[UNA COMARCA EN LA MOCHILA] Viaje IV. Candín (II)
Ancares: el último refugio, se titula una guía muy completa de Manoel Santos. Y sigue así: una enorme serpiente de pizarra y granito recorre la frontera galaico-leonesa. Son los últimos retazos de bosques autóctonos eurosiberianos que aún son dignos de ser chamados bosques. Selvas umbrías que esconden en su interior especies animales a punto de sucumbir a la codicia del hombre. Tierras que han permanecido aisladas, por lo que consiguieron conservar la mayor conjunción de valores etnográficos y naturales que se pueda ver hoy día en el noroeste peninsular.
Empezamos…
BALOUTA
Segunda jornada consecutiva por el municipio Candín. El objetivo del día es hacer cima en el Miravalles, el pico más emblemático de Ancares.
De nuevo en el bar-restaurante de Balouta. Son las diez de la mañana, y arriba, en el puerto, reina una espesa niebla que impide ver más allá de dos metros, junto con un endemoniado viento del sur. Así que decidimos esperar tres cuartos de hora en la taberna a ver si se va despejando el Miravalles. De la chimenea de leña se desprende un calor agradable y acogedor.
—¿Despejará en el Miravalles? —le preguntamos a un lugareño ya entrado en años.
—Veremos…, dijo el ciego —responde con una retranca totalmente gallega. A continuación, se coloca la boina y se aleja apoyándose en su cachaba.
Sólo quedamos nosotros en una mesa junto al fuego y otro hombre que toma café en la barra. En ese momento llega una patrulla de guardias y estaciona delante de la puerta. Tardan un rato en bajar del todoterreno; parece ser que están comprobando las matrículas de los coches aparcados. Es lo que tiene el estado de alarma decretado por el señor Presidente.
Entran en el bar, directos a por el hombre de la barra, y le ordenan que se siente en una mesa, ya que permanecer ahí de pie está prohibido. Luego piden dos cafés y, cuando el propietario se los sirve, lo advierten por el flagrante incumplimiento de la ley.
—No bajamos mucho por aquí, pero a partir de ahora bajaremos más. —oigo decir a uno.
Salimos casi a la par con la pareja de guardias, y en la siguiente escena se ve cómo un hombre en su tractor y otro que está metiendo hierba en un establo se colocan apresuradamente las mascarillas. En los alrededores hemos escuchado las historias de un octogenario al que lo multaron por ir sin bozal, a pesar de ser el único habitante de su aldea; o de unos novios, también sancionados, por ir juntos en el coche y no coincidir la dirección en sus documentos de identificación. Las normas deben ser iguales para todos, dicen los que saben, ya sea en el metro de Madrid, ya sea en un municipio donde viven dos personas por kilómetro cuadrado.
Estado de alarma, toque de queda, cierres perimetrales, multas y sanciones, estadísticas de contagios… No parece que la gente se sienta más segura y protegida, sino más bien al contrario. Miedo, ansiedad y el terror de que, incluso trabajando en solitario al aire libre, pueda pasarte lo mismo que a Josef K. en las conocidas líneas iniciales de El proceso, de Kafka.
Aunque en el pueblo no hay niebla, miramos hacia las alturas y comprobamos que el Miravalles sigue cubierto. Hacemos algo más de tiempo caminando por Balouta. A pesar de ser fin de semana, lo que no cambia con respecto al viernes son las persianas bajadas de sus mejores casas. En el centro sobreviven algunas pallozas, que aún se mantienen milagrosamente en pie.
En el interior del bar nos habíamos fijado en tres fotos de Balouta tomadas desde el mismo sitio: una de 1915, otra de 1979 (cuando empezaron las obras de la carretera de Ancares), y otra de 1999. Resulta inquietante comprobar cómo, en tan sólo veinte años, las pallozas que mayoritariamente conformaban la población fueron reemplazadas por casas modernas. La carretera llegó y se fueron las pallozas.
No hay precedentes en otros tiempos de la aceleración histórica del presente que nos ha tocado vivir. Aquí, en Ancares, un modo de vida milenario se borró de un plumazo en menos de dos décadas… Levantar una casa de cemento de tres niveles donde antes había una palloza era, indudablemente, progresar, pero a costa de destruir una riqueza antropológica, histórica y social que no tenía comparación en otro lugar del mundo.
También es inevitable, al ver las fotos de Balouta en 1915 y 1979, relacionar el pueblo con los antiguos castros celtas. De las edificaciones del castro de Chano (que visitaremos en posteriores viajes), por ejemplo, a las pallozas en pie de Balouta median casi dos mil años, y sin embargo la tipología circular y los teitos de paja son exactamente los mismos. Cuántas personas habrán vivido y muerto en estas tierras desde el origen de los tiempos, sin saber lo que era la romanización o las invasiones musulmanas, ajenos a los cambios del mundo y a los avatares de la Historia…
Finalmente, decidimos subir hasta el puerto y arriesgarnos a la ruta del Miravalles. Son las once pasadas y quizás pueda despejarse en las dos horas que se tarda a la cima desde el mirador del Balouta, ubicado justo en la divisoria del paso de montaña.
PICO MIRAVALLES
La niebla sigue muy cerrada arriba en el puerto. Parece que no llueve, pero a los cinco minutos ya tienes empapado el pelo. Nos ponemos a transitar el cordal que nace en el mirador por un sendero bien definido. Nos llama la atención que los rebecos, que nos observan curiosos entre la niebla, no huyen cuando nos acercamos. Quizás ya estén humanizados, o quizás sean más listos de lo que pensamos y se escondan aquí, en la zona de reserva, escapando de las escopetas que resuenan como truenos más abajo. ¿Qué clase de personaje podría atreverse a disparar a un animal tan inerme y encima considerarlo una proeza?
