[LA OVEJA NEGRA] Descarbonizar sin mentiras piadosas
GERMÁN VALCÁRCEL | El Bierzo ha sido, durante los últimos ochenta años, un lugar privilegiado para el desarrollo de barbaries ecocidas. La actual clase dirigente, atrincherada en esa visión ecocida, sigue cerrando los ojos a los deterioros que ocasiona esa visión y concepción político-económica.
A los políticos, altos funcionarios y empresarios de nuestra comarca y de nuestro tiempo, más preocupados en la supervivencia de sus grupitos de poder local y del enriquecimiento individual, parece ocurrirles lo mismo que a los griegos del siglo IV a. C., y los romanos del siglo IV d. C., no parecen percatarse del estado cada vez más crítico en el que se encuentra la Comarca Circular.
Una de las características de nuestras pueblerinas “elites” es que magnifican las situaciones vividas en los últimos ochenta años (los años del extractivismo más brutal y destructivo), cuentan para ello con una gran cantidad de recursos económicos, políticos e intelectuales (la enseñanza en todos sus niveles -la connivencia de la Universidad con ellos es algo absolutamente escandaloso- está a sus servicio) y sobre todo espacios en unos medios de comunicación -para algo son los dueños o financiadores- que facilitan la difusión de sus propias narrativas, de sus puntos de vista, que les permite construirse a ellas mismas como luchadoras por el progreso de esta tierra, cuando lo único que hacen es esquilmarla y destruirla.
Leyéndoles y escuchándoles, y viendo las reacciones de su clientela, servidor se pregunta qué sentido tiene seguir tratando de articular un discurso que no parece interesar a nadie. ¿Qué queda por contar?, cuando vemos que cada día se confirma que el futuro es una catástrofe programada, profetizada por espeluznantes estadísticas que anticipan lo que se nos viene encima los próximos años.
Los dirigentes políticos, empresarios y medios de comunicación han logrado el descerebramiento y parasitismo de una parte importante de la sociedad berciana, y la necesidad de emigrar para otra, la más dinámica (así no tienen testigos ni resistencias para sus fechorías) mediante una mezcla de caciquismo político, desmemoria y alienación.
En una comarca donde el 80% de sus habitantes están gobernados por eso que se llama izquierda, el PSOE, los cinco más poblados y un total de nueve de los doce municipios con más habitantes, donde se concentra el 85% de toda la población comarcal (Carracedelo y Villafranca en manos del PP y Torre para CB), también el Consejo Comarcal y la Diputación provincial, cabe preguntarse ¿qué es ser de izquierdas por estas cada vez más perdidas tierras? Las respuestas se caracterizan por su poca notoriedad científica.
Ante la imposibilidad de que se clarifique si algunos -a veces ‘protagonistas’ involuntarios, fácilmente desautorizables y combatibles-, entre los que me incluyo, son un gilipollas o unos Judas de la izquierda fetén, hay que pasar por el rubor de un tiempo de confusionismo, bajo el ojo de las inquisiciones, y soportar con resignación las insustanciales difamaciones, en espera del crecimiento de la cizaña sobre el trigo y la definitiva siega clarificadora.
Mientras tanto, cada cual puede dar gracias a sus dioses por ser menos socialdemócrata que los socialdemócratas. Pero en esta discusión de galgos o podencos pueden llegar los cazadores, y galgos o podencos, ¡oh, sorpresa!, muerden con escasos resultados.
Sé que para ciertos “izquierdistas” -de esos que prometen una larga y llorosa peregrinación hacia la revolución tranquila- de ser ‘protagonista’ a tener un calificativo media un paso, un leve paso. Pero antes de darlo tal vez debería ser motivo de reflexión la siguiente pregunta: ¿por qué sólo son molestos los dogmáticos del antidogmatismo y del relativismo? Gente, por otra parte, que duda de su propia duda y que, con su escepticismo, pone una nota de tolerancia en la inquisitorial convivencia política cerrada, donde empecinados dirigentes han liquidado la cuestión sustancial: el secuestro de algunas organizaciones políticas en beneficio propio. Tanto el alcalde ponferradino como el presidente de la Diputación o la portavoz podemita en el Ayuntamiento ponferradino, por poner algunos ejemplos, algo saben de estas cosas y manipulan con una seguridad de expertos en rompecabezas.
