[OBITUARIO] Roberto Herce: El hombre que eligió el silencio
MIGUEL A. VARELA | En tiempos en los que el mundo digital ha generado un onanismo egolátrico que alcanza cotas nauseabundas; en el que iletrados oceánicos exhiben en las redes más publicaciones que lecturas; en el que el exhibicionismo más desinhibido del vacío neuronal triunfa sobre el talento y el trabajo; en el que millones de gentes que no tienen nada que decir no cesan en parloteos vacuos, los que han elegido conscientemente el silencio son una minoría a la aferrarse para evitar contaminaciones de la idiocracia global que nos rodea.
Roberto Herce eligió el silencio y la discreción como fórmula para andar por el mundo. Su oficio –entendiendo oficio como aquella actividad en la que el ser humano se desarrolla como tal, independientemente de la tarea que ejerza para sobrevivir–, fue la música. En este link se pueden escuchar algunos de sus temas.
Buena parte de su tarea en este campo la construyó para la compañía teatral Conde Gatón, con la que ya muy joven y en compañía de su amigo Javier Vecino colaboró en montajes como El retablo del flautista.
En una Ponferrada más fea, más gris y más bruta, Roberto y Javier eran capaces de dar color a una tarde de invierno con dos guitarras y las canciones de La Mandrágora de Krahe como repertorio.
Herce hizo un trabajo espléndido de ambientación sonora para Un rato, un minuto, un siglo, un montaje de Albur Teatro dirigido por Carlos García Ruiz sobre poemas de Lorca. En el centenario de Gil y Carrasco, otra vez con Vecino, arregló los romances de José Antonio Carro Celada musicalizados por Federico Fernández Luaña. Puso en marcha la primera y efímera big band de Ponferrada, tocó con quien le apeteció y compuso lo que le pareció.
Exigente en lo artístico, no siempre encontró compañeros de viaje apropiados con el rigor necesario para acompañarle.
No tenía mala mano para el dibujo y el diseño, con cierto aire en sus trabajos al maestro Ángel Ruiz, con quien tanto todos quisimos.
Fue muy buena gente. Discreto, con cierta coña galaica. Cordial, aunque marcando siempre su espacio. Amable pero serio. Enamorado de Carmen desde aquella lejana noche en la que Barcelona vino a Toral de los Vados. Peleó contra un cáncer en los últimos años. El cáncer ganó la partida.
Fue un hombre que eligió el silencio. Y eso, en medio del insoportable estruendo de estos tiempos, es muy de agradecer.