[LA OVEJA NEGRA] Nadie al timón
GERMÁN VALCÁRCEL |En el retablo de las maravillas de los dirigentes políticos bercianos está empezando a ocupar un lugar de privilegio, por su multidimensionalidad, el antiguo “fontanero” del desaparecido exsenador y exalcalde de Camponaraya don Antonio Canedo.
No es otro que el actual alcalde del mismo municipio, presidente de la Diputación de León y número dos del PSOE leonés, don Eduardo Morán. El caballero pertenece a esa raza de “socialistas” sin otro objetivo que hacer lo perversamente correcto para lograr cobrar una de esas nóminas que se autoconceden los miembros de la industria de la representación política (en este caso en torno a 80.000 euros anuales), y es la demostración viva de que en este Bierzo cada vez más desvertebrado, vacío, clientelar y envejecido, la política, tanto de derechas como de izquierdas, la mueven carreristas sin otro empeño que hacer las transmigraciones y transustanciaciones necesarias con tal de mantenerse en el poder.
Estas cuestiones parecen no formar parte del debate político, ya que estos personajes han conseguido que el conocimiento real de los ciudadanos sobre sus privilegios sea escaso, incluso nulo. Nada extraño en una sociedad de amordazados borregos, absolutamente acrítica, sectaria, ciega a los datos, con la memoria muy corta y las tragaderas muy anchas.
Don Eduardo acaba de descolgarse con una noticia que terminará con todos los problemas de la Comarca Circular: La instalación en el Bierzo de una empresa que podría generar miles de puestos de trabajo. A servidor, ante semejante noticia y desde mi desconfianza y prevención de peatón de la historia, le corroe una duda: ¿de confirmarse dicha noticia, los curriculums para poder acceder a esos puestos de trabajo también tendrán que enviarse al correo de la Alcaldía de Camponaraya, tal vez ahora al de Diputación, como ocurrió con los que quisieron acceder a un puesto de trabajo en cierta estación de servicio ubicada en el municipio del que es alcalde?
Este tipo de noticias-patrañas es a las que dan pábulo los vampiros mediáticos locales (lo de los currículos lo ignoran, su tarea se limita a reproducir las declaraciones de estos personajes, sin contrastarlas, o los comunicados de los gabinetes institucionales de intoxicación, que son los que reparten las subvenciones), cómplices imprescindibles para construir el circuito cerrado de mentiras, fundamental en la tarea de inocular basura y falsas esperanzas en el cerebro de una ciudadanía que durmiendo el sueño acomodaticio de la servidumbre voluntaria ha decidido entregar su vida, su futuro y el de sus hijos a estos ignorantes y codiciosos caciques pueblerinos.
Durante los primeros días de confinamiento, allá a mediados del pasado mes de marzo, llegué a pensar que la crisis sanitaria era la definitiva, que el sistema capitalista hacía aguas y podríamos iniciar la construcción de otro modelo de sociedad más sostenible y justo. Escuchando a personajes como Eduardo Morán confirmo que no.
La pandemia está siendo utilizada para asustarnos y anular nuestras resistencias, mientras mandan al desempleo y a la miseria a cientos de millones de seres humanos en todo el planeta, recurriendo para ello a una implacable batalla ideológica con el fin de amedrentarnos, tanto al centro como en la periferia del sistema, para lograr el control absoluto sobre una población crecientemente fascistizada por el miedo, que actúa contra toda disidencia y cuestionamiento como policía moral desde la banalidad del mal.
Cuando el gobierno decretó el estado de alarma, lo hizo con la represión, la violencia policial y la militarización: 930 detenciones la primera semana, imposición de multas, 102.000, imágenes de apaleamientos y el ejército en la calle. Mientras, millones de trabajadores seguían en sus puestos de trabajo. Nos prefieren muertos que improductivos.
