[LA OVEJA NEGRA] El escenario poscoronavirus
GERMÁN VALCÁRCEL | Vivimos en una sociedad inimaginable. Inimaginable en su actualidad, inimaginable en su porvenir. Hoy es la complicación, la dimensión, las que vuelven el mundo en que vivimos propiamente hablando inconcebible.
Servidor, con frecuencia, tiene el sentimiento de estar preso en una telaraña, en una sociedad que me parece totalmente absurda porque no la puedo entender. No tenemos ninguna certeza de lo que será el mundo, ninguna previsión, a escala del hombre común, es posible.
El capitalismo como sistema mundial colapsa y desesperados sus gestores no atinan a donde ir. Nos ofrecen lo imposible: la salvación con el totalitarismo tecnológico como punta de lanza contra la catástrofe mundial que se avecina.
La pamplina se vende bien entre una clase media que, cada vez más, se difumina con la clase subalterna en sus ingresos, pero pretende suplir sus carencias económica con refrendos de raza, patria, credo, color y sexo. La aparición de los Trump, Bolsonaro, Le Pen, o Vox y la radicalización del PP en España son la prueba fehaciente de ello.
Ahora, quienes vivían de las migajas que caían de las mesas del banquete del capitalismo colonizador, genocida y ecocida que se perpetra desde el Norte opulento, los clasemedianos eurocéntricos, ven desesperados como también contra ellos se levantan los muros. Y, el colmo, pretenden encabezar la oposición “progresista” a esa política de guerra. Así vemos a la izquierda institucional (la encargada en este norte opulento, donde vivimos, de repartir esas migajas) hacer gestos de contrariedad e intentar tímidas y ridículas protestas, “reformas” o subsidios asistenciales que atemperen y atrasen el estallido social por venir. La bonanza no era sino un globo inflado por el capital financiero. Y vino la realidad a pincharla: millones de parados, de parias sin trabajo y sin futuro, dependientes de los subsidios de unos estados endeudados hasta las trancas. ¿Hasta cuándo soportaran las costuras de esos estados entrampados?, ya lo decía un informe del FMI en ya el lejano enero de 2007: “entramos en terreno desconocido”.
La pandemia ha servido de excusa. Las fronteras se multiplican dentro de cada territorio, no solo las que pintan los mapas. También, sobre todo, las que levantan las desigualdades. Un buen ejemplo de esas nuevas fronteras lo tenemos en Baleares, donde los pomposos turistas alemanes empiezan a llegar para vacacionar, sin tener que sufrir cuarentena, mientras ustedes y servidor seguimos sin poder desplazarnos por nuestro país para ver a nuestros seres queridos o vemos como se pretende convertir nuestras escuelas en leproserías con nuestros niños y niñas enmascarados respirando su propio dióxido de carbono.
La ofensiva internacional de los poderosos que tapa la pandemia del coronavirus, promoviendo la construcción de muros culturales, jurídicos y tecnológicos busca apropiarse de los escasos recursos que quedan, controlando hasta los rincones más íntimos de nuestras vidas. Ante la inminente crisis energética, ante las graves consecuencias que nos trae el cambio climático pretenden crear un mundo donde solo quepan los que arriba son iguales entre sí. Podrá sonar ridículo, pero para enfrentar la tormenta que se nos viene encima el sistema no busca construir techos para guarecerse, sino muros detrás de los cuales esconderse.
Esta nueva etapa de la guerra del Capital en contra de la Humanidad debe enfrentarse, sí, con resistencia y rebeldía organizadas, pero también con la solidaridad y el apoyo entre quienes vemos atacadas nuestras vidas, libertades y bienes. Por eso, considerando que el sistema es incapaz de frenar la destrucción, sino más bien acelerarla, no debemos dar cabida al conformismo y a la resignación, es tiempo de decir NO a la pesadilla que nos pretenden imponer.
