[LA PIMPINELA ESCARLATA] De comer en casa o fuera
EDUARDO FERNÁNDEZ | Uno de los problemas que tiene ser conservador es que se toma uno en serio a la autoridad. Y le hace caso. No se confundan algunos, que cuando la autoridad es zurda, pues también, que para eso está investida del halo sacro del poder en democracia. Me ha pasado esta semana lo mismo que hace meses con las mascarillas: que me creí a los que mandan cuando en plena racha ascendente de muertos dijo la autoridad de las cejas que no era obligatoria y yo, contra el proverbial buen criterio de mi mujer, que no, que no hacía falta y no servía, para comérmelo ahora cada mañana al salir de casa con triple repuesto de mascarillas, que eso sí es la muda española y no la de ropa interior. Todo por creer que auctoritas y potestas son lo mismo. A estas alturas de mi vida, que hay que ser pardillo. Ejercer cargo político puede darte poder, pero no siempre autoridad moral. Pues me ha vuelto a pasar lo mismo con lo de las comidas de la Encina, que si en casa, que si en la calle, que si en restaurante covid free, que si precocinado cual pollo asado para días tan señalados.
La ventaja que tiene seguir a determinadas autoridades como las nuestras es que no fallas nunca, pueden decir en breve lapso de tiempo una cosa y la contraria y encima reñirte por haberles entendido bien, porque así a la vez comes en casa y fuera, dependiendo de quién ejerza la autoridad en Ponferrada en materia de consejos gastronómicos. Uno que ha sido concejal rebelde y nunca alcalde -sean dadas gracias a Dios por mí y por ustedes a la vez-, está más inclinado a obedecer que a dudar, que es genotipo propio de la derecha. Así que entre obedecer a concejal y obedecer a alcalde, me quedo con lo último, aunque solo sea para insistir en aquel mantra de Fraga de que los socialistas solo aciertan cuando rectifican.
Porque uno se puede equivocar al dar una opinión, máxime si termina hablando -como sucede tantas veces a los políticos-, de cosas de las que no entiende, ya que los políticos son los seres humanos más osados, más aun que los tertulianos, al proclamar su omnisciencia. Para los de la LOE -ya se imaginarán que prefiera la LOMCE- omnisciente y sabelotodo vienen a ser casi lo mismo, pero con mejor manejo del léxico. Todos los políticos españoles hablan de asuntos que apenas manejan; para ahorrar a otros el escarnio, pongo como ejemplo ruedas de prensa mías para hablar de agricultura y regadíos. La única diferencia es que unos le dan a la osadía un cierto barniz y otros se muestran tal cual son; pero la ignorancia de fondo es similar. Así que no vamos a dar más palos al concejal de turno. Yo prefiero no cargar las tintas, para eso ya están los grupos de la oposición.
Lo que me fastidia en casos como este es que siempre se excuse como malentendido lo que es un error. No se ha entendido mal; se ha dicho mal o quizás se haya dicho de manera incompleta, buscando asegurar un tiro que con la imposibilidad de contentar a la vez a los que no se quieren contagiar y a los que no se quieren arruinar con las medidas para evitar contagios es un lío seguro. Si acaso el desaguisado mediático de estos consejos que luego se autoenmiendan pone de manifiesto el galimatías de instrucciones ante esta pretendida y no alcanzada nueva normalidad. A la vista de la forma de salir del jaleo, lo que sí quedan son resabios de la vieja normalidad; esa en la que en lugar de reconocer que uno mete la pata en el gobierno, prorratea la culpa entre el periodista, la oposición y el hostelero.
Lo socorrido -y ridículo- es culpar al mensajero y empezar la consabida caza de brujas para saber de dónde viene alguna información (en esto muchos progres harían sentirse orgulloso al senador McCarthy) que termina cayendo indefectiblemente sobre el mismo concejal, supongo que a ver si se mina la confianza del jefe y traslada los afectos a otros compañeros del gobierno local. Siempre es más fácil aceptar de plano, como el alcalde, que no hay quien entiende mal, sino quien se explica peor. Pero hay verdades que por dolorosas para algunos concejales no dejan de ser más intuidas y sencillas. Para algunas campañas personales no hay que buscar a los editores de los medios de comunicación: la fuente la tienen dentro. En esto el PSOE es igual a cualquier otro partido político, el PP incluido, como yo experimenté. En el orden de prelación de la maldad hay un sentido incremental: rivales, adversarios, enemigos y compañeros de partido. Pues eso, que para subrayar desde errores en las declaraciones hasta medidas de gracia hay concejales que no tienen que buscar muy lejos; entre los propios tienen gargantas profundas con manejo de BOE y mala uva a partes iguales.
Espero que haya protocolos más claros para la próxima vez que, ante la disyuntiva festiva de comer en casa o fuera, los concejales no tengan ni que opinar. Y que la economía berciana se recupere lo suficiente para que esa disyuntiva no sea sólo un problema de pocos porque haya muchos que no puedan plantearse salir. Mientras tanto, tal como están los afectos de algunos gobernantes entre ellos, coman donde coman, mejor con catador de comida antes.