[LA OVEJA NEGRA] Obsesiones del poder
GERMÁN VALCÁRCEL | Es absurdo pedirle, a estas alturas, templanza al autoritario y cada día más soberbio, con quien no le ríe las gracias o le pasa la mano por el lomo, alcalde ponferradino, Olegario Churchill, alias Covidio Ramón que, cada vez con mayor frecuencia, actúa como si todo lo que suene a crítica debe ser hecho cautivo y desarmado, y si puede ser ofendido y humillado.
Nuestro alcalde no duda en utilizar para, como digno alumno de Trump, ese al que dice despreciar, las redes sociales (no en vano ha contratado a una profesional para que se las gestione, además de disponer de un Community Manager o Spin Doctor, no se sabe bien a ciencia cierta, heredado e impuesto en las negociaciones para alcanzar la alcaldía por el hoy encarcelado, el presunto maltratador, Pedro Muñoz) y los subvencionados medios de comunicación paramunicipales, para intentar amedrentar a los actuales concejales de la oposición, incluso a los que ya se encuentran en el paro, y a cualquiera que mantenga posiciones críticas con su gestión; para ello no duda en acotar, poner puntos cardinales propios y vías por las que hacer circular cualquier crítica que se le haga.
Una vez más el actual alcalde nos demuestra que cuando cierta “izquierda” llega al poder no modifica la cultura del poder, sino el poder los trasforma a ellos y con ello consigue que sigamos viendo a los políticos como seres extraños, gentes mayoritariamente mediocres, que utilizan la política como forma de autoafirmación personal y de medrar social y económicamente.
Ya nos advertía Foucault que no había que enamorarse del poder. Pero desgraciadamente nuestro alcalde ha caído en el delirio del poder, y ya sabemos que el poder expresa una relación de dominación y control, una relación en la cual una de las partes domina y controla. Quien lucha por tomar el poder adquiere inefablemente el virus de dominar y controlar, y en este caso, además lo aplica, sin rubor, incluso entre sus propios compañeros. Algunos y algunas de los componentes del tripartito cuentan y no paran.
El actual alcalde ponferradino ha demostrado ser una encarnación pluscuamperfecta del viejo establishment socialista comarcal y en consecuencia aquejado de los mismos vicios y heredado no solo el poder sino también la esclerosis que afecta a ese partido.
Para cómo se las gastaba en la oposición, don Olegario Churchill, alias Covidio Ramon, tiene la piel muy fina ante las críticas y ante los sarcasmos; sobre todo llama la atención cuando se conoce de primera mano cómo actuaba cuando era líder de la oposición. Alguna de sus actuaciones, sus mezquindades y sus reiterados sarcasmos -algunos incluso profundamente machistas- contra doña Gloria Merayo y alguna de sus concejalas, denotan su doble moral y su doble rasero. También sirven de baremo sus traiciones y deslealtades, como aquella ocasión en que no tuvo ningún pudor en pactar con Samuel Folgueral, su supuesta línea roja, con tal de ridiculizar y ningunear a la antigua alcaldesa. Por no hablar de las que llevó a cabo para apartar a doña Ángela Marques de la primera línea política, o las pequeñas y mezquinas venganzas que ejerce sobre todo aquel que no se doblega, dentro de su partido, a sus designios. Don Olegario, como tantos otros políticos, confunde, con más frecuencia de lo deseable, lo personal con lo político.
La crítica ejercida por el grupo municipal del PP en el tema de la adjudicación los autobuses urbanos, sustentada por un informe técnico del servicio de Ingeniería del ayuntamiento, se ha limitado a instar al equipo de gobierno a aclarar las dudas suscitadas por dicho informe y a explicar cuáles son los criterios del actual partido mayoritario en la oposición -se podrá o no estar de acuerdo con ellos- para tomar la decisión de compra. Pero la reacción y sobreactuación del alcalde y de la concejala responsable de contratación ante esta petición de aclaraciones ha puesto de manifiesto, una vez más, el talante autoritario del alcalde y de parte de su equipo. También su tremenda inseguridad, y lo que es peor, lo grande que les viene el cargo.