El capitalismo como sistema mundial colapsa y sus desesperados gestores no atinan a donde ir
Ante este panorama resulta penoso, y esclarecedor por otra parte, leer al alcalde ponferradino cuando sostiene: “Estamos asistiendo a una catástrofe mundial que nos va a traer una devastación de proporciones incalculables y nadie, por mucho que presuma de lo contrario, nadie estaba preparado para esto…”. Puede que él y esa casta que trabaja en la bien remunerada industria de la representación política-institucional (los capataces de los grandes capitales) no estuvieran preparados, y no barajaran la posibilidad de una pandemia global como detonante del colapso sistémico, pero hay muchas gentes que sí lo preveían, entre ellos “ese mediocre profesor” -el jefe de prensa de don Olegario dixit– con cerca de un centenar de libros y miles de artículos escritos y publicados que responde al nombre de Carlos Taibo. Pero no solo él, personas como Jorge Riechmann, Yayo Herrero, Georgescu Roegen, Anselm Jappe, Immanuel Wallerstein, Jared Diamond, Serge Latouche, Randall Collins, Murray Bookchin y tantos otros que llevan tiempo avisando del abismo hacia el que caminábamos y tratando de construir alternativas a una civilización que nos lleva a la extinción.
A todos estos capataces del capitalismo les resulta más sencillo silenciar y ridiculizar a todo aquel que se sale del discurso oficial de crecimiento y progreso. Tal vez por eso don Olegario se encuentra más cómodo con los “ecologistas” que ejercen de portavoces y propagandistas de la Transición Energética de su Partido y venden “ilusiones renovables” (les recomiendo el censurado y polémico documental de Jeff Gibbs y Michael Moore, Planet of the Humans, que cuestiona y desmitifica la falsedad y la hipocresía del movimiento ambientalista asociado con el poder político, con las grandes corporaciones energéticas de las renovables, la agroindustria y el llamado capitalismo verde que apoyan los sectores reformistas, tanto políticos como ecologista. Está en You Tube libre), ecologistas que, por estas tierras, defienden y pretenden “poner en valor” nuestra geografía, mediante esa destructiva industria sin chimeneas llamada turismo o son cómplices de la agroindustria que envenena nuestras tierras y nuestras vidas. La muerte y la devastación no solo llegan por el aire. ¿Va ser capaz el movimiento ecologista berciano de oponerse a la central de captación de energía solar que pretende construir Endesa por estas tierras? Motivos hay, y muchos, pero hay que ser capaz de explicarlos con valentía y verdad a la población.
La controversia que en la Comarca Circular subyace entre los sectores mayoritariamente reformistas-colaboracionistas del movimiento ecologista y los minoritarios decrecentistas y anticapitalistas, tiene precisamente en la falta de asunción de los límites biofísicos y sociales, por parte de los primeros, su origen.
Servidor puede entender, no compartir, que los profesionales de la política no se atrevan a poner sobre la mesa los gravísimos problemas a los que nos enfrentamos, el decrecimiento no gana elecciones, soy consciente de ello. Pero la propaganda política no va a hacer variar los datos básicos, biofísicos y sociales, de nuestra situación objetiva. La realidad es tan grave que al menos desde el movimiento ecologista debería ser el momento de contar la verdad claramente, por muy impopular, incomoda e insoportable que sea, se ganaría en credibilidad, se supone que ellos no se presentan a elecciones. No se puede seguir engañando a la gente con mentiras piadosas, o siendo cómplice del poder con falsas y falaces “ilusiones renovables”.
Cada día disponemos de más datos y consenso científico alertando de que ya no podemos perder más tiempo y se debe actuar urgentemente y de manera contundente. Que ya no podemos volver a la normalidad, que solo podemos decrecer. ¿Por qué nadie quiere hablar de esto? ¿Por qué desde ciertos sectores del movimiento ecologista se sigue dando carrete a quienes nos siguen hablando de crecimiento y normalidad, cuando esto ya no es viable, y sin embargo se trata de silenciar, aplastar y desacreditar al pequeño sector que defiende posiciones claramente anticapitalistas? ¿Cómo podemos tener tanta información y no frenar el desastre?
La crisis ecológica -origen de la pandemia que padecemos- no puede resolverse en el marco del capitalismo, ni con el “capitalismo verde”, ni con el “desarrollo sustentable o sostenible”. Incluso gente tan poco sospechosa de antisistema como Peter C. Goldmark, antiguo presidente de la Fundación Rockefeller y CEO del Internacional Herald Tribune, sostiene que “la muerte de nuestra civilización ya no es una teoría o una posibilidad académica, es el camino en el que estamos”. Preparémonos para ello.