[LA OVEJA NEGRA] Vivir con miedo
GERMÁN VALCÁRCEL | Con la ayuda del nauseabundo, alarmista y sensacionalista periodismo actual, nos tienen donde querían. Ya somos una sociedad totalmente asustada, vencida, humillada y rota.
Divididos, desconfiando unos de otros, brutalmente enfrentados. A la tradicional confrontación izquierda-derecha ahora se suma la transversal de los que, con relación a la pandemia, asumen totalmente el relato que emana del poder contra los que lo cuestionan. Nadie escucha las razones del otro y eso es muy grave cuando la realidad es la muerte (no hablo solo de las que ocasiona el coronavirus), cuando incluso gente que quieres y respetas se alista en la irresponsabilidad acrítica, ante el relato que emana desde el Estado, en la descalificación, o hace apología de la ignorancia y chapotea sin pudor en el “y tú más”, o te tilda de conspiranoico.
Cuando “gente” supuestamente cercana, ideológicamente, recomienda silencio, “dejar de dar la matraca”, a anticapitalistas, anticolonialistas, decrecentistas, ecologistas y toda suerte de críticos con el sistema-mundo que tan bien describió Immanuel Wallerstein, con el argumento de que hemos fallado, de que no hemos conseguido cambiar el destructivo curso de la historia, como si hubieran tenido la más mínima oportunidad en un sistema donde la disidencia es silenciada, tapada, ninguneada, ridiculizada.
Es difícil construir ninguna alternativa humanitaria viable desde el silencio. El sálvese quien pueda se va a imponer, dando como resultado que no nos salvaremos ninguno, o solamente las elites, en medio, eso sí, del sufrimiento, dolor y miedo de la inmensa mayoría. Lo que viene requerirá resiliencia y coherencia con nosotros mismo.
Mientras algunos, entre los que se encuentra servidor, creemos que el colapso civilizatorio es inevitable, las personas que con desdén y burlas nos ridiculizan y tildan de agoreros, tal vez por no estar suficientemente informadas sobre el estado de las tierras, bosques, ríos, mares o el descongelamiento del permafrost (con la consiguiente liberación de metano –gas de efecto invernadero más peligroso que el CO2- y virus) como consecuencia de los 38 grados centígrados que sufren en Siberia y el Círculo Polar Ártico, en definitiva sobre las realidades ambientales que padecemos, pensamos que prever las consecuencias y efectos del cambio climático, los incendios de nueva generación, el aumento de fenómenos meteorológicos extremos, inundaciones, sequías, olas de calor y de regalo pandemias a nivel global, además del colapso sistémico que lleva aparejado, no es ser pesimista, es ver las cosas como son y prepararse para lo que viene.
Todos esos que ahora nos ridiculizan serán los que nos obligarán a defender de manera violenta, estoy convencido de ello si queremos sobrevivir, nuestras tomateras, nuestros patatales, nuestras cebollas o castañas cuando se conviertan en frecuentes, aunque temporales de momento, las estanterías vacías de productos de primera necesidad, como ahora se han hecho cotidianas las calles desiertas, los confinamientos o las mascarillas y el brutal estado policial que, como vemos, lleva acompañado.
Cuando para obtener un litro de combustible con el que generar energía tengan que dar a cambio comida porque el dinero nada vale, no le digas a esa gente que ahora se ríe y te ridiculiza que ya os lo habíamos avisado, de nada servirá, como tampoco ahora sirve decir hacia qué escenario caminamos. Son los mismos acríticos clasemedianos que ahora defienden a capa y espada las directrices que emanan del poder, la propiedad privada, su piso hipotecado, su automóvil a plazos, su individualismo feroz. Son los mismos que creen que vivir con miedo es sinónimo de seguridad.
Esta civilización es como un tren que se dirige hacia el precipicio y que acelera. Cuanto más acelera, más se escuchan los hurras histéricos de los borrachos del vagón-discoteca. Haría falta acercar la oreja para notar el silencio de las mentes racionales que ya no comprenden nada, el de los angustiados que se roen las uñas y el tono de falsa serenidad en las exclamaciones intermitentes de los que esperan apresados porque así lo han elegido, pero la decisión es lo que falta. Pues la decisión es lo que traza en el presente el modo y la posibilidad de actuar, de dar un salto que no sea al vacío. Esta decisión es la de desertar, la de salir de las filas, la de organizarse.
Esta civilización es como un tren que se dirige hacia el precipicio y que acelera
La ceguera, el callejón sin salida en el que nos encontramos, lo podemos visualizar estos días, en la Comarca Circular, a través de la decisión judicial sobre la red de calor de biomasa. La sentencia no cuestiona el fondo del asunto, la barbaridad que supone construir un foco de emisiones contaminantes dentro del casco urbano, con una energía que se ha demostrado insostenible. Una vez más se demuestra que apelar a la justicia en el Estado español es pedir a un ogro que cuide a tus hijos, el poder judicial trabaja para un sistema mortífero cuyo único objetivo es preservar los intereses y privilegios de una casta que solo busca su beneficio, las gentes de Bierzo Aire Limpio deberían ya saberlo. Ya sé que, una vez más, se me tachará de extremista, pero los hechos son tozudos y las múltiples resoluciones judiciales más.
Además, los denunciantes no informan con exactitud a la opinión pública; cierto es que quien ejecutó el proyecto fue el equipo de Gloria Merayo, pero fue iniciado por Samuel Folgueral, la idea y el proyecto que dio origen a la central de calor fue del exconcejal Luis Amigo y la ubicación que este defendía era en el actual parking de la escuela de idiomas, en un lugar todavía más céntrico.
Esta sentencia daba oportunidad, sobre todo a los colectivos ambientalistas personados en la causa, de explicar a la ciudadanía hacia qué escenario energético caminamos. No caer en el relato que nos imponen desde arriba, tanto desde los partidos como desde los medios de comunicación.
La política politiquera no entiende las realidades que hay que cambiar. Por eso es necesario profundizar aún más en propuestas concretas. Desenmascarar las medidas propagandísticas que se esconden tras la mayoría de las decisiones del actual equipo de gobierno municipal, ese debería ser el trabajo de los colectivos sociales. Olvidarse de la lógica del poder, buscar la auto transformación profunda de la sociedad y de sus ciudadanos, romper con el contacto directo con ellos el cerco mediático de lo políticamente correcto. Seamos claros y realistas, las instituciones y sus guardianes solo pretenden frenar, desactivar, desacelerar los procesos que se les escapan.
Es urgente escapar de este sistema que no está al servicio de los seres vivos, y ya que los políticos no asumen su responsabilidad habrá que imponérsela. Algunos estamos hartos de cómo juegan con nuestras vidas. Anticipémonos a lo que va a pasar, porque la catástrofe está muy cercana y las consecuencias serán desastrosas. No dejemos que el miedo y la mediocridad de los dirigentes políticos nos venzan.
Somos ya muchos los que pensamos que vamos a vivir el colapso de nuestra civilización y como ninguna institución en ningún país está preparada para ello, aunque se viene avisando desde hace cincuenta años, el informe Meadows de 1972 (también conocido como el del Club de Roma), y todos los años nos lo recuerda el IPCC, sin embargo, la única solución que parecen tener es la implantación de sistemas totalitarios sustentados en el miedo.
Nos lo dice George Orwell, en su profética obra 1984: “Para controlar a un pueblo hay que conocer su miedo y es evidente que el primer miedo de cada individuo es estar en peligro mortal. Una vez que el ser humano se hace esclavo de su miedo es fácil hacerle creer que el papá Estado estará listo para ayudar a salvarlo”.