[UNA COMARCA EN LA MOCHILA] Viaje III. Balboa
—Nosotros empezamos en política por convicción… Por la convicción de poder ayudar a la gente, y mejorar esto… Veníamos de épocas muy malas, y empezamos por convicción… —El alcalde de Balboa medita, se queda pensativo. —Los políticos de hoy sólo miran por ellos…
Empezamos…
BALBOA
Son las diez en punto de la mañana. Llovizna muy fina en el valle. Neblina y frío húmedo. Así amanecen los días de finales de octubre por estas tierras… El alcalde nos espera desde mucho antes, con un cigarro en la boca. Técnicamente, ya no es alcalde desde 2015 pero, tras más de 30 años gobernando Balboa, se ha ganado por derecho propio que le sigan llamando alcalde. Primero ganaba por el Partido Socialista; las dos últimas elecciones, por el Partido Popular. Pero eso ya es otra historia…
Aún no han abierto los bares, así que decide enseñarnos la Casa de las Gentes, que actualmente alberga el museo donde el escultor Domingo González expone sus obras talladas en madera. Unas piezas únicas, ya sean en madera de castaño, tejo o nogal, que nos recuerdan en cierto modo a la artesanía africana. Algunas figuras representan escenas eróticamente explícitas; otras, al ser simplemente arte, no pueden explicarse. Preguntando por el precio, una talla de tamaño normal parte desde los tres mil euros. Y los vale… Sin embargo, los domingueros y turistillas de fin de semana nunca quieren pagar los dos euros que cuesta la entrada a la exposición (un euro la reducida, y gratis los niños).
—Llegan a la puerta, ven lo de pagar, y se dan la vuelta. —nos dice entre risas el alcalde. —Y luego se van al bar o al centro comercial de la capital.
El alcalde es un tipo con el que te irías de vinos, y eso lo sabes al minuto de conocerlo. Empezó siendo el cartero de Balboa, así que otra cosa no, pero el municipio lo conoce a la perfección. A pesar de la tremenda inversión en la Casa de las Gentes, no hay presupuesto para mantenerla abierta ni contratar a una persona fija durante gran parte del año.
Tras salir de allí, nos lleva al bar familiar que, aunque hoy está cerrado, tiene un interior de madera muy agradable. Nos dice que lleva abierto desde el año 1924. Seguimos hablando de las otras ocasiones en que hemos estado en Balboa, y le respondo que a la fervenza de Canteixeira suelo ir varias veces al año.
—¿Has comido en la palloza de Canteixeira? —pregunta.
—Sí, una vez. Comí el gallo con arroz.
El alcalde se ríe.
—¿Sabes de dónde viene lo de comer el gallo por estas tierras? Es la tradición… La tradición de que al alcalde le regalaran un buen ejemplar todos los años…
Han pasado 45 minutos, y acaba de abrir el primer bar del pueblo. Entramos a tomar café. En un trozo de papel usado el alcalde nos dibuja una ruta a pie por su municipio. Nos hace desistir de la que teníamos planeada en un principio, porque nos dice que muchos de esos caminos ya estarán ciegos (cerrados).
Para iniciar la ruta nos acompaña hasta el pueblo de Castañoso, que hace honor a su nombre al recibirnos entre bosques de castaños y suelos repletos de erizos que nadie recoge. Un perro sale a ladrarnos, pero recula cuando reconoce al alcalde. Es entonces cuando el alcalde se queda pensativo de nuevo. En su gesto brota una sonrisa amarga.
—Yo de aquí ya no me voy nunca… De aquí me sacarán con los pies por delante… —dice mientras nos señala el camino.
Nos despedimos del Alcalde, ya con mayúscula. Tendrá sus claroscuros, como todos, pero en menos de una hora se ha ganado mi respeto.
