[LA OVEJA NEGRA] Fabricando miedo
GERMÁN VALCÁRCEL | Solo un país servil, aborregado y genuflexo como este volverá a acatar, sin rechistar, confinamientos estrictos. Solamente los ignorantes, y los alienados y asustados por el miedo pueden seguir aceptando el engaño masivo al que estamos siendo sometidos en lugar de proteger de manera efectiva a nuestros ancianos y a los grupos de riesgo.
Lo que nos están contando, el relato de lo que pasó, y está pasando, empieza a hacer agua por todas partes, pero está sirviendo para destruir la escasa humanidad que el modelo de vida al que el capitalismo nos ha conducido nos había dejado.
Al margen de los datos de mortalidad actualizados en Italia y España, prácticamente planos desde hace semanas, ayer, 27 de junio, hemos conocido que ha sido detectada la presencia del COVID en los restos fecales congelados de marzo de 2019, analizados en Barcelona. Veremos hasta donde son capaces de seguir con la patraña. Si todo lo que nos han contado fuera cierto, si la letalidad de la que hablan fuera real, un país como Suecia sería hoy un inmenso cementerio.
Mientras el fascismo sanitario que tenemos encima avanza y se refuerza a marchas forzadas, para la inmensa mayoría de la población entretenida y aterrada con el famoso coronavirus (pandemia que ha ocasionado la muerte al 0,0048% de la humanidad), pasan totalmente desapercibido fenómenos mucho más trascendentales para el devenir de la especie humana, como son los 38 grados centígrados que soporta el Círculo Polar Ártico y que está desencadenando el descongelamiento de la capa del subsuelo congelado, conocido como permafrost, donde se almacenan ingentes cantidades de virus para los que carecemos de tratamiento, además de materia orgánica y metano, un gas con capacidad de efecto invernadero infinitamente superior a la del CO2.
Pero para los capataces, caporales y voceros del capitalismo, ese metabolismo socioeconómico que no solo destruye la biosfera sino también tiene otros efectos devastadores: destruye el medioambiente, los vínculos sociales (en beneficio de una atomización individual) y las subjetividades, tres aspectos claramente interrelacionados: devastación de la naturaleza, destrucción de lo social, derrumbe del sentimiento de sí mismo, estas cosas no parecen importarles, al menos mientras ellos tengan aseguradas sus prebendas y canonjías; es más, seguro que volverán a refugiarse en las falacias ad hominen o del hombre de paja, a las que son tan aficionados. Cualquier cosa antes que aceptar que nos enfrentamos un escenario que pinta trágico para cientos de millones de seres humanos.
En el Bierzo, y en León, estos días asistimos a la puesta en marcha de todo tipo de mesas de reconstrucción y a declaraciones de los responsables políticos, empresariales, sindicales y sociales. No voy a perder el tiempo en opinar sobre las majaderías de personajes como los presidentes de Diputación o el Consejo Comarcal, alcaldes, los consejeros de la Junta o del resto de integrantes de estos circos; ¿para qué?, la mayoría de los improbables lectores son personas lo suficientemente inteligentes como para tener su propia opinión, y los que no, no merece la pena que servidor se lo explique.
Es una mentira pretender que las mal llamadas energías renovables nos sacarán de esto
Pero sí quiero posicionarme respecto a algunas cosas que vamos a escuchar, mucho, los próximos días, al margen de seguir siendo machacados con la famosa pandemia. Cuando les hablen de que se van a implantar políticas verdes, sostenibles o Transiciones Ecológicas, a quienes osen emitir semejante necedad, al margen de preguntarles cómo se combina todo ello con Cosmos, Forestalia, LM, Roldán, el mal llamado turismo rural, la agroindustria de la denominaciones de origen, las macro granjas, incluso con la tala de tilos en el medio urbano, pueden espetarle sin miedo a esos mercaderes de eufemismos y mentiras, que tanto lo que ellos llaman “políticas verdes” como el denominado ‘desarrollo sostenible’ son sólo palabras que en realidad no tendrán ningún efecto real en el deterioro y destrucción al que, de no cambiar urgente y drásticamente, vamos abocados, ya que cada acción que implica a la economía industrial es destructiva (y no están dispuestos a cuestionar esa economía, bien claro lo están dejando en todas sus declaraciones, recomiendo las del presidente Comarcal, señor Courel), y es una mentira pretender que las mal llamadas energías renovables, la eólica y la solar (ya se habla de instalar una central fotovoltaica en el Bierzo), por ejemplo, nos sacarán de esto, ya que también exigen minería e infraestructuras de transporte en cada punto del proceso de producción; y lo mismo puede decirse de cualquier otra tecnología de las llamadas “verdes”. En definitiva, el llamado ‘desarrollo sostenible’ está sirviendo de burladero para escapar de la problemática ambiental y de las connotaciones éticas que conlleva aferrarse al crecimiento.
Las declaraciones que escuchamos, tanto desde el poder económico como del político, nos dibujan un escenario donde se intenta desesperadamente volver a arrancar la economía que se ha frenado bruscamente y, para ello, reproducen las mismas lógicas anteriores, que son las que nos han traído hasta aquí: más consumo, más crecimiento, más musculo financiero, más neocolonialismo, todo ello supone más contaminación, más destrucción y expolio medioambiental, además de más desigualdades y más precariedad estructural.
Somos nosotros los que decidimos la cantidad de mentiras y basura que estamos dispuestos a seguir tragando. Pero la decisión que tomemos, en estos tiempos difíciles, no debe estar mediatizada por el miedo a quedarnos solos de quienes nunca han estado con nosotros. Nuestro dolor es un espectáculo ajeno para ellos, del que nunca serán parte, ya que, como antaño se decía, son una casta aparte. Repasen los ingresos que por representarnos cobran, y comparen con la renta media en, por ejemplo, Ponferrada.
En estos tiempos de emergencia climática y energética, no debemos temer ser abandonados por unos dirigentes que no pretenden acompañarnos y apoyarnos, sino administrarnos, domarnos, rendirnos, usarnos, robarnos el futuro y, después de votarlos, desecharnos. Temamos, eso sí, olvidar nuestros derechos a la vida, dejar de luchar por nosotros y por las generaciones venideras. Mientras nos mantengamos, mientras resistamos, tendremos dignidad, eso de lo que, algunos dicen, no se come. Vivir solo es posible sin miedo.
A servidor, en estos tiempos le viene a la memoria un párrafo de aquellas palabras de Eduardo Galeano que, dentro del maravilloso discurso titulado Nosotros decimos no, pronunció en Santiago de Chile en 1988 durante el Encuentro Internacional del Arte, la Ciencia y la Cultura: “Nos premian la obediencia, nos castigan la inteligencia y nos desalientan la energía creadora. Somos opinados, pero no podemos ser opinadores. Tenemos derecho al eco, no a la voz, y los que mandan elogian nuestro talento de papagayos. Nosotros decimos no: nos negamos a aceptar esta mediocridad como destino”. Para eso nos quieren en sus mesas, para eso nos ofrecen “participar”.