De vez en cuando, las ráfagas de viento se llevan la niebla durante unos segundos, y se nos permite atisbar formas, contornos y colores en el valle. Por fin podemos vislumbrar Balouta, allí, tan lejana.
La ruta del Miravalles desde el puerto es muy cómoda. Apenas cuatro kilómetros. Las piedras resbaladizas por el orballo aportan alguna pequeña dificultad. El tramo con mayor pendiente es el último kilómetro, que parte desde una bifurcación donde un cartel que apunta al Miravalles yace derribado en tierra. Este último kilómetro salva algo más de 200 metros de desnivel.
La cima más famosa de Ancares, a 1.967 metros de altitud, no defrauda, y el pico hace honor a su nombre, el Mirador de los Valles: el Bierzo a un lado; Balouta y Galicia, al otro; el pico Cuiña, justo enfrente, al otro lado del puerto; también Asturias, la parte de Tormaleo, destrozada por las salvajes canteras a cielo abierto que nos demuestran una vez más que la voracidad humana no tiene límites sin un freno que la controle.
Nos acordamos de otras conocidas ascensiones en Ancares que hemos realizado en el pasado, igual de atrayentes que el Miravalles: el Cuiña (1.992 m.) y Peña Longa (1.896 m.), también desde el puerto; el Mustallar, pico más alto de Lugo, desde Piornedo (1.935 m.); o el Tres Obispos (1.794 m.), desde el Albergue de Ancares. Todo un reto que no defraudará.
Tenemos el tiempo justo para un par de fotos, porque rápidamente la niebla vuelve a invadirlo todo y se pierde la visión. El descenso hacia Balouta lo realizamos por el agreste valle del Mingatón, para conocer otra perspectiva más escondida de estas montañas. Una calmada soledad de grandeza lo impregna todo; esa soledad primigenia que te reconcilia con lo más profundo del espíritu.
Seguimos bajando hasta el refugio de Mingatón. Las laderas más altas están muy castigadas por los incendios de años anteriores y, allí donde no llegó el fuego, lo hacen la motosierra y las máquinas para continuar el trabajo de esquilmación. Pero la Naturaleza es tan majestuosa en esta parte del mundo que aún resiste con dignidad, a pesar de las vejaciones constantes a las que ha sido sometida por el hombre moderno.
Las inmediaciones del refugio están en obras, para canalizar una nueva traída de agua hacia Balouta. Desde este punto, sólo queda seguir la pista que transcurre paralela al río de Santadores, entre árboles de ribera, prados y vacas, para desembocar directamente en Balouta, justo a la hora de comer.
En el Hotel Miravalles hay más gente que el viernes. Hoy nos decidimos a probar un delicioso codillo con patatas fritas, acompañado de una ensalada y media cuartilla de tinto de la casa.
CANDÍN – CASCADA DE FUMEIXÍN – PEREDA DE ANCARES – CANDÍN
Para la tarde hemos dejado la capital del municipio y la cascada de Fumeixín, una ruta sencilla y muy vistosa de unos siete kilómetros, que también pasa por Pereda, donde estuvimos en la jornada anterior. Dejamos aparcado el coche en el bar de la carretera, un lugar siempre animado, y pasamos por delante del Ayuntamiento de Candín, que está alojado en la que quizás sea la casa más fea del pueblo.
La primera parte de la ruta es un agradable sendero cubierto de hojarasca, que discurre paralelo a unos canales de agua que nos recuerdan a las levadas de la isla de Madeira. Para subir hasta la cascada hay que tomar una cuesta que sale a mano izquierda del sendero, y nos mete de lleno en un tupido robledal. Y un poco más adelante, ante nuestros ojos, aparece la cascada y la fuente ferruginosa que mana a su vera. Otro lugar mágico del Bierzo para la colección de la retina. Habíamos venido aquí este verano pasado, tan seco y caluroso, y la caída apenas era un hilito de agua. Sin embargo, hoy ya es otra cosa.
Volvemos sobre nuestros pasos hasta la bifurcación, y continuamos por la senda hacia Pereda de Ancares. En esta parte se encuentran las mejores vistas sobre Candín, rodeado por los colores de un otoño ya agonizante. En Pereda, la palloza del Señor Antonio sigue cerrada, y tampoco tenemos ganas de detenernos en el bar (y eso que hoy no llevamos al perro).
DESPEDIDA
El camino de vuelta a Candín atraviesa un soto de castaños de cuento, donde troncos milenarios de caprichosas formas compiten a ver cuál llama más la atención del caminante, mientras los lugareños doblan el lomo para apañar sus frutos.
—¿Ve ese castaño de ahí? —nos indica un señor del pueblo. —A ése los niños le llaman el Elefante.
Pasamos junto al cementerio. El remanso de paz de la eternidad dentro de otro remanso de paz llamado Ancares. La verdad es que no me importaría descansar para siempre en un sitio como éste…
José L. Gutiérrez
Instagram: @unacomarcaenlamochila
VIAJE IV. CANDÍN (II) 30 y 31-10-2020
Altitud | 888 msnm | Superficie | 140,90 km2 |
Población | 283 hab. (2017) | Densidad | 2,01 hab./km2 |
Núcleos | Balouta, Candín, Espinareda de Ancares, Lumeras, Pereda de Ancares, Sorbeira, Suárbol, Suertes, Tejedo de Ancares, Villarbón y Villasumil. |