El Museo de León inaugura el 2020 con una pintura del Castillo de Ponferrada
El Museo de León inaugurará el próximo año 2020 con el óleo sobre lienzo Castillo de Ponferrada, obra del intelectual local Lorenzo Fuentes y creada en torno a 1868, elegida como pieza del mes de enero por la institución provincial.
A pesar de ser una obra sencilla y provista de una marcada visión romántica que despoja de toda referencia urbana el entorno y el paisaje, resulta un valioso testimonio del estado del monumento a mediados del siglo XIX. En el ángulo inferior derecho se puede encontrar un pequeño letrero donde se lee: “Ponferrada. Fortaleza del Temple como estaba en 1840. Lápida de la entrada a las habitaciones, restos de la ventana gemela-gótica y curiosa clave de la puerta de las caballerizas que desaparecieron con el derribo permitido en 1848, salvándose la lápida que se conserva”.
Se tiene constancia, gracias al escritor berciano Gil y Carrasco, de que en 1840 el interior del edificio era “un montón de escombros” y de que en 1848 el Ayuntamiento de la localidad decidió comenzar la destrucción del propio Castillo y emplear la piedra para la creación de un mercado, unas cuadras y unas serie de casas, llegando a utilizar jambas y ventanales góticos para decorar las nuevas construcciones.
Escandalizados por este acto, muchos eruditos y personas cultas de la zona decidieron crear en 1868, al margen de la legalidad en aquel entonces, una Comisión de Monumentos de la que el autor del óleo sería vicepresidente. Poco después pasaría a ser legalizada como Sub-Comisión de Monumentos dependiente de la provincia de León, buscando la declaración del castillo como Monumento Nacional y pidiendo a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando su intercesión para detener el consentido derribo por parte del Ayuntamiento.
Sin embargo, los destrozos y derrumbes continuaron varias décadas, entrado ya el siglo XX. En 1924 se convertiría en Monumento Nacional. No obstante, ni esto consiguió su protección integral y en 1994 se cerró al público por peligro de hundimiento, comenzando poco después la ambiciosa restauración que concluye en 2010.
Con esta obra, se decide rescatar la memoria de la fortaleza medieval cuyo uso como baluarte se remonta a un castro prerromano. El empleo por parte de la Orden del Temple desde finales del siglo XII, efímero y apenas contrastado constructivamente, ha pasado a ser una vitola de éxito turístico, pero el edificio se debe en especial a momentos muy posteriores, en manos de la nobleza (los Castro, los Osorio y los Condes de Lemos, en particular) y la monarquía.