RUTA CASTAÑOSO–REFUGIO DE MONTAÑA–CANTEIXEIRA–PUMARÍN–LAMAGRANDE–VILLAFEILE–BALBOA
El Alcalde debió de vernos en plena forma, ya que nos diseñó una ruta de más de 15 kilómetros y unos cientos de metros de desnivel positivo. Comenzamos monte arriba por un empinado camino, entre castaños, una enigmática niebla y rumores…, rumores sobre cierres, confinamientos y toques de queda. ¿Hasta cuándo nos durará esta libertad? ¿Hasta cuándo el aire puro y la lluvia mojando el rostro? Quién iba a decirnos que la amistad y el caminar libre por la Naturaleza, en estos tiempos difíciles, se hayan convertido en un lujo al alcance de casi nadie.
Poco a poco, los castaños más próximos al pueblo van dejando paso a robles y abedules, y a los regatos que cruzan el camino en cada curva. También a la niebla, que nos impide apreciar el paisaje… Qué siniestra coincidencia con estos tiempos, en los que el ruido político y mediático no nos deja ver más allá: en apenas una hora de trayecto nos informan de que han confinado, han desconfinado y han vuelto a confinar a la capital de la comarca…
La niebla se vuelve más espesa por momentos, y sólo permite adivinar las agrestes formas del paisaje que dejamos atrás, dibujando siluetas fantasmales. Entre la lluvia y el viento hacemos cima en el collado, un paraje conocido como la Campa das Achádigas. El refugio, perteneciente al truncado proyecto de la Mirada Circular, está devastado. Más tarde nos asegurarán que fue debido al viento, pero el viento no suele arrancar las puertas y llevárselas, ni moler a pedradas las ventanas. La parte trasera está llena de excrementos, y no sólo de alimañas; y el revestimiento de pizarra, troceado a láminas.
En el inicio del descenso hacia Canteixeira una señalización arrancada de cuajo, de la fallida Mirada Circular, yace abandonada en el suelo. La Mirada Circular, aquel ambicioso proyecto de la Ciuden que pretendió unir por caminos senderistas todo el Bierzo. Una vez más, algo que pudo ser interesante para esta comarca, acabó naciendo muerto… Y esa señal roja, casi comida por las zarzas, así lo atestigua.
Durante el descenso, la ceguera blanca de Saramago desaparece poco a poco, y ya se ven los valles y los colores del otoño. Los diferentes pueblos del municipio parecen estar ahí al lado, pero la realidad es que haría falta un día entero para llegar a ellos caminando en esta quebrada orografía.
Pasamos por Canteixeira, a donde volveremos por la tarde en coche. A la salida del pueblo, justo antes de meternos en un camino equivocado que descendía montaña abajo, una mujer mayor que aguarda en un todoterreno nos indica la dirección hacia Pumarín y Lamagrande. Dejamos atrás ambas poblaciones entre huertas bien trabajadas, y algunas calabazas que ya aguardan impacientes al Samaín.
Hasta Lamagrande hay unos tres kilómetros por carretera, que nos ofrece unos paisajes de ese verde fluorescente que sólo aparece tras muchos días de intensas lluvias. Y de Lamagrande, una corta bajada hacia Villafeile, pasando por la casona de Cataquente.
El camino que conduce desde Villafeile a Balboa está seriamente afectado por el incendio del pasado verano. Dan ganas de llorar al cruzarse con esos castaños centenarios carbonizados y muertos. Al haber sido arrasado el sustrato vegetal que daba firmeza a la ladera, las últimas lluvias han provocado torrenteras y corrimientos que hacen que parte de la ruta resulte intransitable.