Para ellos todo lo que es crítica o pensar por cuenta propia es inmediatamente descalificado, y es que ser de izquierdas por estas tierras es una excentricidad sociológica contemplada por unos divertidamente, por otros rigurosamente y por algunos exterminadoramente.
Ser de izquierdas por estas tierras es una excentricidad sociológica
Explicar a esta izquierdita pusilánime, industrialista, anclada en el siglo XX, encerrada en los límites geográficos de la Comarca Circular y en los intelectuales de su ignorancia y cortedad de miras, que ya en 1970 superamos varios limites naturales y desde entonces hemos continuado haciéndolo es perder el tiempo, ellos están a salvar sus generosos sueldos y prebendas no para velar por el bien común.
Fruto de muchas decisiones que se tomaron en el pasado y que ya no se pueden revertir son las consecuencias de la situación que vivimos, pero seguir incidiendo en el mismo modelo económico es querer continuar con la degradación ambiental que nos ha traído hasta aquí.
El cambio climático va a acompañar a los habitantes del planeta, incluidos los del Bierzo, los próximos milenios, incluso aunque parásemos en seco la emisión de gases de efecto invernadero, pero igualmente se puede decir de la menor disponibilidad energética. Pensar lo contrario es creer que el ser humano está dotado de capacidades que no posee, incluso haciendo uso de la tecnología.
Por eso, algunos sostenemos que es necesario descarbonizar la economía. Pero para hacerlo debemos asumir que significa terminar con la globalización y casi con los sectores secundario y terciario de la economía, tal y como la conocemos, pero eso es algo que no les dirán jamás los políticos, porque como dice Juan Carlos Monedero “con ese relato no se liga”, vamos que no se sacan votos. Como siempre, se trata a la gente como borregos. Hay que decir la verdad, aunque solo sea por honestidad intelectual. No como hace la izquierda que lleva asociada a la parte reformista del movimiento ecologista, esos que siguen creyendo que todo se solucionará con mentiras piadosas como es la Green New Deal o Transición Ecologica como de denomina en este país.
No podemos seguir mintiendo, apelando al inconsciente colectivo para crear movilizaciones catárticas vacías. La gente tiene que saber que apostar por descarbonizar implica el despido de sus padres o de ellos mismos en su caso y aun así que hay que hacerlo. La verdad siempre, aunque sea dura.
También debemos asumir, si es real el relato sobre la descarbonización, que la sociedad basada en renovables no puede mantener sistemas sociales e industriales complejos, como en el que vivimos, al menos en la dimensión actual que es un enorme sumidero energético. Para que la energía renovable sea óptima, dada su disipación y su baja Tasa de Retorno Energético, habría que enfocarla a generar trabajo directamente, pues es de la manera en que menos se disipa. Por lo tanto, se trata de achicar la complejidad actual y establecer, desde las renovables, modelos más pequeños de producción y de formulación social.
Una cosa ha traído la pandemia del Coronavirus, la posibilidad de una crisis aguda del capitalismo, no provocada por una resistencia de los explotados o de la multitud, sino por un bloqueo de la máquina que no estaba en absoluto previsto.
La crisis mundial generada por la pandemia no va a afectar a todos de la misma manera. Las mutaciones del mundo del trabajo que se avecinan y las nuevas de producción y consumo rediseñan nuestro presente. Pero si queremos sobrevivir como especie a la crisis civilizatoria en la que estamos inmersos, más allá de las recetas revolucionarias del siglo XX, absolutamente obsoletas, es necesario explorar vías alternativas para la elaboración práctica de nuevas formas de vida.
Una cosa debemos asumir, no existe modelo del pasado que podamos reproducir tal cual, ninguna sabiduría ancestral que por sí misma nos pueda llevar a la liberación, ninguna espontaneidad del pueblo que pueda garantizar nuestra salvación. Sin embargo, el simple hecho de que toda la humanidad durante un muy largo periodo –y buena parte de ella hasta una fecha reciente- haya vivido sin las categorías capitalistas demuestra por lo menos que no son algo “natural” y que es posible vivir sin ellas.
Pero como nos señala Zygmunt Bauman: “Hay razones para estar inquietos, porque sabemos que vivimos en un tipo de sociedad que hizo posible el Holocausto y que no contenía nada que pudieses evitar que el Holocausto sucediese”.