[LA OVEJA NEGRA] Ecofascismo o extinción
GERMÁN VALCÁRCEL | Las sociedades occidentales llevan ya más de tres décadas sin pensar, es decir, llevan tres décadas sin producir conceptos, sin establecer nexos que permitan explicar el estado de cosas realmente existente, ni mucho menos cuestionarlo.
Desde la caída del Muro de Berlín y del derrocamiento del mal llamado “socialismo real” se ha pretendido extraer la siguiente conclusión: el modelo político ideal, definitivo y más beneficioso para el ser humano es la democracia representativa basada en la economía neoliberal del mercado único, de la verdad única y del pensamiento único cuyo valor principal es haber conducido a la humanidad al borde de su extinción, por el camino del horror, la estupidez, la injusticia, la esclavitud y la destrucción organizada, imponiéndolas de arriba abajo
Casi lo habían logrado, convencernos, la historia había terminado y el capitalismo, para satisfacción de todos, constituía la forma definitiva de organización social, la victoria ideológica de la derecha, representada por los neoliberales y la economía de mercado se había consumado. Pero los espectaculares acontecimientos que se están produciendo en el mundo están poniendo de manifiesto que la ‘economía’ de mercado tal y como la conocíamos hasta ahora no era más que una para-ciencia, carente de todo fundamento científico.
El colapso ecológico y civilizatorio que se nos ha venido encima no parece, sin embargo, haber despertado a los políticos y a sus voceros mediáticos de su sueño dogmático, ese que contempla con suficiencia toda la historia de la humanidad y que, sustentado en su imposible crecimiento económico sin límites, su tecnolatría y su absolutismo moral -cual Santa Inquisición del integrismo neoliberal-, han conseguido que cualquier atisbo de pensamiento alternativo o simplemente crítico haya quedado reducido a la marginalidad.
Con estos antecedentes previos, y cuando el capitalismo globalizado más nos anega con su barbarie, cuando las clases explotadoras asfixian con la explotación más cruel a la inmensa mayoría de la humanidad, y expolia y saquea el planeta, provocando destrucción y muerte, éxodos atroces y empuja a los más desfavorecidos a aceptar formas de esclavismo moderno, cuando la burguesía y las clases medias eurocéntricas (en aras de mantener su privilegiada forma de vida) afilan la navaja del ecofascismo, aparece una pandemia que está sirviendo como justificación y válvula de escape para dar rienda suelta al escepticismo, la desconfianza, la rabia e incluso la rebeldía que la disfuncionalidad de esta sociedad ha causado.
La pandemia está desbordando toda esa montaña de sentimientos negativos y angustias acumuladas que durante todos estos años han sido reprimidos y amontonados para desbordarse sin control, unas veces en formas de teorías “conspiranoicas” y otras con el ecofascismo como sustento ideológico.
Pero por mucho que algunos no quieran admitirlo, por mucho que acepten el recorte de derechos civiles y humanos que trae aparejada, en aras de combatir el virus como disculpa, la pandemia está sirviendo de pretexto político para un mayor Estado policial que expande sus tentáculos hasta los más recónditos rincones de nuestras vidas.
Necesitamos respuestas creíbles, no vale llamar terraplanista o negacionista a quienes cuestionan que el Covid 19 sea una enfermedad distinguible de un resfriado, una gripe común, una neumonía, una tromboembolia pulmonar y en general cualquiera de los cuadros clínicos que se han etiquetado bajo ese virus, ¿dónde están los estudios científicos sobre su letalidad y fisiopatogenia?
La pandemia está sirviendo de pretexto político para un mayor Estado policial
Debemos exigir información clara y contrastada, debemos exigir se hagan test sobre los test de PCR, sobre todo cuando incluso su inventor los desechó como herramienta de diagnosis y para cuantificación viral. No sirven descalificaciones dogmáticas ni simplistas, ni utilizar exageraciones o falacias argumentativas, no podemos entrar en simplificaciones binarias como tan acostumbrados nos tienen, nos jugamos demasiado.
