[TRIBUNA] El sector público, una vez más al rescate
OLEGARIO RAMÓN | El confinamiento en mi habitación alcanza ya los veinte días. Ciertamente he podido verificar, para mi sorpresa, que se pueden hacer muchas cosas sin salir de unos pocos metros cuadrados, y también que la privación de libertad es un castigo generalizado en los sistemas penales de todo el mundo por algo.
Ahora que la temida curva parece que empieza a estabilizarse, si bien todavía quedan unas semanas de lucha disciplinada frente al COVID 19 y varios meses para la vuelta a la normalidad, si alguna vez vuelve eso que denominamos normalidad, no es momento de ajustar cuentas con nadie pero sí me sorprende el cambio de opinión de los que habitualmente piensan que el mercado siempre consigue un equilibrio per se, sin necesidad de intervención alguna del Estado en los mecanismos intestinos de funcionamiento del mismo.
Ya en 2008 líderes mundiales rendidos al liberalismo más ortodoxo cambiaron su discurso e insistieron y actuaron en esa línea, en la necesidad de la intervención del Estado de manera activa y protagonista para salir de aquella situación de caos económico mundial. Superados los aprietos más acuciantes de aquella crisis, esos líderes volvieron a su pétreo liberalismo casi sin agradecer al Estado, a lo público, a lo común, el enorme esfuerzo realizado para salir de aquel atolladero.
La crisis sanitaria del COVID 19 nos ha puesto otra vez en una tesitura similar, salvando las distancias. El sistema sanitario público ha salido al rescate de todos nosotros con un sobreesfuerzo sin precedentes. Un sistema que, con carácter general, en los últimos años ha perdido músculo mientras se bendecían nuevas fórmulas de gestión sanitaria: fundaciones, sociedades mixtas o impulso directo de la sanidad privada, que sin duda debilitaron nuestra fortaleza sanitaria pública. La red de nuevos hospitales de la Comunidad de Madrid o el Hospital de Burgos pueden ser ejemplos paladinos pero hay otros muchos por casi todo el territorio nacional.
Si algo ha de traer esta crisis es la nula tolerancia hacia cualquier tipo de ataque al sistema sanitario público
Otro tanto se puede decir de nuestro sistema público de cobertura de necesidades sociales. Hasta hace nada se escatimaban fondos para financiar nuestro sistema de cobertura a las personas dependientes y ahora mismo, a consecuencia de los efectos de la pandemia, todos los sectores le piden al Estado y al resto de administraciones ayudas para salir de esta situación casi sin precedentes. Se vuelven a poner en valor los pilares públicos del Estado para hacer frente a una situación de necesidad generalizada. No pocas administraciones han pasado de practicarle al sector público una estricta terapia de adelgazamiento a exigirle que haga frente a una panoplia de necesidades sobrevenidas.
Se suele decir, no sin razón, que la historia es cíclica y que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Confiando en que, por una vez, esto no sea así, creo que si algo ha de traer esta crisis es la nula tolerancia hacia cualquier tipo de ataque al sistema sanitario público, la contestación abierta, contundente, feroz hacia cualquier intento de desmembramiento de un sistema sanitario público de calidad, universal y gratuito. El sistema sanitario y el sector público en su conjunto saldrán heridos por su sobreesfuerzo en esta batalla. Por eso se ha de compensar ese déficit y se ha de actuar bajo la juiciosa hipótesis de que este tipo de pandemias, que creíamos que no podían afectar a la vieja Europa ni al mundo desarrollado, podrán repetirse cada cierto tiempo en el futuro. La sociedad no toleraría que una nueva pandemia nos pillara desprevenidos.
Y no quiero caer en la necedad de centrar el debate de la gestión de una crisis sanitaria gigantesca en la altura a la que han de ondear las banderas o en si los medios de comunicación están presentando esta pandemia como una catarata de buenas noticias. Ahí ya no entro ni quiero entrar. En ese terreno de la farándula política hace tiempo que ya me he rendido ante lo obvio, ante lo miserablemente obvio.
- Olegario Ramón Fernández es alcalde de Ponferrada.