BALBOA
Llegamos de nuevo a Balboa a la hora de comer, pasando por debajo del castillo del siglo XIV que domina el lugar. Personalmente, cuando tengo visita por aquí cerca y quiero apostar sobre menú seguro, siempre los traigo a la Palloza. Variedad, calidad, buena elaboración, buen vino y un precio muy razonable, y todo ello en el interior de una antigua palloza restaurada. Finalmente, nos decantamos por las caracolas rellenas de sabores del Bierzo, el arroz con botillo y la ternera guisada en salsa de castañas. A ver quién se mueve ahora…
Balboa se hizo mundialmente conocida por su Reggaeboa Festival, que este julio no pudo celebrarse por las razones ya conocidas. En este entorno privilegiado, único, el pueblo se convirtió en un punto cultural y de ocio de referencia, donde conocidos músicos de reggae actuaban en directo, alejados de los grandes núcleos urbanos. El Alcalde nos contó que 1.500 entradas salían a través de internet, y se agotaban al poco; otras 500 se reservaban para la gente de la zona. Yo guardo un recuerdo agradable del año en que vine por aquí en pleno festival (creo que en 2011), y a pesar de que no pertenezco a la cultura rastafari, me lo pasé muy bien. Quizás la espina clavada fue no haber podido entablar una conversación satisfactoria con dos agraciadas chicas que se bañaban en cueros en el río, y muy probablemente bajo los efectos de algún psicotrópico.
Al salir de la Palloza, cruzamos el río de Balboa por el puente de madera (suponemos que también obra de Domingo González) y, al echar la vista atrás, sólo puedo acordarme de la bucólica aldea de Astérix. Durante mi infancia, leyendo las geniales historietas de Goscinny y Uderzo, siempre quería vivir en un pueblo así… Al otro lado del puente, la iglesia de Santa Marina, construida entre los siglos XIII y XVI, de origen románico, y hoy declarada Bien de Interés Cultural, cuyo interior contrastará con el de Parajís. Veamos por qué…
PARAJÍS
Parajís inquietante (o Paraxís, en galego) titulaba una buena guía de Julio Álvarez sobre el Bierzo. Y es que la única talla del Demonio de la Península en un templo cristiano, fuera de retablo, se encuentra aquí, en la ermita de Parajís. Apartada de la ya de por sí sinuosa carretera y de los fisgones, se esconde la figura perturbadora del Demín, que así se le llama por estos lares, casi en la frontera con Galicia.
Según cuentan los lugareños, la talla xa estaba aiquí no tempo dos mouros, y se la asocia a terribles sucesos y muertes fulminantes. Cada 2 de octubre, fecha de la romería del pueblo, los parroquianos acuden a ponerle velas y flores a San Miguel Arcángel y, por si acaso, también al Demín.
Nos cuentan que, tras la muerte de la anciana que vivía en una de las casas que aún siguen en pie, la llave de la ermita ha quedado en manos de un único hombre, pero que no es recomendable pedírsela.
Yo, por si acaso, no voy a escribir nada más ni a poner la foto del Demín. Tampoco quiero contribuir a que, en los tiempos de las redes sociales, el pueblo se llene de panolis, youtubers y demás calaña. Es cuestión de respeto, y más estando el Diablo de por medio.
O PORTELO
Justo hoy, al tiempo de transcribir las notas para esta crónica, el señor Presidente ha decretado el toque de queda y la prohibición de moverse entre comunidades autónomas. Pues bien, aquí, las personas de O Portelo lo tienen crudo… De sus cuatro casas, una pertenece al Bierzo, dos a Cervantes (Lugo), y la cuarta mitad al Bierzo, mitad a Galicia… Qué estúpidas y absurdas se muestran a veces las fronteras, y en O Portelo está la prueba fehaciente. ¿Cómo le dices al vecino de al lado que su situación administrativa y legal es distinta a la tuya? ¿Podré pasar dos metros más allá para darle de comer a mis vacas?
Precisamente, en el momento de la visita, sus únicas habitantes son las vacas que se aproximan curiosas al aparcar el coche junto al prado. Alguna casa parece restaurada y habitada, y en otra se perciben señales de un abandono reciente: un comedero de gato, garrafones, una gorra de piensos Biona en la puerta…
La carretera de la Diputación de Lugo, que llega hasta la mitad del pueblo, está en mejores condiciones que la de León (que llega hasta la otra mitad del pueblo). Ese cambio de asfalto denota el límite entre ser gallego o castellano, entre estar confinado o no; así como las respectivas señales de cada comunidad y un monolito vandalizado que pone Conozca los orígenes de Cervantes. A pesar de que Alcalá de Henares presume de ser la cuna del autor del Quijote, sus orígenes familiares parecen remontarse a este olvidado concello gallego que linda con Balboa, más concretamente al llamado Palacio de los Saavedra.
