[LA OVEJA NEGRA] Crecimiento versus emergencia climática
GERMÁN VALCÁRCEL | Mientras el gobierno declaraba la emergencia climática, la borrasca Gloria se lleva por delante desde playas como la Patacona o el Cabanyal en Valencia hasta el Delta del Ebro, pasando por puentes, infraestructuras ferroviarias, carreteras y viviendas, y dejando a su paso diez muertos.
Parece que este tipo de temporales y eventos climáticos extremos van a ser cada vez más frecuentes, los científicos nos avisan que son episodios ligados a ese Cambio Climático que ya está en marcha, y al modelo de sociedad que hemos desarrollado.
¿Qué va a suponer la declaración de Emergencia climática? La respuesta, para servidor está clara: el Ministerio de Transición Ecológica va a ser, en realidad, el Ministerio de los Negocios Climáticos. En definitiva, seguiremos instalados en el BAU (la expresión en inglés Business as usual que significa en castellano, negocios como siempre).
La cuestión climática no es, actualmente, un aspecto de la política entre otros, sino el que define el orden político de principio a fin (incluso para los que la niegan), obligándonos a todos a redefinir las cuestiones más antiguas de la justicia social. Sin embargo, no cabe esperar otra cosa que operaciones de maquillaje y propaganda de un gobierno que lleva el Crecimiento como primer punto de su programa económico y prerrequisito de cualquier otra consideración, una vía, el crecimiento, que todos los ministros de Unidas Podemos (les vuelvo a remitir al manifiesto Última llamada), consideraban hace cinco años “un genocidio a cámara lenta”.
Nuestros actuales gobernantes, envueltos en la fraudulenta bandera de la transición ecológica, seguirán desinformando o contando parcialmente la verdad, ya que no nos explicaran con datos reales (ellos viven del voto, y no quieren incomodar a sus posibles votantes, ni sacarlos de sus consumistas vidas de habitantes de una de las metrópolis neocolonialista de Eurolandia) que supone y como vamos a luchar, con hechos concretos, contra el Cambio climático.
Jamás los oirán aceptar que las llamadas energías limpias o renovables no existen, ya que para la construcción, instalación y mantenimiento de torres eólicas y paneles solares se requieren miles de toneladas de materiales, minerales y energías no renovables. Tampoco nos explicaran cuales serían las consecuencias reales de descarbonizar nuestro metabolismo social (no piensan hacerlo, solo ganar tiempo), para que se hagan una idea: de llevarse a cabo, de manera abrupta, esa descarbonización acabaría con aproximadamente diecisiete de los actuales veinte de millones puestos de trabajo que existen en este país, por eso las medidas más importantes y dolorosas las aplazan varias décadas. Tampoco pretenden implementar medidas para desacoplar el sistema alimentario de la agroindustria, uno de los sectores más dependientes del petróleo, un sector que desde el tractor que prepara el suelo, la producción de fertilizantes, plásticos y siembra de la semilla, al transporte a los supermercados o mercados centrales, todo el proceso depende del petróleo. En cada etapa del proceso de producción agroindustrial queda una huella de petróleo, por eso, cada caloría de alimento que consumimos necesita diez de petróleo.
El actual gobierno seguirá contando parcialmente la verdad, ya que no nos informará de cuál es el impacto real que podría tener en nuestras vidas si fuese cierto su objetivo de descarbonizar nuestro país (imposible si quieren compatibilizarlo con el Crecimiento), ni nos explicaran como van a electrificar, con energías renovables la aviación civil, tan relacionada con el turismo, sector absolutamente insostenible pero que supone en torno al 20% de nuestro PIB (según datos ofrecidos ayer mismo en IFEMA, más del 80% de los más de 82 millones de turistas que llegaron a España en 2019 lo hicieron en avión), o el transporte pesado terrestre, la metalurgia y la siderurgia, la industria de cemento y hormigón, la minería, el transporte marítimo o, incluso, el ejército y las fuerzas de seguridad. Ninguna medida va a tomar porque para descarbonizar realmente nuestra sociedad tendríamos que reducir nuestro consumo energético entorno al 50 o 60%. Si le cuentan esto a cualquiera de los votantes de todo el espectro político, verán a donde mandan al político que, valientemente, se atreva a decirlo. Al mismo lugar y con las mismas descalificaciones al que suelen enviarnos a los que lo planteamos.