Hay que estar muy ciego para no ver que vivimos tiempos excepcionales, nuestra vida cotidiana está siendo radicalmente transformada, las medidas impuestas para, supuestamente, frenar la expansión de la pandemia planetaria provocada por el virus nominado SAR CoV-2, ha llevado al confinamiento obligatorio de las personas durante casi dos meses, a la suspensión de derechos fundamentales, a interrumpir la enseñanza presencial, a la sub atención médica, o ausencia de ella, para cualquier patología que no sea el Coronavirus, al cierre de actividades económicas, al uso de mascarillas para salir a la vía pública, a una restructuración y merma laboral sin precedentes que ha ocasionado un aumento generalizado del desempleo y una brutal caída de ingresos en los hogares, sobre todo en los que ya eran más precarios y vulnerables. Pero, ciertamente, tampoco podemos volver a la vieja normalidad, nuestra supervivencia como especie peligraría si retornamos. Servidor tiene la impresión de que le están ofreciendo dos únicas alternativas: o ecofascismo o extinción.
Antes de la crisis sanitaria del Coronavirus, en la Comarca Circular los indicadores comarcales económicos, sociales y demográficos ya nos situaban en el abismo de una depresión económica, social y política más intensa que al resto del país. Sin embargo, nuestros incompetentes dirigentes políticos, empresariales -todos- y sindicales -fundamentalmente CC.OO y UGT-, auténticos causantes de este descenso a los infiernos y ajenos a los tercos datos estructurales, siguen humillándonos, burlándose de nosotros y alistados al pensamiento mágico e instalados en la fantasía y la propaganda. Toda su actividad la emplean en sus impúdicas dedicaciones exclusivas, en sus oscuros “business” y en sus trucadas “mesas para el desarrollo” que conducen a licitaciones para programar actuaciones imposibles de ejecutar en estos tiempos donde lo fundamental es la supervivencia.
El pervertido entramado político comarcal no entiende la política como un marco donde el resto de los seres humanos, sus representados, son la primera prioridad. La pandemia lo está poniendo en evidencia. Solo a sociópatas y expoliadores de lo público, como los que están en el Consejo Comarcal o al frente del ayuntamiento de Fabero (antes lo hicieron en el Consistorio ponferradino), se les puede ocurrir en plena debacle “solucionar” lo suyo metiendo la mano a lo de todos. Acostumbrados a vivir del dinero fácil de la industria de la representación política y del clientelismo, siguen morando blindados en su burbuja.
El último ejemplo nos lo acaba de ofrecer la alcaldesa de Fabero, “trabajadora” de los servicios sociales de la Diputación (menuda sensibilidad social muestra), en el mismo ayuntamiento que “dirige”, un municipio de menos de 4.500 habitantes y en caída libre demográfica, acaba de auto concederse un salario de 3.000 euros brutos al mes. Hay que tener muy poco respeto hacia los habitantes de ese municipio que dice representar. Les mea encima y les dice que llueve. Nos retrata como sociedad el hecho de poner la gestión de nuestra vida pública en manos de semejantes individuos. Indigna la arrogante impunidad y la falta de autocrítica con la que se mueven. Se autocalifica de socialista.
En este Bierzo que socialmente se muere, sin pasado y sin porvenir, el tiempo queda en manos de un presente que representa las derrotas del siglo XX y la dificultad de construir esperanzas transformadoras para el XXI. Habrá que aprender a vivir con la derrota individual y colectiva en la memoria, con la rabia. Pero es hora de poner coto a los desmanes de esta gentuza sin escrúpulos o nos organizamos autónomamente o nos pasan por encima. Si no lo hacemos asistiremos impotentes a la inexistencia de futuro, víctimas de la insolidaridad que nos asola. Quien crea que la solución va a venir de la mano de esas instituciones colonizadas por psicópatas y carcomidas por la corrupción está ciego, sordo y mudo, quien crea que va a encontrar justicia en las instituciones y sus representantes, solo encontrará una máscara que intenta maquillar el dolor de los desprotegidos mientras ellos blindan sus privilegios.
A pesar de vivir momentos tan oscuros, escuchemos a uno de los intelectuales más lúcidos del siglo XX, el italiano Pier Paolo Pasolini, asesinado en Ostia en 1975: “He aprendido que es preciso seguir luchando por aquello en lo que uno cree, sin esperanza de vencer».