En un lugar de las Montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico, y verdaderamente lo fuera si así se diera maña a conservar su hacienda como se la daba en gastalla… Así comienza el capítulo XXXIX de la primera parte del Quijote…
Que cada uno saque sus conclusiones…
FUENTE DE OLIVA–RUIDEFERROS–CHAN DE VILLAR
El pueblo más bonito y mejor conservado de Balboa, en un entorno inigualable: así podríamos definir a Fuente de Oliva. Una pega, para llegar es necesario meter el coche por pistas sin asfaltar llenas de barro, pegar en los bajos un par de veces y, finalmente, aparcar con vuestro flamante híbrido hecho un Cristo. Así que, urbanitas, absteneros…
Nos cuentan que unos chicos intentaron llevar a cabo un proyecto de albergue rural, pero fracasaron, y desde entonces Fuente de Oliva permanece abandonada. Y es que el turista rural de hoy día quiere comodidades. Quiere buenas carreteras, buena wifi, buena calefacción, buen jacuzzi y hasta el Canal Plus, a ser posible. No quiere que su estancia dure más de un par de días, como mucho, porque entonces ya empieza a aburrirse. Y la ciudad cerca, por si hay que salir a cenar a un restaurante de moda recomendado en internet. Pero bueno, después subirá a las redes virtuales sus fotos en la casita de piedra y te lo venderá como una experiencia agreste y auténtica, simulando que su personalidad es así… Esta es la sociedad que tenemos, es lo que hay. No puedes pedirle peras al olmo…
Curiosamente, la pista sin asfaltar desemboca en las calles empedradas y bien cuidadas del pueblo. Los faroles están iluminados, a pesar de que aquí no hay nadie. Un hórreo, el agua de la fuente manando sin cesar, el arroyo que cruza alegre por la mitad del pueblo, los castaños, el valle infinito al fondo…, y las persianas bajadas.
Tarde o temprano ya vendrá un alemán o un inglés, o un ricachón madrileño, y comprará la aldea entera para convertirla en su finca de recreo, como ha pasado en la Ribeira Sacra. Y entonces nos daremos cuenta de lo que hemos perdido para siempre. O no…, algún cuñado te dirá que eso pasó por no haber asfaltado todo el monte.
Salimos del pueblo por la pista de tierra, que continúa durante varios kilómetros más. El asfalto regresa en Ruideferros, aunque aquí tampoco vemos a nadie. El cartel de madera, destartalado; pero al menos el ganado y algún gato tiñoso evidencian que sube alguien de vez en cuando.
En Chan de Vilar queremos visitar el Hórreo Ribada, donde se fabrica una cerveza artesanal de castañas. La fábrica y el bar están cerrados, puesto que sólo abren el fin de semana. Sin embargo, al estar en plena campaña de recogida de la castaña, una mujer que trabaja allí accede a abrir y enseñarnos el local.
El bar es muy acogedor. El típico en el que te refugiarías del frío en una tarde de invierno y, entre cerveza y cerveza, te dejarías llevar por el calor de una buena conversación entre sus mesas de madera. La cerveza se deja degustar. Sólo había probado la cerveza de castaña en una isla tan típica como Córcega, donde saben disfrutar muy bien de lo exquisito, pero su competencia berciana no tiene nada que envidiarle.