A servidor no le sorprende esa reacción. Guardo la contestación, una macarrada escrita y firmada por él mismo en papel oficial, impropia de quien ejerce de máxima autoridad del municipio, en la que me negaba la información solicitada, relativa a los gastos en materia de comunicación, gastos relativos a protocolo y representación, gastos de cada grupo político municipal, relación de personas contratadas por cada uno de ellos y relación de miembros del ayuntamiento designados en otros organismos oficiales y dietas que perciben.
En el actual equipo de gobierno de Ponferrada no hay revolucionarios
En algún momento llegue a pensar que tal vez era posible, con una izquierdita gobernista y políticamente correcta en el poder municipal, rediseñar una Ponferrada pensada para la cohesión social, la igualdad de oportunidades, la cultura -incluso para la que adjetiva-, pero también y, sobre todo, para incrementar y fomentar la participación de los ciudadanos, y para que desde el poder se acepte que la crítica no es ruido subversivo. Una vez más me equivoqué.
Con su llega a la alcaldía, también, llegué a pensar que se podrían sentar las bases para hacer frente a los retos a los que nos enfrentamos sin hipotecar los derechos de las generaciones futuras, pero no, todo seguirá desarrollándose dentro del campo de batalla de los falsos debates llenos de palabras gastadas que solo nos conducen a la autodestrucción.
Es tremendo que, frente a un desastre como el que estamos soportando, el equipo de gobierno municipal, y los supuestos asesores intelectuales a los que escucha, tan sobrados de supremacismo intelectual -lo de la universidad es demencial y solo un ejemplo- como faltos de inteligencia, se dedican, impotentes e incapaces, a decir chorradas, chorradas que producen siempre de dos en dos, convirtiendo, de paso, en mera caricatura los contenidos ideológicos e intelectuales, sedimentados por décadas de lucha social y política.
Soy consciente que si un columnista de pueblo, como servidor, pone en duda la validez de muchas de las soluciones que desde el establishment universitario se ofrecen (todavía recuerdo cuando, no hace tanto, una máxima autoridad universitaria local defendía que el TTIP -Tratado de libre Comercio- iba a ser beneficioso para los productos agrícolas bercianos), corre el riesgo de ser automáticamente acusado de memo o de estar al servicio de conspiranoicos o terraplanistas aunque uno pueda formar parte, por hipotética felonía, de la lista negra de esos mismos conspiranoicos o terraplanistas.
Solo desde la verdad, por muy demoledora que sea, se pueden diseñar modelos útiles y reales. Algunos hemos decidido decir la verdad aunque ello suponga el aislamiento social. En Chiapas, los indígenas mayas del EZLN me enseñaron una cosa: la verdad se regala. Quienes practican la mentira lo saben. Pero mentir es robar la dignidad a la gente.
Me sigue maravillando la capacidad que un partido como el PSOE sigue teniendo, una y otra vez, de ilusionar a amplios sectores de la población. Solo es entendible en el sórdido panorama en el que estamos instalados desde hace décadas. De poco vale jubilar a las viejas guardias de la izquierda local, si no cambian los métodos y las políticas. Hay situaciones que se muerden la cola, como algunas pescadillas, como casi todos los círculos viciosos.
Una vez más un supuesto izquierdista ha resultado uno de esos trucados regeneradores. Mientras, se va acumulando el sustrato del escepticismo con el que la sociedad civil se va cargando de razones para la abstención, esa sarna democrática que se extiende como una epidemia, y resultante mucho más cómoda que la de la insumisión. Pero me temo que, en las actuales circunstancias, el ecofascimo que algunos defienden va a redirigir ese absentismo.
Cambiar el modelo político, y más aún, el patrón de funcionamiento del Consistorio ponferradino, en definitiva, nuestro modelo de vida, requiere algo más que las ‘jesuíticas’ admoniciones que don Olegario practica y predica con sus demagógicas letanías cortoplacistas con las que nos aburre en las redes sociales.
Como decía mi admirado Walter Benjamin, “la revolución no es un tren que se escapa, es tirar del freno de emergencia”, pero en el actual equipo de gobierno de Ponferrada no hay revolucionarios. Necesitan seguir a toda máquina para justificar sus opulentos salarios, en una ciudad que tiene de renta media veinticuatro mil euros. Pero decir esto son cosas de los que vivimos en nuestro miserable y cerrado mundo, como bien dice otro pesoista de pro, el presidente del Consejo Comarcal.