[LA OVEJA NEGRA] Tiempo de descuento
GERMÁN VALCÁRCEL | Estamos al borde de un completo cambio de paradigma a escala planetaria. El viejo sistema se tambalea y los viejos equilibrios socio-económicos y geopolíticos se hunden ante nuestros ojos, aunque algunos prefieren cerrarlos, en vivo y en directo.
Bajo la estrepitosa debacle del capitalismo se está consumando, también, el fracaso de toda una civilización. Doble fracaso, pues. Fracaso científico y fracaso ético. Porque lo que han estado fomentando tanto desde el binarismo izquierda derecha como los gurús de la economía de mercado, desde hace ya varios lustros, no es más que una sociedad de propietarios privados, la inmensa mayoría hipotecados, en supuesta competencia libre. Es la sociedad que nos orienta a todos a proceder como depredadores de otros humanos y de nuestro medio, es la sociedad del individuo competitivo carente de cualquier tipo de solidaridad.
En última instancia lo que estamos viviendo es la guerra por el despojo y la explotación. Esa guerra tiene como motivo unas veces el petróleo o el gas, otras las privatizaciones de servicios básicos, como la energía, la tierra, la sanidad, la educación o el agua, en definitiva, la mercantilización de todas las materias primas y de la vida misma. Sostenía Will Durant, historiador norteamericano, que el paso de la barbarie a la civilización había exigido siglos, el paso de la civilización a la barbarie necesitara un solo día. Muchos dicen que encontramos en los albores de ese día.
Hay fuertes razones para considerar que el capitalismo es incapaz de frenar la devastación ecológica que ha creado y esto en el tiempo limitado que queda antes de que esto se vuelva totalmente irreparable. ¿Es razonable pensar que el capitalismo, movido por un imperativo de rentabilidad y sometido a lógicas de corto plazo, pueda tomar en cuenta de manera seria un parámetro que implica una mayor reducción de sus márgenes de ganancia? ¿Acaso no tenemos ya todas las razones para concluir que la reproducción del capitalismo intrínsecamente movido por la necesidad de una expansión ilimitadas de la producción para la producción y para la ganancias pone en peligro la preservación de las condiciones de vida en el planeta tierra, y hasta la existencia misma de la especie humana? ¿Es razonable seguir entregando el futuro de la humanidad y del planeta a un sistema económico basado en la necesidad estructural del crecimiento, es decir en un proceso continuo e infinito de autoexpasion del valor que impone una lógica productivista que no tiene más objetivo que su propia intensificación y las ganancias que de ella tienen que derivar?
Si lo que pretendemos es entender las complejas y tecnológicamente avanzadas sociedades de economías termo industriales y de servicios, deberemos partir de que solo han sido posibles gracias a la abundancia energética sustentada por las energías fósiles, fuentes energéticas que lejos de ser infinitas son finitas como estamos comprobando, pero que gestionamos como si esas materias primas fueran infinitas.
La berciana es una sociedad de zombis, y los muertos vivientes no saben, ni ellos mismos, que están muertos
Soy consciente que en la Comarca Circular el discurso político y mediático da la espalda a cualquier debate relativo a la situación de pre colapso sistémico, incluso entre los sectores ecologistas (la gente no lo va a entender, me espetó hace tres años uno de los gurús del ecologismo berciano) que padecemos, por eso sostengo que en este contexto global la situación que atraviesa el Bierzo se podría definir de la siguiente manera: la berciana es una sociedad de zombis, y los muertos vivientes no saben, ni ellos mismos, que están muertos; eso, también, nos ayuda a entender los dislates que oímos a los dirigentes políticos, sindicales y empresariales bercianos sobre cómo superar el coma político, económico y social en el que sobrevivimos.
En un modelo territorial, supuestamente redistributivo pero salvajemente centrípeto, queda muy ecológico y solidario hablar de transiciones justa, de reducir emisiones, pero para ello tienes que ocultar que has decidido sacrificar ciertas zonas del país, el Bierzo desde hace un siglo es una de ellas -antes el extractivismo carbonero y la generación de energía-, para seguir contaminado en beneficio de ese modelo de desarrollo, convirtiéndolas en vertederos, incineradoras de residuos, lugares donde el extractivismo, los procesos industriales altamente contaminantes o la producción de componentes necesarios para los generadores no renovables que aprovechan energías renovables difusas, son los sectores donde su cada vez más manipulada, embrutecida y escasa población, encuentra lugares donde conseguir su sustento.
La mayoría de las actividades que ofrecen para esta Comarca, si hacemos caso a lo que dicen los políticos de toda condición ideológica, empresarios y desgraciadamente algunos que se autocalifican de ecologistas -el enemigo en casa, al menos mientras sigan hablando de “desarrollo sostenible o sustentable”- son actividades que producen daños irreversibles: destrucción y contaminación química de cursos fluviales y acuíferos, destrucción del suelo fértil y la vegetación, la agroindustria y el turismo que algunos defienden como solución no es más que lo mismo con otros medios. Mientras no asumamos, mientras no seamos capaces de gritar alto y claro que la única descarbonización real, única forma de frenar este vehículo sin fresnos se llama decrecimiento y que la única paz se llama justicia social.
Con nuestro modelo de vida, basado en la mercantilizacion de absolutamente todo, estamos envenenando la tierra, nuestro alimento, el agua, el aire, a los demás seres vivos que nos acompañan, sin parar, en aras de un supuesto desarrollo y bienestar. ¿Entendemos a donde nos lleva el envenenamiento de todo lo que nos rodea? Cuando lleguen los problemas nadie podrá decir que la información de la que disponían no era clara, digan que prefirieron cerrar los ojos como niños asustados pensando que los problemas se desvanecerían por sí solos, pero desgraciadamente eso no va a pasar.