[LA PIMPINELA ESCARLATA] La calidad del aire
EDUARDO FERNÁNDEZ | La calidad del aire en Ponferrada es regular un porrón de días al año, que es medida de exactitud científica cuestionable, pero que explica bien lo que cuesta tragar aquí algunas veces. Eso sin necesidad del desembarco de Frente Obrero, cuya ideología y métodos comprenderán ustedes que a un tipo de orden como yo le cueste tanto entender como los mecanismos que filtran nuestro aire enrarecido. El ambiental y el político.
Uno, que ha sido escrachado -palabro indigerible, pero que me disculparán por lo gráfico- pensaba que eso era una práctica contraria a los usos democráticos en una sociedad, como la nuestra, que tiene garantizados los derechos de asociación, sindicación, huelga, reunión y manifestación. Habrá quien piense que lo de más es la capacidad sustancial para asociarse, sindicarse, reunirse o manifestarse, y lo de menos la engorrosa burocracia que el respeto de los derechos ajenos demanda para hacerlo. Yo no. Ya se sabe que la estirpe conservadora es amante del papeleo y los permisos. Y lo sigue siendo. Y da la bienvenida al orden a quienes entendían que hacérselo a la derecha es jarabe democrático, pero hacerlo ante casa de Vicepresidente y Ministra (ay, qué tiempos en que se puede enchufar a la pareja sin que te acusen de nepotismo) es prácticamente delito de atentado. Es lo que va del círculo y la asamblea al coche oficial, el gabinete y la escolta, pero en morado. Yo sigo pensando que los escraches sobran en democracia también cuando se los hacen a Errejón, Iglesias y consorte o compañera o ministra compañera o lo que corresponda. Pero yo he tenido el placer de ser acompañado desde la puerta de mi casa a la estación del tren con chirimías y ripios y sé que no es para tanto. O que era tan molesto cuando se lo hacían a mis hijos como cuando se lo hacen a los hijos del Vicepresidente del Gobierno. Es lo que tiene el jarabe cuando se aplica por la izquierda obrera, que si fueran creyentes, recordarían a Caín y como no lo son, reparten carnets contra la decadencia y el acomplejamiento, que tampoco es como mandar recuerdos de Orlov a Andreu Nin. En cualquier caso, la derecha recalcitrante siempre saluda con alborozo el desembarco en Ponferrada de más grupos de izquierda, por lo de dividir y saber quiénes son los malos. Yo, que quiero creer soy derecha más civilizada y -perdonen otra vez la soberbia intelectual- doctor en Historia de las Ideas Políticas, confieso que lo del Frente Obrero me parece más izquierda que los que se autodeclaran progres pero hacen políticas que bien pudo suscribir el PP más liberal.
La calidad del aire en Ponferrada es imperfecta y eso puede explicar algunos episodios excéntricos que suceden en nuestra ciudad. De momento no hay evidencia empírica de que el aire en la plaza del Ayuntamiento esté peor que, por ejemplo, en la sede del PP, en cualquier iglesia o en mi casa, zonas que, por visitadas, me son más conocidas. Pero sí hay intuiciones. Hay concejal del equipo de gobierno que se queja de que el alcalde les ha puesto un comisario político que va a comisiones ajenas y controla lo que dicen los demás. Me parece exageración del natural compañerismo de partido, que yo también he conocido y padecido y que es consustancial a la naturaleza humana que se desarrolla en el hábitat “partido político” y en un ecosistema tan volátil como el de una corporación local. Esta, aunque sea la de Ponferrada, es más pequeña que un gobierno y se nota más el aliento en la nuca que en un gabinete, en el que corre más el aire y te molesta menos que te miren los bajos de la concejalía o, puestos a ello, que una compañera de ejecutivo te llame maricón, que ya se sabe es intolerable homofobia en los de enfrente, aunque pecadillo menor en ministra o fiscal general. En un ayuntamiento todo se multiplica con efecto lupa. Y el concejal es especie humana susceptible donde las haya. Para que no se me despisten, yo sigo a rajatabla las recomendaciones sobre el masculino genérico de la Real Academia, y si no, a mirar el Diccionario Panhispánico de Dudas; quien se decante por el lenguaje inclusivo dirá concejal y concejala, yo no, así que lo dicho vale para todo género, sexo, condición y orientación concejil.
Así que, vistas algunas susceptibilidades a flor de piel, el alcalde habrá creído aplicable la quinta regla de discernimiento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que aconseja “en tiempo de desolación (pongan ustedes pandemia) nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante”. La aplicación del principio al pleno de (re)organización abogaba, por tanto, a favor de la constancia del reparto de tareas ya conocido, pues Coalición es más toreable que Podemos a la hora de tocar las funciones de las concejalías. Lo que le faltaba al alcalde ya es que le imputen estrategias jesuíticas, pero el efecto es el mismo. Visto lo visto hasta ahora, para qué cambios mayores. A este paso, y como se ponga más regular el aire, igual terminan por descubrir su escaso ímpetu izquierdista y le hacen un escrache.