[TRIBUNA] La LOMLOE, o el regreso al futuro de la LOE
CGT ENSEÑANZA | El pasado 19 de noviembre fue aprobada por la mínima en el Congreso la LOMLOE, la “nueva ley educativa” conocida ya como Ley Celaá. En rigor, no estamos ante una nueva ley que plantee una revisión integral del sistema educativo, sino que, en lo esencial, lo que proyecta es una vuelta al pasado.
Aunque la LOMLOE sigue quedándose corta en la defensa a ultranza de la educación pública, laica y de calidad, debemos reconocer que en cualquier escala de valores mejora (lo cual no era difícil) la hasta ahora semivigente LOMCE.
Pero pese a estas mejoras, el texto de esta norma continúa lejos de lo que debería ser una ley educativa capaz de dar respuesta a las demandas y problemas de la educación pública, a las exigencias de calidad de la sociedad para el sistema educativo, y a los requerimientos que históricamente vienen planteando el profesorado, alumnado y familias para que la educación cumpla adecuadamente con su función de servicio público social.
Porque la LOMLOE sigue apostando por una doble red de centros sin que nadie se atreva a acabar de una vez con los conciertos educativos. Nuevamente, el dinero público para inversión educativa seguirá siendo traspasado a las patronales y empresas del sector privado sin contemplar la posibilidad de que los centros concertados pudieran pasar a formar parte de la red pública.
Asimismo, la religión sigue siendo materia de oferta obligatoria. En CGT abogamos por la aconfesionalidad de los centros, apostando por una educación en valores universales. Además, se deja en el limbo la atención al alumnado que no cursa religión, lo cual, en manos de ciertas comunidades autónomas, puede ser como dejarlo en el purgatorio.
Por otro lado, aunque hay un compromiso de incrementar el presupuesto educativo, hasta el 5% del PIB, entendemos que esto no es suficiente. Actualmente todavía se invierten 1.000 millones menos en educación que lo que se invertía en 2008. En CGT creemos necesaria una inversión mínima del 7% del PIB, dado que las infraestructuras y la dotación tecnológica de los centros públicos son deficitarias y los presupuestos de mantenimiento y funcionamiento reducidos.
Contemplar cómo partidos y sectores ultraconservadores se echan las manos a la cabeza por algunos contenidos del texto es como vivir en el día de la marmota, porque en muchos casos los aspectos que defiende esta nueva ley estaban ya vigentes antes de la LOMCE y no parece que este Estado se hubiera disuelto por no existir imposición de lengua vehicular; ni que las personas católicas se sintieran perseguidas por el hecho de que la Religión, de oferta obligatoria antes como ahora, no contara para la determinación de los expedientes académicos del alumnado.
En resumen, nos encontramos con una vuelta a la LOE de 2006, con ciertos retoques y actualizaciones que, al hilo de los tiempos que corren, parecían inexcusables, pero que pueden quedar, como tantos otros aspectos de las leyes educativas que hemos conocido, en mero maquillaje sin contenido.
En sustancia, mucho ruido mediático y pocas nueces.