[LA OVEJA NEGRA] Parábola de la gatera
GERMÁN VALCÁRCEL | Ayer sábado, día 15 de junio, se han constituido las corporaciones municipales en prácticamente todo el Estado español, también en la capital berciana, donde después de veinticuatro años vuelve a situarse al frente del Consistorio un miembro del PSOE, un partido cuya insolvencia política, ética e intelectual, sobradamente conocida y constatada, hace que mantengamos serias reservas sobre lo que en el futuro nos puede deparar.
En Ponferrada, Vox carece de representación, por no haber presentado lista electoral, lo cual no quiere decir que la extrema derecha, o directamente el fascismo, no vayan a entrar en el Ayuntamiento, debemos, estar muy atentos, ante la posibilidad de que los defensores de las políticas de la crueldad y la humillación entren en Consistorio por la gatera. Nada difícil de lograr en una sociedad tan pútrida y alienada como la ponferradina que ha demostrado que se traga cualquier decision que emane del poder, por aberrante que sea. Toneladas de propaganda, emitidas desde los gabinetes de comunicación, han colonizado el imaginario popular hasta el punto de hacer creer que cualquier decision que se tome desde el poder nacido de las urnas es democrática.
Soy consciente de que en algunos sectores ciudadanos hay muchas esperanzas con el nuevo equipo de gobierno; servidor, lo reconozco, tiene muchas dudas y, es más, creo que no tardando demasiado don Olegario Ramón puede empezar a defraudar. Por expresarlo metafóricamente, veremos si decide ser un negacionista que considera a su compañera de partido, la todavía ministra Teresa Ribera, un meteorito más peligroso para el Bierzo que el CO2, o opta por ser uno de esos agoreros “salvaplanetas” que con tono apodíctico va de sarao en sarao pregonando el colapso civilizatorio, hablando de incineración de basuras, del apocalipsis que ocasionará el cambio climático y demás memeces de progre indocumentado que diría el fascista erudito de turno.
Servidor hace tiempo que perdió toda esperanza porque en este país los políticos siguen demostrando la vigencia de aquellas antiguas palabras de Albert Camus: “Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el coraje no obtiene recompensa», siguen siendo actuales porque es el país donde Federico García Lorca fue asesinado por los fascistas y su asesinato sigue impune, y Ponferrada, la ciudad de la que don Olegario es ya alcalde, es la ciudad donde nuestro paisano Juan Carlos Mestre, ese extraordinario poeta y mejor persona, es ninguneado, vejado e insultado por ciertos personajes, sin que jamás ningún político local, por muy amante que se declare en las redes sociales de la cultura y el arte, haya tenido el coraje y la decencia ciudadana de levantar su voz ante tanta ignominia y afear la conducta de quienes de manera reiterada tiene la procacidad y la desfachatez de hacerlo sin ningún tipo de rubor. Al contrario, en Ponferrada ese tipo de comportamientos terminan, casi siempre, premiados.
Carezco de esperanza porque, en Ponferrada, la misoginia y el machismo, esas cuestiones que tanto preocupan a doña Lorena González, futuro miembro del equipo de gobierno municipal, es no solo consentida, sino incluso recompensada. Carlos Taibo, ese “mediocre profesor universitario” según algunos, autor de decenas de libros, todavía se incomoda cuando recuerda cierta cena en un hotel ponferradino, donde un vocinglero y veborreico personaje sostenía que “las mujeres con la cabeza cuadrada son muy útiles para posar el gin-tonic mientras te hacen una felación”, nada importante doña Lorena, al fin y al cabo la Ciudad del Puente tiene el enorme privilegio de haber tenido el primer alcalde condenado por acoso, vuelto a ser reelegido como representante por más de seis mil ponferradinos y sin embargo su víctima jamás ha vuelto a pisar esta ciudad y jamás ha recibido ningún acto de desagravio por parte de sus habitantes, ni siquiera por parte de las feministas locales.
La insolvencia política, ética e intelectual del PSOE hace que mantengamos serias reservas sobre lo que en el futuro nos puede deparar
Carezco de ninguna esperanza porque en la capital de la Comarca Circular luchar y defender los DD.HH te convierte en objeto de desprecio, burla y chanza por parte de supremacistas que sostienen que “si los putos negros no saben qué hacer con el coltrán, nosotros, los desarrollados europeos, tenemos todo el derecho a ir a sus tierras y tomarlo”, evidentemente estas expresiones son coherentes en quien sostiene que la razón suprema “la detenta quien detenta el poder y la fuerza”. Personajes a los que, por supuesto, se les inviste de poder para que sus tesis se conviertan no solo en verdades absolutas, sino en hechos constatables.
Todo esto me demuestra por qué no tenemos derecho a la esperanza, y que quienes dicen pretender “regenerar las instituciones representativas” en realidad nos están engañando y solo pretenden adquirir el poder, para una vez en él legitimar, por acción u omisión, esos comportamientos.
Por eso algunos no vamos a entender que tengamos que ser los vejados, los pisoteados, los seguidores de quien nos pisotea, de quien nos veja. Por eso, algunos no estamos, dispuestos a aceptar callar ante la farsa que simula regeneración, por mucho que nos califiquen de personajes tóxicos o iracundos, no estamos dispuestos a que nos digan lo que tenemos que pensar, escribir o callar. Seguramente porque hemos aprendido que cuando alguien llega arriba, al poder, solo termina ofreciendo desprecio, agravios y felonías.
En esta ciudad unos pocos, eso sí cada vez más, gentes que caminan para hacerse oír y conspiran por un mundo nuevo, tan nuevo que apenas es una intuición en su corazón colectivo, ya no temen rebelarse ante la ignominia y la vileza, aun a riesgo de quedarse solos de quienes nunca han estado en verdad con ellos. Son gentes conscientes de su vulnerabilidad y fragilidad, pero acostumbrados a resistir, a soportar el dolor y que no temen ser abandonados por quienes no pretenden acompañarlos y apoyarlos, sino administrarlos, domarlos, rendirlos, usarlos y después desecharlos.
Don Olegario Ramón jamás debería olvidar aquellas viejas palabra, no recuerdo bien en este momento si de Hanna Arendt, Walter Benjamin o Bertolt Brecht: “cuando en una mesa se sientan diez personas y una de ellas es un nazi, se sientan diez nazis”.