[LA PIMPINELA ESCARLATA] El progresista es un lobo para el progresista
EDUARDO FERNÁNDEZ | Ya sé que a veces me pongo estupendo y tiro de latinajo, que es salida que siempre demuestra un fondo de armario cultural muy notable. Hasta el punto de que alguno de ustedes me lo reprocha, aduciendo que elevo demasiado el tono para una simple opinión. Agradezco que no haya dicho para una opinión simple. El editor ya sabía a lo que se arriesgaba al invitarme tan amablemente a opinar.
Ya saben mi mantra: vivimos en una ciudad en la que, pudiendo insultarse, para qué perder el tiempo en una crítica civilizada. Pero hay que mantener un nivel, no sé si hay que llegar al arte del insulto de Schopenhauer o al nivel de Gracián, que igual el aficionado a la política berciana ni da para eso ni es necesario, pero es que en este país alguna de la prosa más florida ha sido precisamente para insultar, desde Quevedo hasta hoy. Aunque raramente se sale del hideputa, en la política berciana hay concejales fementidos, alcaldes farfantes, consejeros macandones y así hasta la junta vecinal de mi pueblo. Claro que también hay opinadores catacaldos y embrollones, muy probablemente yo entre ellos.
Aquí se insulta con ligereza y un punto desafiante que debe de proceder del agua de esta tierra. A estas alturas todo lo que supere el “facha” y “perroflauta” me parece lírica. Para qué voy a ocultarles lo que sin duda imaginan: que cuando se insultan entre sí los de izquierdas, la reacción disfruta sin recato. No sé si se me ha olvidado ponerlo en primera persona del plural. Y ocasiones no faltan. Mira que se aplican con denuedo a darnos satisfacción en Ponferrada.
En esta semana he disfrutado como cuando me pego un atracón de pasteles y mi mujer no me pilla. Ante la posibilidad de que el Ayuntamiento de Ponferrada recurriese la sentencia de la central de calor han salido algunos de los más conspicuos representantes de las esencias del progresismo a rasgarse las vestiduras, que es algo muy bíblico y muy propio a la vez del dogma de la izquierda berciana, gracias a lo cual algunos hemos triunfado ampliamente en las urnas. Lo de menos son los argumentos jurídicos a favor de tomar una u otra posición ante el eventual recurso y aún la conveniencia de esa instalación en nuestro municipio, o de la firmeza de la posición vecinal, que tanto ha tenido que ver en la situación actual. Lo de más, la posibilidad de que se enzarcen en quién asume en solitario -y siempre frente a otro progresista- las esencias de la defensa de la gente, de la ciudadanía, que uno se imagina que Delacroix pintó la Libertad guiando al Pueblo en dirección a la plaza del Ayuntamiento. Lo que más me reconforta es que el progresista dogmático se aplica con la misma fruición a deslegitimar a la derecha que a la izquierda. Cuando a mí me votaron para ser diputado exactamente 18.584 personas de Ponferrada ya intuía que era o por no conocerme, o a pesar de conocerme o por lo hasta las narices que estaban del gobierno de Zapatero y nunca por mis escasos méritos. El caso es que al día siguiente de ganar, en las urnas y no a tiros en el Cuartel de la Montaña, ya estaba deslegitimado y los que no habían tenido votos hablaban en nombre de la gente y yo en nombre de una casta que nunca pensé que pudiera reunir a tantos miles de personas en El Bierzo. Pero me equivocaba, seguramente por un ego desmedido pensaba que iba por mí. Ese rollo de repartir carnets de demócrata y de decidir quienes eran los verdaderos representantes del pueblo no iba solo conmigo. Es que me parto, porque mira que he tardado en caer en la cuenta. Va también con los suyos, supuesto que suya sea también toda la izquierda y no el grupúsculo de cada uno.
Hay que ver qué cosas he oído del alcalde con lo del recurso. Ya solo le faltaría que lo defendiesen desde el otro lado, que vendría a ser como el marchamo de autenticidad de los que desde la izquierda le ponen a caldo por semejante osadía. Yo ya me he pronunciado aquí sobre lo que como ciudadano de a pie espero de los políticos locales, que sean capaces de sobreponerse a las separaciones de las siglas y piensen más en el interés común, que para las otras refriegas ya están los nacionales. Claro está, que a mi no me importunaba la central de calor.
Pero es que esa vena hinchada con la que salen a hablar con una sola voz contra el alcalde los detractores como únicos representantes de la izquierda local pura me maravilla como objeto de estudio académico. Mucho antes de que el filósofo político británico Hobbes dijese en el siglo XVII aquello tan conocido de que el hombre es un lobo para el hombre, algunos pensadores españoles ya lo habían dicho antes, pero como tantas veces sucede, se hace famoso el de fuera y no el de aquí. ¿Y cómo encaja en esto El Bierzo? Pues el primero que dijo lo de que el hombre es un lobo para el hombre fue Plinio, que lo dijo con elegancia clásica (no creerían que me olvidaba del latinajo): homo homini lupus. Y ya recordarán ustedes, preclaros lectores, que Plinio fue administrador de las minas de Las Médulas. Así que en vista de cómo ponen algunos de la izquierda al alcalde, Plinio, que ya pisaba esta tierra, respiraba este aire y bebía esta agua adivinaba ya hace dos mil años que en El Bierzo el progresista es un lobo para el progresista.