[TRIBUNA] MS vs profesor X o el impuesto sobre la riqueza
MANUEL REY ÁLVAREZ | Hace pocas fechas tuve la oportunidad de asistir, desde la incierta comodidad de mi sofá, a un debate televisivo entre dos profesores universitarios acerca del impuesto sobre la riqueza que se quiere introducir desde el sector Podemos del gobierno. La razón de la propuesta no es ningún misterio, hay que financiar el ingreso mínimo vital y la ingente cantidad de prestaciones sociales extra y ayudas a autónomos y empresas a que ha dado lugar la crisis del coronavirus. Posiblemente también la nacionalización-rescate de alguna de las grandes empresas que dan lustre a la marca España.
Uno de los profesores, al que nos vamos a referir con las siglas MS, estaba en contra del impuesto, básicamente por considerar que se cargaba la llamada “igualdad horizontal”. El otro, al que vamos a llamar Profesor X, estaba a favor, por considerar que en un momento de emergencia nacional, han de ser los más ricos los que más contribuyan.
La igualdad horizontal, explicaba MS, consiste en que si dos personas ganan 100.000 euros al año y uno ahorra 50.000 mientras el otro se lo gasta todo, al cabo de 20 años el primero habrá amasado un patrimonio de un millón de euros, mientras que el segundo no tendrá nada. Por tanto, sería injusto, razonaba MS, que el que dedicó toda su vida al virtuoso ejercicio del ahorro tenga que empezar a pagar un impuesto, mientras que el otro, que se dedicó a darse la vida padre, no tenga que pagar.
Este argumento, que a primera vista luce bastante sólido, si le damos unas vueltas presenta más agujeros que el independentismo catalán. Para empezar, MS atribuye a una vida de ascético ahorro una superioridad moral que no concede a quien no ha querido o no ha podido ahorrar. Habría que preguntar también a MS qué criterio permite considerar virtuoso a quien se da un tren de vida de 50.000 euros al año, pero no nos dispersemos. Podría estar de acuerdo con MS si el despilfarrador se lo gasta todo en sexo, drogas y rocanrol, pero si se lo gasta en la educación de sus hijos, ya no. O si se lo gasta en recorrer mundo y cultivar su mentalidad. Es más, creo sinceramente que el amasador de fortuna quedaría bastante por debajo de estos otros.
Vamos a seguir. El que se ha gastado toda su renta, a menos que lo haya hecho en la economía sumergida, ha estado contribuyendo con impuestos al erario público bastante más que el ascético ahorrador, puesto que, como bien sabemos, el consumo paga IVA. Por otra parte, si quien ahorra sabe que al acumular más de determinada cantidad ha de empezar a pagar un impuesto, su decisión de pagarlo habrá sido tan libre como la de quien decidió gastarlo todo. La diferencia es que éste pagó antes. Y también que pagó más, mucho más, al menos con los exiguos tipos que se plantean para el nuevo impuesto.
MS nos demuestra con su argumento que le preocupa mucho la igualdad horizontal y muy poco o nada la justicia social. Supongamos que en este momento, mayo de 2020, repartimos por igual la riqueza del país entre todos los españoles. Al cabo de unos cuantos años algunos lo habrán perdido todo, mientras que otros lo habrán duplicado o triplicado y algunos pocos, hasta lo habrán centuplicado. La mayoría seguramente estaríamos más o menos igual, pero no es lo que nos importa ahora. ¿Podría explicarnos MS por qué los hijos y los nietos de los torpes, los indolentes o los descerebrados tienen que cargar con los errores de sus padres o sus abuelos? Habrá quien esté pensando en el karma familiar, pero algunos, quizá la mayoría, hace ya tiempo que hemos decidido librarnos de los residuos del pensamiento mágico.
Si queremos justicia social es absolutamente necesario un mecanismo de redistribución constante de la riqueza. Esta es una conclusión que los hacendistas tienen clara, como mínimo, desde la Revolución francesa – yo diría que desde los Gracos – y que hoy algunos, que hasta se consideran progresistas, ponen en duda.
