[TRIBUNA] El error de cerrar las térmicas de carbón
IVÁN SAMPRÓN | El pasado 30 de junio cerraron cuatro centrales de carbón españolas poniendo punto y final a varias décadas de generación eléctrica ininterrumpida en España. Dentro del drama social y económico que supone para las zonas donde se asientan, algunos sectores lo han celebrado aludiendo que el cierre de fuentes de energías caras y contaminantes dará paso a un nuevo futuro en nuestro país, que será más verde gracias al peso que cobrarán las energías renovables en el mix energético.
Pero a día de hoy la situación no es tan favorable si se atiende a los escenarios que se barajan. La energía eólica y solar fotovoltaica, que siguen creciendo, especialmente esta última, cuyos costes se han abaratado rápidamente en los últimos años, aportan aproximadamente un 35% del total. La energía nuclear, también libre de emisiones de CO2 aporta un ingente de energía del 20% de manera continua dando una base robusta al sistema. En cuanto a la hidráulica, cuyo crecimiento es muy limitado, sale al rescate en momentos en los que el resto de renovables no generan lo suficiente. El resto de energía producida, exceptuando compras al extranjero y la generación a partir de residuos y cogeneración, viene dada por los ciclos combinados de gas natural, mucho menos contaminantes y más eficientes que el carbón, pero no libres de emisiones, que cubren el 20% de la demanda.
Pero el problema del gas natural, no radica tanto en sus emisiones, como en su procedencia, ya que España carece apenas de yacimientos, lo que hace necesaria la dependencia de terceros que pueden decidir cerrar el grifo por aspectos políticos o bien subir los precios deliberadamente cuando los Estados compradores no puedan generar energía de otro tipo. Sin embargo, pese a no tener gas natural, España si tiene una capacidad de centrales de gas absolutamente sobredimensionada. Este punto es clave, pues la sobrepotencia de gas natural se traduce en el elevado precio de la tarifa eléctrica que estamos viviendo. Además, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé subidas en el coste de este combustible, que ocurrirán a todas luces, debido al incremento en la demanda. A esto se suma que Europa comprará grandes cantidades de gas licuado proveniente de Estados Unidos en base a acuerdos comerciales cuyo objetivo es evitar la compra de gas natural ruso, uno de los principales proveedores de Europa, dando apoyos a Donald Trump en la guerra comercial con Rusia.
Pero hay otra cuestión, y es que en los próximos años no hay planificada ninguna central nuclear y las existentes son muy antiguas, lo que deja en el aire un 20% de energía libre de emisiones CO2 que se produce sin intermitencia y de manera continua. De esta manera, el futuro energético puede no ser ni tan verde ni tan barato como se esperaba, estando claramente marcado por la quema de gas natural importado.
Una posible solución hubiera sido más cercana de lo que parece: la construcción de un sistema renovables lo más amplio posible (algo que ocurrirá sin duda) soportado con centrales de carbón con sistemas de Captura y Almacenamiento de CO2, tecnología madura y desarrollada incluso en El Bierzo. Estos sistemas, permiten quemar combustibles, en este caso carbón autóctono, reduciendo las emisiones más de un 95%. Según la AIE este tipo de tecnologías deben aportar un hasta un 32% de la reducción de emisiones mundiales en 2100, siendo necesarias para alcanzar las emisiones negativas, esto es extraer CO2 del aire, uno de los hitos imprescindibles para cumplir los objetivos en Cambio Climático. Por otro lado, el simple hecho de tener una reserva estratégica de combustible ejerce un efecto disuasorio a los especuladores del gas, al no ser su combustible la única alternativa. Dicho de otro modo, la soberanía energética española está vendida a países extracomunitarios por combustibles con tendencias alcistas. Mientras tanto, fuentes de generación locales que pueden utilizarse minimizando el perjuicio sobre el medio ambiente y con una infraestructura relativamente construida se cierran para siempre «pozo cerrado, pozo perdido». En este punto debe recalcarse que el carbón, por muy limpio que sea, no debe entenderse como competidor a las renovables, pero sí como un apoyo a estas, tratando de minimizar la compra de energía y combustibles extranjeros y dando un pequeño grado de soberanía a nuestro sistema energético. Por muy extravagante que suene las tecnologías de captura ya se usan a lo largo y ancho del planeta, siendo curioso el caso de Noruega, país verde por excelencia, que comenzará a utilizarla en 2022. Es más, paradójicamente, gran parte del gas que compraremos a EEUU se extrae mediante tecnologías de captura y almacenamiento CO2 en explotaciones gasistas.
Así, mientras el gas natural extranjero, obtenido con tecnologías en parte desarrolladas en España inunda nuestro sistema, aquí en el Bierzo, la planta de demostración de CUIDEN se abandona y el proyecto de construir 300 MW de carbón autóctono con cero emisiones se da por finiquitado. La patria, la soberanía y la democracia están más presentes en el mix energético que en la bandera pero como en todo, quienes detentan el poder, con intereses cada vez más globales, invocan a la patria mientras la venden en los momentos de dificultades, con el único fin de continuar agrandando sus beneficios.