[LA PIMPINELA ESCARLATA] La renta berciana crece y otros géneros cómicos
EDUARDO FERNÁNDEZ | Ya sabe el sufrido lector que uno es tan aficionado a estudios humanísticos diversos como a hacer vanidoso alarde de ellos. Son mis dos pecados: la gula y la soberbia, malos pero menos notoriamente reprensibles que la lujuria, la envidia y mezcla de codicia y avaricia que tantas veces percibí en compañeros de partido y demás rebaño político. En esos estudios me entretuve aprendiendo literatura española, que no es pasatiempo vano cuando puedes volcarlo hacia la política de aquí. En esta ha habido traiciones que ni los dramas barrocos; amoríos que ni el Tenorio más desatado; menesterosos en busca de lista como para toda la picaresca junta; plenos municipales entre la astracanada y el esperpento.
Poner nombres deshace el misterio y vuelve todo más vulgar, pero seguro que si nos ponemos a ello coincidiríamos en casi todos. Pero deformación de la comedia como lo de que la renta aumenta en El Bierzo demuestra la utilidad de la estadística para la distorsión de la realidad. Fue Mark Twain quien imputó al primer ministro británico Benjamin Disraeli (un conservador como ya quedamos pocos) la gradación de lo que no es verdad: mentiras, malditas mentiras y estadísticas. Páramo del Sil está a unos céntimos de Baviera.
Que la cuenta del crecimiento de la renta te la haga la Agencia Tributaria te da un mal presentimiento como cuando los colchoneros encaramos una final de Champions. Eso sí, se advierte prudentemente que la subida es ligera, que viene a ser como cuando la gente me dice que me encuentra más delgado. Yo adelgazo en una banda –no gasto horquillas como las encuestas- que fluctúa entre 12 y 16 gramos/década y la renta sube aquí por el estilo, un 0,7 %. Y el personal, que anda algo morcillón, más de ánimo que de partes pudendas, coge algo de fuelle, que crecer es venirse arriba esperando promesas de proyectos que darán más trabajo que construir las pirámides de Egipto. Con viva expectación y aliento contenido hasta la asfixia espero la resolución de lo de Endesa y después lo de la transición injusta. Luego nos pasa en nuestro microcosmos económico lo mismo que a escala nacional, que comparas y te desinflas. Crecemos en renta berciana, pero la bofetada de realidad te devuelve a tu sitio cuando ves que aumenta la brecha de la diferencia con la media española -que tampoco es para jolgorios y pasacalles en el conjunto comunitario-. Y esa bofetada viene a ser a la comedia como un gag de película de cine mudo entre Chaplin y Buster Keaton a mamporros, la gracia se la hace sólo a los demás. En la economía berciana uno cree que está bien hasta que levanta la vista sobre el horizonte y aparecen los teutones chuleando de la renta alemana.
Aquí lo único alemán que tenemos no es la renta, sino el dichoso coronavirus, germánico a más no poder. Cuadriculado en sus exigencias de contagio casi hasta el capricho. Por eso está siendo tan fácil de atajar. Pongamos por ejemplo lo de las distancias sociales, con lo dados que somos en El Bierzo al abrazo, incluso al beso fácil llegada la ocasión política. Ya saben que yo, que soy tipo de natural arisco y no beso a nadie al saludar, ahora entro en la categoría de ejemplar, saliendo de la de hosco. No beso a los hombres, porque en mi generación no se estilaba (lo que demuestra que estoy a punto de la decrepitud), porque no distingo en esto entre amigo del alma y coronel de caballería bigotudo. No beso a las mujeres porque no beso a los hombres. Y antes eso era huraño, pero ahora es covid-responsable.
Hay que mantener las distancias, que en el ayuntamiento de Ponferrada son como para ampliar las instalaciones y ahorrarse la gelidez de algunos más ásperos que yo en ayuno. Hay que mantener las distancias en el Toralín, pero por fuera. Porque ver fútbol a prudencial distancia contagia, pero hacinarse en un super a mediodía, no. Hay que mantener las distancias en el Bergidum, que el teatro es aerosol contagioso, pero el bar lo es menos. Hay que mantenerlas en la biblioteca, porque el papel es vía contaminante que ni con guantes de lana. Hay que mantenerlas en los colegios, pero hay cafeterías de gasolinera con más densidad poblacional que Hong Kong. El virus en Ponferrada es germánico y extremadamente preciso, en particular con la distancia social, a 1,48 contagia y a 1,51 ya no; a la 1 de la mañana contagia y a las 11,30 no, por eso los hosteleros de la noche arrastran un estigma que no tiene en cuenta ni distancia, ni medidas preventivas, ni seriedad y a cerrar para que Óscar Morticia pueda pintar en mi figura de caballero de la Orden Teutónica la indispensable mascarilla, porque otro pasatiempo no le queda ni a él ni a su gremio. Así el virus germánico se vuelve hispánico: que la economía lo aguante todo y que cada autónomo se aguante solo. Así que recordando una frase del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, ese sublime comunista sin partido, para que no me acusen de ignorar a los referentes culturales de la izquierda, erst kommt das Fressen, dann die Moral, primero viene la comida, después la moral, a pesar del virus la tragicómica renta berciana sube y seguirá subiendo… hasta la inanición.