La pandemia está siendo utilizada para asustarnos y anular nuestras resistencias
En la gestión de la pandemia no encontramos ni rastro de fomentar la responsabilidad colectiva, ni de potenciar la autonomía de las personas. Solo buscan que actuemos bajo el miedo y la represión. Actualmente hacen lo mismo, la mascarilla terminará siendo obligatoria por la calle, aunque se pueda mantener la distancia necesaria, pero si consumes en bares y terrazas te la puedes quitar. Una forma como otra cualquiera de pagar por respirar libremente. Amenazan con que llega el lobo para ocultar que estamos ya entre sus garras. Ocurre como con las ovejas, siempre temiendo al lobo, pero quien termina llevándolas al matadero es el pastor.
La supuesta solución que se nos da es cerrada y terminada y, aparentemente, está regida o tiende a la defensa de la sociedad, creando el efecto engañoso, el efecto óptico, en definitiva, el espejismo de que solo hay una verdad, condición sine qua non para acceder a un nuevo orden económico internacional.
Pero, no nos engañemos, si somos capaces de quitar el envoltorio de esta aparente sociedad abierta, veríamos que sus propuestas son una suma de pavorosos totalitarismos y pobrezas, no me refiero ya estrictamente a las pobrezas económicas, aunque también, sino a las terribles pobrezas morales e ideológicas que encierra. Y es que las palabras justicia y democracia son de las más devaluadas de la jerga política, y cada vez que las oigan, por favor, una mano a la cartera y la otra al cerebro, porque la una o el otro peligran.
Cuando servidor escucha a dirigentes políticos, como don Eduardo Morán, se pregunta si saben lo que está ocurriendo en el planeta, o si ese nutrido colectivo de “asesores y ayudantes” que pagamos todos, con nuestros impuestos, sirve para algo más que para que cobren una nómina y les laman los zapatos o las bragas y braguetas. Esta gente dedicada a la representación política es, en el fondo, unos ignorantes que piensan que antes de ellos y después de ellos no hay nada.
Si sus horizontes fueran un poco más allá de sus barrigas sabrían que el cambio climático va a desencadenar alteraciones de los patrones climáticos que van a hacer que las cosechas se reduzcan sustancialmente y haya mucha menor disponibilidad de alimentos y en consecuencia hambrunas, la ONU está avisando de que la pandemia que viene es la del hambre. Disponiendo de una geografía como la que tenemos en el Bierzo y con excedentes de agua, ellos, sin embargo, siguen hablando de reindustrialización, construcción de autopistas y turismo.
Decirles a nuestros obtusos, codiciosos y cegatos políticos comarcales, o a sus voceros, que el planeta Tierra, bajo la lógica del capital, se dirige al precipicio, les suena a marcianada, a frikada de tipejos sin nada mejor que hacer; sin embargo, hay demasiados datos que apuntan a que vamos hacia una catástrofe climática sin precedentes, pero estos personajillos pusilánimes siguen empeñados en proyectos y supuestas soluciones que inciden en la explotación, la destrucción ambiental, el despojo y el desprecio.
De la derecha codiciosa, ecocida, genocida y eugenésica nada más que destrucción y muerte sin anestesia podemos esperar, sus recortes, cierres de plantas en hospitales y consultorios rurales, y despidos de personal sanitario, en comunidades como Madrid o Castilla y León lo confirman.
Ninguno de los políticos locales, ninguno de los participantes en esas Mesas por el futuro (futuro que con sus soluciones políticas no existe) son capaces de mirar más allá de sus hipertrofiados egos. Por eso resulta patético, si no fuera trágico, escuchar y leer, tanto a ellos como a sus “intelectuales” y periodistas de cabecera, hablar de reindustrialización. Demuestran no haberse enterado de que el viejo modelo fordista ha desaparecido y con él se han ido las grandes fábricas.
Como sostiene Jorge Riechmann, en La nueva normalidad: un mundo boca abajo: «No habrá normalidad, ni vieja ni nueva. La excepcionalidad del tiempo que vivimos continuará desplegándose. Nada más importante que darnos cuenta de que esta crisis sanitaria, la crisis energética, la crisis climática, la crisis de biodiversidad, son manifestaciones de una crisis sistémica general, una crisis eco social a la que sólo podríamos hacer frente de manera razonable con cambios también sistémicos». Sin embargo, nuestros proclamados “representantes” políticos están a otras cosas.