Canción
Desde el monte cercano
pueden verse los fuegos
del enemigo. Pronto,
tal vez mañana mismo,
comenzará el combate.
Enodión, el etíope,
está tallando un palito
y Querefonte, el griego, se desliza
bajo uno de los carros.
Galerio, el joven de Crotona, saca
brillo a sus armas. Creso
ríe su propia broma
de mercenario. El búho,
grita y la luna tiembla tras una nube.
Ni siquiera recuerdo
su nombre. ¡Dulce esposa,
si no fuese la guerra
tan celosa!
Viene fría la noche
y yo me envuelvo en mi centón y cierro
los ojos, y le pido
a Domicio que deje de cantar,
y al sueño que en el hombro
me toque y me despierte de este sueño.
— Juan Carlos Suñén
Magaz de Abajo