[PÍLDORAS CONFINADAS] Cañas con funcionarios nada resentidos
“Algunos de mis mejores amigos son resentidos”, confiesa el personaje interpretado por el luthier Marcos Mundstock en El cuento de las comadrejas, una película redonda (delicioso e inquietante a la vez el eufemismo “establecimientos de retiro planificado”) aunque no termine de convencer a Carlos Boyero. A pesar de ello, y de que cite mal al gran Antonio Gamero (el de «como fuera de casa en ningún sitio»), le seguimos profesando una alta estima al heterodoxo, vitriólico e iconoclasta crítico de cine y televisión.
Acaso resentidos con las urnas, Los barrios más ricos de Madrid prenden la mecha de las movilizaciones contra el Gobierno por toda España. Hay quien se escandaliza, pero ¿cómo los va a disolver la policía si son el maniqueo perfecto? Lo explica muy bien el politólogo César Calderón en ¡Chalecos para todos y todas! Al Gobierno le viene de fábula la rebelión de los Cayetanos para intentar cerrar filas entre los suyos. Por eso los medios afines amplifican el ruido de las cacerolas virtuales con titulares como «Si la gente más indeseable de tu país se apropia de la bandera, es muy difícil que te sientas representado por ella».
¿Cómo va a disolver la policía a los Cayetanos si son el maniqueo perfecto?
Mientras nos entretienen con esas bagatelas, ellos pueden seguir a lo suyo: El Gobierno sopesa un estado de alarma hasta el 5 de julio aplicable por territorios. Nada menos. ¿Tendremos campaña electoral en estado de alarma? Porque Feijóo y Urkullu anuncian que habrá elecciones en Galicia y Euskadi el 12 de julio. También hay noticias sobre la yenka de las mascarillas. Ahora toca Las mascarillas, obligatorias en la calle si no se pueden guardar los dos metros. Los objetores tendremos que caminar solo por calles anchas: Camino de Santiago, avenida de España, el paseo del Río y así. Ah, Prepara 115 euros al mes para mascarillas.
Tomando una caña con mascarilla se hace retratar Olegario Ramón, que no se diga que no es un pionero en la obediente aplicación de las instrucciones de sus jefes. Ahí (bebiendo cerveza con hiyab o burka) no nos va a encontrar. El caso es que La desescalada apenas se nota en el comercio y la hostelería de Ponferrada, no porque la gente no se lanzara a las terrazas, sino porque la mayoría de los bares siguen cerrados. Ya sabíamos que esta, en general, era tierra de emprendedores. Igual por eso son Los leoneses, los jóvenes españoles con más ganas de ser funcionarios. Ahora los chavales ya no quieren ser ni futbolistas. Y tampoco es tan mal oficio: La Ponferradina, condenada a indemnizar por despido improcedente a uno de los jugadores del ascenso.