Además de las cervezas, adquirimos harina de castaña, una alternativa a la harina de trigo procesada en una Europa cada vez más alérgica al gluten. También tienen tarta y bizcocho de castaña, muy recomendables. Por otra parte, el queso de castaña es de Robles de Valcueva, y también nos llama la atención que la miel que nos ofrecen sea importada de Almanza, en el otro extremo de la provincia, casi pegando con Palencia. ¡Ay! Con la de miel rica que tenemos en el Bierzo…
CANTEIXEIRA
Atardece y hay que darse prisa, porque en esta época los días se acortan. Nos queda poco más de una hora de luz. Dudamos entre intentar acercarnos a la fervenza de Canteixeira o regresar a la capital. Si no hubiéramos estado mil veces en la fervenza, la decisión de ir sería obligada, ya que es uno de esos rincones mágicos del Bierzo. De hecho, el pack completo de fervenza más Palloza que les enseño a mis amigos que me visitan será de los que más veces haya realizado, y nunca los defrauda. La ruta completa son unos cuatro kilómetros y pico, ida y vuelta, con sólo un poco de desnivel en el descenso a la fervenza. En condiciones normales, hay que contar con un par de horas para disfrutar de la ruta, pero el sol sigue bajando y decidimos hacerla corriendo. Nunca está de más regresar a la fervenza, y mejor aún tras las lluvias de la última semana. Estará pletórica…
Por segunda vez en el día llegamos a Canteixeira. Pueblo apacible, de gente buena, que apura las postreras labores del día. Algunos se sorprenden de vernos corriendo camino abajo a toda velocidad, lo que contrasta con la serenidad y la ausencia de prisas del lugar. Una vez más, Einstein acierta con la relatividad del paso del tiempo. El camino se desvía a la izquierda cuando comienza el descenso más acusado, dejando la pista principal. Hay que tener cuidado, porque cada dos por tres algún indeseable rompe la señal, y se corre el riesgo de acabar en la otra punta de Ancares.
Finalmente, otra vez más, allí está la fervenza, escondida entre los robles, las rocas mojadas y el musgo…, ofreciéndole al visitante su eterna estrofa de agua, que diría Gerardo Diego… Dicen los que saben de fotografía que la luz del atardecer es la más apropiada para tomar las instantáneas; y nosotros nos sentimos afortunados de haber llegado justo a tiempo.
Ya de regreso en Canteixera, con los últimos destellos de sol, pasamos por su conocida palloza (A Casa de Lamas). Gestionada por la Asociación Cultural Carocos (muy activa en cuanto a la organización de acontecimientos —por ejemplo, el festival de música folk Lágrimas de San Lorenzo—), estuvo abierta como restaurante, aunque en la actualidad está cerrada. Cuando he tenido la suerte de comer aquí el ya citado gallo con arroz, mi impresión fue que era más auténtica que la de Balboa, al estar menos orientada y adornada para el turista. Por cierto, se llama caroco al interior hueco de un tronco de castaño. Nunca te acostarás sin saber una cosa más…
DESPEDIDA
Salimos de Canteixeira con la intención de tomar algo en el Molino de Agüita de Quintela, otro de los lugares de culto de Balboa, pero al parecer está cerrado ahora en invierno. Se trata de un molino centenario, medio escondido en un recodo de la carretera, y que ofrece unos cócteles extraordinarios en una de las mejores terrazas del Bierzo. Habrá que dejarlo para el verano…
Decidimos finalizar el día en Casa Dositeo, en el cruce de la carretera de Balboa. Nos alegra ver que dos niños, los hijos de una de las camareras, juegan felices en la terraza. La chica nos confirma que, aunque no es como en su juventud, sigue habiendo niños en edad escolar (que van al colegio de Vega de Valcarce) y algunos en edad de instituto (que van a Villafranca). Si a mí me hubieran dado a elegir, seguro que hubiera optado por un sitio como Balboa para crecer, en vez de la prisión de un piso en la ciudad. Pero el destino, a estas edades, te lo eligen…
—Ha sido un buen verano. —nos confirma la chica. —Se nota que la gente ha tirado más para los pueblos…
Hace un rato que ya ha anochecido.
José L. Gutiérrez
Instagram: @unacomarcaenlamochila
VIAJE III. BALBOA (23-10-2020)
Altitud | 684 msnm | Superficie | 51,04 km2 |
Población | 318 hab. (2017) | Densidad | 6,23 hab./km2 |
Núcleos | Balboa, Cantejeira, Castañeiras, Castañoso, Chan de Villar, Fuente de Oliva, Lamagrande, Parajís, Pumarín, Quintela, Ruideferros, Ruidelamas, Valverde, Villafeile, Villanueva, Villariños y Villarmarín. |