[LA OVEJA NEGRA] Pesimismo esperanzado
GERMÁN VALCÁRCEL | Hace mucho tiempo que vengo siendo tildado de pesimista, en el mejor de los casos, de apocalíptico, en tono despectivo, y escuchando todo tipo de falacias ad hominen como supuestos argumentos, ante la ausencia real de ellos, por las opiniones aquí vertidas.
Son casi siempre emitidos por esas gentes que sostienen que no hay alternativas fuera del actual metabolismo social. Pero no se trata de ser optimista o pesimista, las acusaciones de pesimismo casi siempre esconden una excusa para no asumir una realidad muy dura.
Por eso siempre respondo lo mismo: ¿quién es en realidad el pesimista? ¿Quién el apocalíptico? Seguramente el improbable lector sonreirá si afirmo que es el que cree que no se puede cambiar nada, el que sabiendo que caminamos hacia el desastre, persiste en seguir la ruta hacia el abismo, no los que decimos que se puede girar hacia la derecha o hacia la izquierda, incluso dar la vuelta. Continuar invariablemente la misma ruta nos llevará a todos a despeñarnos.
Servidor está dispuesto a aceptar que le tilden de pesimista si lo que se pretende decir es que me niego al autoengaño, a que acepto mirar de frente las duras realidades de la condición humana y a la situación socio-cultural y económico-ecológica de nuestro mundo, lo cual no me sitúa en la resignación o la inacción. Como diría Terry Eagleton pesimismo activo, esperanza sin optimismo. Lo que no estoy dispuesto a asumir es que la negación de la realidad y el autoengaño sea optimismo. No acepto que para hacer lo correcto sea necesario autoengañarnos.
La desesperanza existencial tiene cura, el pesimismo se sobrelleva. Pero lo grave es el colapso ecológico social al que el estamos abocados si no ponemos remedio.
El ecocidio acompañado del genocidio no es inevitable, pero de no poner remedio avanzamos a toda velocidad hacia ese abismo. El problema al que nos enfrentamos no es un virus, sino al colapso ecológico y social, al cambio climático, al descenso energético, a la escasez de materiales para el normal funcionamiento del metabolismo social que hemos construido.
En España los partidos políticos han secuestrado la voluntad popular mediante una partidocracia clientelar, excluyente y acrítica que ha servido de adormidera y polarizado a la ciudadanía, lo cual les facilita esta especie de ensimismamiento amnésico en el que nos hemos instalado impidiendo los necesarios cambios de calado para frenar la máquina de destrucción masiva que es el modelo de producción capitalista.
En el Bierzo esa partidocracia permitió y fomentó, desde hace ya muchos años, que triunfara la ceguera. Fueron años en los que el rumbo de la ciudad, de la Comarca, quedó en manos de gentes que, con su astuta estrategia de robar y dejar robar, arrasaron el Bierzo, convirtiéndolo en mero recurso económico y a su capital, Ponferrada, en un feo y vacuo decorado de cartón piedra (el barrio de la Rosaleda es la metáfora y su herencia) en el cual ejecutaban sus sucios negocios.
Politicastros que no tuvieron, ni tienen, vergüenza ni decencia, ni la han conocido ni la conocerán. Pero no solo ellos, sus cómplices intelectuales, los voceros y casposos lameculos, son la peor lacra social de esta ciudad; gentuza que, crecidos a su sombra y vestidos con el disfraz de defensores del “emprendimiento y amantes de la tierra”, insultan y señalan (como hacían los nazis con los judíos) a los escasos ciudadanos que, en esta ciudad, intentan rebelarse y demostrar con veracidad las mentiras y corruptelas de una castuza político-empresarial-funcionarial, carente de contrapesos.
Continuar invariablemente la misma ruta nos llevará a todos a despeñarnos
La responsabilidad no es solo suya, también lo son los que votaron por ellos, los que pudiendo hacer algo por la ciudad, cansados y decepcionados, dejaron de hacerlo. Son responsables todos aquellos que enarbolaban la bandera de la anticorrupción, pero a la primera de cambio, en el momento que pisaron las moquetas de los despachos del poder, cierran los ojos a cambio de un plato de lentejas (los sustanciosos salarios que se auto conceden) y en súbitos arranques de “responsabilidad” aceptan y adoptan la lógica político-social imperante por estas tierras, sin importarles que con ello dan respaldo y blanquean una forma de hacer política que no es más que el fiel retrato del profundo estercolero del que parece imposible salir.
