugos y remachan sus bien cebados voceros mediáticos, saben que es más rentable ayudar a los amos a difundir sus falsas tesis, con huecos vocablos carentes de compromiso, que adjetivarlos con informaciones veraces
Si admitimos las tesis de la casta política no estaremos más que aceptando una propuesta de suicidio. Nos quieren obligar a expiar las quimeras utópicas, a encerrarnos en un zoológico de humanoides resignados, esclavizados, a convertirnos en herramientas que hablan. No puedo remediarlo, siento pavor ante los días por venir.