En el Bierzo, para eso que se autocalifica de izquierda, parecen seguir vigentes los enunciados políticos e intelectuales de los albores del siglo XX
En definitiva, la declaración de Emergencia Climática es la típica maniobra de distracción de la izquierda institucional (realismo lo llaman) y un buen ejemplo de cómo es posible vivir de las apariencias y de paso tener confundida y anestesiada a la mayoría social durante un tiempo. Una vez más la fantasía y el pensamiento mágico les permitirá seguir aplazando la toma de decisiones reales y desagradables para los votantes. Votantes que, ciertamente, tampoco están muy interesados en conocer y afrontar la cruda realidad a la que nos enfrentamos.
Sin embargo, en el Bierzo parece que vivimos en otro planeta, el cambio climático, y las causas que lo ocasionan, no forman parte, ni como ejercicio intelectual, del debate político y social; tengo la impresión que los negacionistas y los anestesiados son absoluta y amplísima mayoría en esta esquina del planeta, tal vez lo pobres energéticos sabrían de que hablo, pero ellos seguramente carecen de internet.
Mientras en el resto del mundo todas las afiliaciones políticas se organizan bajo esa premisa, aquí el debate de nuestros políticos, empresarios, “emprendedores” y sindicalistas solo se basa en posicionarse para meter mano (acceder, en lenguaje políticamente correcto) a los fondos que se prevén lleguen a esta comarca con la supuesta New Green Deal o Pacto Verde que, traducida en transición justa por estas tierras, parece estar preparando el nuevo gobierno.
En el Bierzo, para eso que se autocalifica de izquierda, parecen seguir vigentes los enunciados políticos e intelectuales emitidos en los albores del siglo XX, cuando vivíamos en un planeta habitado por poco más de mil millones de personas y donde parecía que los recursos eran potencialmente infinitos.
En una sociedad incapaz de aceptar algo que está al alcance de las matemáticas que conoce cualquier estudiante que termina la primaria, como es que nada puede crecer infinitamente en un planeta finito, sin embargo, cualquier solución que se plantea sigue la línea de extralimitación ecológica en la que llevamos instalados desde hace cien años. Por eso hablar de la Termodinámica aplicada a la economía o de la paradoja de Jevons es superfluo.
Llegados a este punto se debe aceptar que ya no se trata, de negociar con las élites, ellas tienen totalmente asumido y claro que está ocurriendo, y tiene tomada su opción: el eco fascismo que defienden las derechas “occidentalocentricas”, al que parecen querer apuntarse, también, la clases medias y populares de los países de la OCDE y las emergentes clases medias de los BRIC (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China), menos del 25% de los habitantes del planeta (se imaginan que ocurriría si esos 3.000 millones de seres humanos que tienen un consumo energético medio de 600 kWh per cápita lo aumentaran un simple15%, no es mucho. En España estamos en torno a 7,000, y en USA alrededor de 15,000).
De lo que se trata es de salir del Crecimiento, de aceptar que el Cambio Climático no es más que el síntoma del desastre medioambiental al que nuestra sociedad y nuestro modelo de vida nos ha abocado y para ello deberíamos escuchar a todos esos científicos e intelectuales que nos sugieren, empezar a utilizar y practicar, de manera urgente, los siguientes verbos: descomplejizar, desurbanizar, destecnologizar, decrecer, cuestiones que Jairo Restrepo -el gurú de la llamada agricultura orgánica- resume en una sola palabra “alpargatizar”.
Ante semejante panorama a servidor le vienen a la memoria las palabras de Jorge Riechmann cuando afirma que “me niego a caer en el autoengaño. Me niego a engañar a la gente, o simplemente a omitir la realidad: estamos a tiempo de definir la magnitud del genocidio, no de detenerlo”.