El poeta en la taberna (y V)
Y ahora que el orgulloso
ha cerrado la puerta tras su ira
(y no se ve a menudo
salir de esta taberna
a un aprendiz de dios) y que me basta
con lo que me habéis dado (y este poco
que me quedó de anoche), permitidme
que descanse por hoy.
Porque a los buenos,
que tomasteis las armas
de todos, no quisiera fatigaros
con la mía. Y los buenos
a quienes no dejó su condición
luchar, no deberíais
permitirme que haga
esperar a quien supo
por doce ases y medio acabar una.
Conque, ¡ea!
Volved a vuestras casas.
Y no me pidáis más porque del otro
lado de esa cortina que una mano
tintineante retira, me reclama
la que me hace más fuerte que la fama.
— Juan Carlos Suñén
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