Y, solo por remachar el clavo, una consideración final sobre esto de la igualdad horizontal: no partimos de cero. No se ha producido ese reparto igualitario de la propiedad con el que teorizaba líneas más arriba. De hecho, partimos de una situación en la que grandes patrimonios se acumularon históricamente de forma totalmente injusta y hasta inhumana. Además, como bien sabemos, la dinámica del capitalismo conduce a que el capital, a partir de una cierta masa crítica, crezca por sí solo. De alguna manera hay que compensar esa dinámica, aunque sea con tanta timidez como se pretende con el impuesto susodicho.
Sin duda pensará el lector que todos estas razones contra la supuesta superioridad de la igualdad horizontal son las que esgrimía el Profesor X. Pues no. No sacó ni una sola. Y les aseguro que no por incompetencia o falta de conocimientos, sino por, en mi opinión, el síndrome del que sabe que defiende lo justo. Se trata de un padecimiento que consiste en creer que las causas justas son evidentes por sí mismas. Y se ceba con quienes las defienden. La evidencia de que, ante una emergencia nacional como la provocada por el coronavirus, son los más ricos quienes más han de contribuir es tan apabullante que pareciera que no necesita defensa. Pues no es cierto, la necesita. Y tan trabajada como la de quien defiende lo contrario.
Pero el fondo del debate entre MS y el profesor X no era impuesto sí o impuesto no. En última instancia, lo que se discutía era cómo pagar la reconstrucción, y los argumentos de MS contra el impuesto eran en realidad argumentos a favor de la deuda pública. En las últimas semanas, desde los sectores que tratan por todos los medios de desestabilizar al gobierno, se ha recurrido insistentemente a la alarma sobre la “desmesurada” deuda pública española. Y es cierto que no es un asunto para tomarse a broma, porque una deuda del 100% del PIB, como la que tenemos, no es poca cosa. Sin embargo, tampoco hay que dramatizar. Estados Unidos, por ejemplo, está en el 105%, Francia en el 98%, Italia en el 135% y Japón, agárrense, en el 235%. ¡Y no pasa nada! Con esto no quiero decir que la deuda pueda crecer indefinidamente, ni mucho menos. Lo que quiero decir es que el criterio sobre lo que es mucha o poca deuda está poco claro y cada país aplica el suyo. A Japón, con casi dos veces y media más deuda que nosotros le va de maravilla. De hecho, los que están todo el día pidiendo recortes porque la deuda se nos va de las manos, rara vez mencionan el caso japonés. Mejor dicho, no lo mencionan nunca. Lo cierto es que hay veces que hay que endeudarse, y si alguna circunstancia justifica el endeudamiento, la covid-19 debe ser una de ellas. Probablemente, aparte de una guerra, no haya otra que lo justifique mejor.
Sin embargo, el recurso a la deuda tiene un problema, que consiste en que, al final, hay que pagarla, y en el marco regulatorio europeo, sólo se puede hacer con impuestos. En este sentido la historia reciente del mundo es rica en enseñanzas, pero claro, hay que informarse. Los conservadores de este país y algunos autoconsiderados progresistas se escandalizan porque se propone gravar con una escala del 1% al 3,5% los patrimonios que excedan de un millón de euros y expresan su indignación por boca del ya exdiputado de Cs, Marcos de Quinto, llamando payaso al Vicepresidente del gobierno, exabrupto tan desafortunado como la rima de su apellido. Si este perdonavidas se dedicara un poco menos a insultar y un poco más a leer, sabría que la enorme deuda acumulada por los aliados tras la Segunda Guerra Mundial fue pagada con impuestos sobre sucesiones, que no deja de ser otra forma de impuesto a la riqueza, que llegaron a tipos marginales del 50–60% según países, y con impuestos sobre la renta que, en el caso del Reino Unido, llegó a un tipo marginal del 98%. Repito, 98%. El dato lo da Thomas Piketty en su último libro “Ideología y Capital” de 2019. No estará de más añadir que de esta forma los aliados habían enjugado su deuda en poco más de una década.
Por lo tanto, si al final no hay más remedio que pagar el gasto extra con impuestos, ¿por qué dar un rodeo por el barrio de la deuda pública? Quizá para que los grandes bancos, que son los principales prestamistas del Estado, vuelvan a sacar tajada de la crisis como ya ocurrió con la anterior. Por cierto, se me olvidó decirles que MS, además de profesor y autoconsiderado progresista, desempeñó un relevante cargo en una de las principales entidades financieras de nuestro país.