[PAJARITOS Y PAJARRACOS] Soy culpable del hundimiento del Bierzo
XAN DAS VERDADES | El Bierzo está hundido y todos sin excepción lo constatan, pero es el hundimiento más extraño ocurrido jamás porque no hay culpables ni tan siquiera responsables.
Estas cosas suelen pasar cuando vienen mal dadas y las las culpas son corales porque los causantes tratan de escaquearse en la impunidad del grupo.
Todos los hundimientos tienen una paternidad solitaria o colectiva desde el del Titanic al del Imperio Romano, menos el del nuestra tierra que ni dios se da por concernido de la autoría.
Esto viene muy a cuento porque los culpables, todos sin excepción, han convocado una manifestación para protestar, al parecer, contra las infames consecuencias de sus propios actos.
Es el mundo al revés, los pájaros disparando a las escopetas. Y ahí los tienen, sin el menor rubor, sin una mácula de aflicción y, faltaría más, sin el menor signo de tener un íntimo arrepentimiento. Hay que tener morro por parte de los mediocres del puente de mando para convocar a la marinería superviviente con intención de esconder su incapacidad echando la culpa del naufragio a los cantos de las sirenas.
Eso, que ya no tiene un pase, resulta aún más putrefacto por la sospecha de que esto es el preludio de otro festín. Las hienas huelen la sangre fresca de otra orgía incontrolada con la cacareada transición justa, y se aprestan a llevárselo crudo como en las ocasiones anteriores.
El Bierzo les importa un pimiento, y montan esa manifestación con el objetivo de significarse como líderes reivindicativos para volver a amañar en beneficio propio, de los amiguetes, o del clan ideológico.
Las hienas huelen la sangre fresca de otra orgía incontrolada con la cacareada transición justa
Llegados hasta aquí, debo entonar el mea culpa: en la parte que me corresponde, soy culpable de que el Bierzo esté hundido. Y lo soy por omisión, por consentir, sin suficiente compromiso activo, que se perpetrara con mi tierra una de las mayores atrocidades socio/económicas de España tras la guerra civil. No exagero, lo constato y reafirmo. No es posible entender por nadie, con dos dedos de frente, que el territorio de una democracia de la Unión Europea sea un espacio cautivo, sojuzgado, arruinado y preso de la insidia.
La estabilidad laboral ha sido una ruleta en manos de depredadores y caza subvenciones, que no han dudado en largarse con el botín y dejar a la gente tirada sin ninguna alternativa. La representación política una suerte de sucursal multi-marca ovina, genuflexa y claudicante, que ha cambiado la panza llena por los principios. La información, un cuasi monopolio de sinvergüenzas que trafican con el rigor y la independencia a cambio de prebendas, negocios trucados y de la descarada protección política e institucional.
No sé si estas cosas, demostrables, que todo el mundo conoce y acepta con resignación, son el mejor aval democrático para exigir ayuda de las instituciones nacionales y europeas. Lo congruente y necesario sería que a nuevos horizontes nuevas caras. Y quien haya coincidido por cargo o trayectoria con la época de la devastación y la rapiña, debería abstenerse de convocar o asistir a la manifestación, y menos osar a meter las narices en lo que venga, si viene, que no es para ellos.
Finalizo, tengo la certeza de que predico en el desierto. Pero desde la asunción de mi cuota de responsabilidad por la omisión de no haber luchado más firmemente contra la maquinación, les digo a la gente honesta y confiada que va a ir tras las pancartas que no se fíen, que el lobo pierde el pelo pero no las malas intenciones.