El poeta en la taberna (I)
El que nunca fue amado por los dioses
llena la casa de altares,
cultiva su infortunio
como un regalo singular
y huye
de las mujeres y sus tentaciones.
Quien siembra campo ajeno
maldice a los gorriones que estropean el trigo.
Yo no mezclo en mi sopa tres pizcas de estramonio,
ni le pido a una imagen que aleje la vejez,
pero si hay quien se alegre conmigo cuando gasto
lo poco que me queda, eso me basta.
Y como nada me guardo,
nada me sale a buscar.
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Juan Carlos Suñén
Magaz de Abajo