Después de un tercio de mandato consumido por los actuales mandatarios municipales, comarcales y autonómicos, podemos afirmar que la mayoría de los que se presentaron ante nosotros como gentes solventes y sobradamente preparadas no son más que una pandilla de pulcros y aseaditos charlatanes políticamente correctos que no tiene intención de sacarnos de la dinámica perversa en la que estamos atrapados.
Parece que lo único que están buscando estos falsificadores de la realidad, falsificación realizada a partir de su visión clasemediana, es perpetuarse en el poder. Todo con un único objetivo, seguir depredando y manteniendo sus privilegios.
Esta misma semana hemos asistido, con toda la parafernalia mediática que con sus subvenciones mueven, a uno de esos episodios de venta de humo, tan típicos entre los miríficos y emprendedores políticos de estas tierras. Nos dicen que Ponferrada se va a convertir en el laboratorio del “internet de las cosas”, lo virtual tratando de tapar la cutre realidad en la que estamos sumidos. El transhumanismo por delante de lo humano, produciendo civilización como se cultiva la remolacha. Preparándonos para que rápidamente recuperemos nuestra condición de consumidores. La tecnolatría y mercadolatría tratando de cubrir su incapacidad y soberbia, pero también la suciedad y decrepitud de una ciudad sin alma, y sirviendo de coartada a la aporofobia y clasismo clasemediano de unos responsables políticos que cierran los mercadillos populares, donde los de abajo compramos vaqueros, camisetas, chándal y calzoncillos falsificados, pero no los centros comerciales donde ellos y ellas compran las ropas y accesorios de marca que tanto les gusta lucir. La inercia del modo de vida capitalista en todo su esplendor, la necia soberbia del complejo de poder. La lógica capitalista de organización social convertida no solo en política sino en una antropología.
¿A qué viene este tipo de iniciativas cuando la degradación de la ciudad en forma de suciedad y deterioro parece imparable? Cuando la mayoría del municipio carece de servicios sanitarios indispensables, cuando los servicios esenciales los pagamos como si fueran de lujo. Es la constatación de la locura que esconde esa religión llamada Progreso.
Necesitamos una ruptura política profunda, necesitamos desaprender los rasgos supersticiosos del progreso, pero también acabar con los privilegios de ese sector social que vive y gobierna por y para esa burbuja de empresarios, políticos y funcionarios que han conducido a esta comarca, el Bierzo, y a esta ciudad, Ponferrada, a la pobreza, priorizando y anteponiendo sus privilegios, beneficios y bienestar privado al colectivo.
Pero tengo la impresión, más bien la certeza, de que hablar a estas gentes, la mayoría de ellos ególatras y codiciosos defensores del sueño clasemediano, ese sueño que solo se concreta para unos pocos, eso sí, a costa de otros muchos, de la necesidad de autoconstruirnos, para bienvivir, frugales, modestos y compasivos, interdependientes y ecodependientes, es perder el tiempo. Ellos representan el más claro ejemplo del sujeto neoliberal cuyo narcisismo y cortoplacismo está en las antípodas de lo que requiere un proyecto de supervivencia y emancipación. Viven metidos en su campaña mágica, donde solo se admiten parabienes, palmaditas en la espalda y sonrisas serviles, hechizados por el poder que creen tener, y como es propio del que está hechizado, no hay conciencia del hechizo.
He adquirido la certeza de que la situación político-social actual ya no requiere, solo, un buen análisis, sino fuerza política (también prepolítica: hegemonía sociocultural) para asaltar la brutal pirámide de poder que estos codiciosos y narcisistas clasemedianos han construido. Nos va la vida en ello.
Nos lo explican, con la lucidez de todos sus análisis, los zapatistas de raíz maya, en el comunicado emitido el pasado día ocho por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, desde algún lugar de la Selva Lacandona: «La Pandemia del COVID 19 no sólo mostró las vulnerabilidades del ser humano, también la codicia y estupidez de los distintos gobiernos y sus supuestas oposiciones. Medidas del más elemental sentido común fueron despreciadas, apostando siempre a que la Pandemia sería de corta duración. Cuando el paso de la enfermedad se fue haciendo cada vez más dilatado, empezaron los números a sustituir tragedias. La muerte se convirtió así en una cifra que se pierde a diario entre escándalos y declaraciones”. Lo suscribiría cualquier persona sensata de este país.