[TRIBUNA] Un berciano en el epicentro italiano del coronavirus
JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ | Voy a comentar brevemente mi humilde opinión sobre todo este asunto del coronavirus, entre otras cosas porque yo me hallaba en Italia cuando estalló allí el brote.
El viernes 21 de febrero llegué al aeropuerto de Bolonia (Emilia-Romaña) y, nada más aterrizar, se originó la crisis. Tuvimos un exhaustivo control, toma de temperatura, etc., y ya nos avisaron de que estaban suspendiendo los trenes y el transporte público hacia las regiones del norte como Lombardía o el Véneto.
Mi intención inicial, que era ir hacia el norte, quedó descartada. Cancelé reservas de hoteles y me dirigí hacia la región de las Marcas (San Marino, Urbino, Pésaro…), situada mucho más al sur y, en teoría, aún libre de la epidemia. Allí me refugié hasta mi regreso, ante la imposibilidad de adelantar el vuelo porque, o bien ya no los había para los días siguientes, o porque las compañías habían subido los precios más allá del salario de una persona normal.
Durante esos días, mientras por toda Italia ya había ciudades y regiones completamente aisladas, cerraban colegios, universidades, monumentos y museos, y morían las personas por decenas, en España solo había algún caso aislado.
Mi vuelo de regreso fue el miércoles 26 de febrero. Aunque me hubiera perjudicado a mí, ese vuelo ya no tendría que haber aterrizado en Barajas. Para cogerlo tuve que volver nuevamente a Bolonia, que para entonces ya era una ciudad fantasma (ni una sombra por la calle, restaurantes cerrados…). En el panel del aeropuerto, los vuelos desde Italia se cancelaban a medio mundo, pero no a España. En mi avión, numerosos chinos e italianos tosiendo que, según tomamos tierra, se esparcieron y se diseminaron sin ningún mínimo control por todo Madrid. Y supongo que así pasó con el resto de los otros tres vuelos que cubrían la misma ruta esa jornada y durante los días anteriores y posteriores.
Ahora nos chupamos nosotros el marrón del confinamiento y nos van a restringir la libertad de movimientos
Al llegar, llamé a un teléfono de información estatal para comentar mi situación y mi profesión, y me dijeron que no había ningún problema, y que fuera a trabajar normalmente. Trivializaron el asunto, como supongo que también lo trivializaron con el resto de llamadas. Y, ante todo, nada de alarmismo: si pasa algo, será poca cosa, uno o dos casos a lo sumo, como decía el experto Simón en la tele.
Mi impresión, viniendo desde Italia, es que aquí en España no se hacía nada y se lo tomaban a broma. En Italia, unos días antes, ya estaba todo cerrado, y te tomaban la temperatura hasta para entrar en los pocos trenes que aún seguían circulando. Aquí, un Gobierno inoperante y primerizo, pero también soberbio, ante una situación a la que desafiaba sin ningún miedo.
Al mismo tiempo, animaban a los pobres ciudadanos a acudir masivamente a las manifas feministas del 8M, y en León se celebraba un acto multitudinario, en un reducido espacio como Botines, donde ZP, Cendón y la diputada Andrea eran jaleados por las masas mientras hablaban de abolir la prostitución, meter en la cárcel a los puteros y prohibir la pornografía. También Pedro Sánchez y sus ministras espoleaban al ciudadano medio a manifestarse en masa contra el heteropatriarcado, obviando lo que había pasado y estaba pasando en Italia. Sí, el mismo Sánchez que politizó y culpó de la crisis del Ébola al anterior Gobierno, en la que solo murió el perro Excalibur.
¿Mi conclusión? Reacción lenta, torpe y tardía. No controlaron nada de nada cuando tenían que haberlo hecho, y ahora nos culpan a los ciudadanos porque salimos a la calle o nos reunimos. Ahora nos chupamos nosotros el marrón del confinamiento y nos van a restringir la libertad de movimientos. Ahora el foco está sobre nosotros en vez de sobre los inútiles que gestionaron como el culo la situación, debido a su ignorancia y a su “tranquilos, todo está bajo control”. Ahora la culpa será nuestra por salir a la montaña o a comprar tabaco… El foco que alumbra al preso que trata de escapar de una cárcel está ahora sobre nuestra cara, en vez de estar sobre su jeta. Y mientras siguen difundiendo eslóganes facilones y repetitivos, sobre todo en las redes sociales, para que nuestro cerebro asimile que la culpa es nuestra. Por cierto, yo de momento no estoy contagiado…