[LA OVEJA NEGRA] Panfleto de un perroflauta
GERMÁN VALCÁRCEL | A servidor, vecino de la Comarca Circular y miembro de un sanedrín de perroflautas (Olegario Churchill dixit), lo que realmente le gustaría ser es filósofo u obispo, pero no lo soy; mi auténtica vocación es ser analista de la CIA. De momento solo soy alguien que tiene la suerte de poder expresar, en este rincón digital, algunas cosas que no le gustan, entre las que se encuentran las actuaciones de esa pandilla de trepas y trileros egocéntricos y codiciosos que colonizan las instituciones del Bierzo.
No me gustan esos personajes, porque a pesar de su verborrea y corrección política, carecen de un pensamiento económico alternativo, ni de otra estrategia para enfrentar la dura situación actual que las mismas políticas que se han impuesto durante los últimos veinticinco años. Se limitan a convocarnos a un esfuerzo que no tiene una finalidad definida, únicamente la de que permitamos sigan administrando nuestros asuntos públicos, eso si, cobrando generosamente.
Sus discursos, sus simplezas en las redes sociales y sus comunicados de prensa carecen de fin y de medios, ya que solo trazan objetivos, planes y medidas que olvidan la situación real y concreta. Su relato, vacío de contenidos reales, mediatizado por la lógica mercantilista que lo impregna todo, provoca que la política pierda su valor de confrontación de ideas y de proyectos. Su única obsesión es convertir cualquier cosa en mercancía, ya sea el medioambiente o nuestras vidas.
Pero no debemos seguir engañándonos, somos nosotros, los ciudadanos, los causantes de lo que nos pasa, por haber creído que nuestras responsabilidades políticas y sociales se limitaban a votar cada cuatro años; somos responsables por tolerar que la política se convierta en una charcutería dominada por chorizos capaces de transformar nuestras vidas en un estercolero, por creer que nuestros derechos civiles y ciudadanos eran intocables e irreversibles, por pensar que nuestros hijos y nietos tenían derecho a la educación, todos nosotros a la sanidad y los jubilados a vivir sin miedos su vejez.
Somos responsables por no haber combatido el poder corrosivo de quienes nos expolian, por quedarnos inmovilizados viendo cómo se destruían todos los rincones de nuestra geografía, de dejar enraizar en nuestra sociedad a los corruptos, a esos delincuentes de misa de doce como los que han gobernado Ponferrada durante los dieciocho años anteriores y la Comunidad Autónoma desde los tiempos del Cid; somos responsables por ser condescendientes y cómplices de esas sectas autonominadas partidos de izquierda, entre los que destaca el partido mayoritario del actual tripartito que mal gobierna Ponferrada: esa patria de trileros que es el PSOE que con un funcionamiento prepotente y arbitrario nos hurtan la transparencia necesaria para el debate político que exige la democracia.
Somos responsables por consentir que los ideales se convirtieran en estrategias de marketing. Por haber aplastado la esperanza, pisoteado los sueños, porque solo nos sentimos concernidos cuando nuestro futuro es hueco porque ya no es futuro.
Somos responsables por convertir en fetiches las cosas prácticas de la vida, por haber comercializado las ideas bellas y las buenas intenciones, llenando nuestras vidas de objetos dudosos.
Para estos personajes que dirigen nuestras vidas, no existe nada mejor que este modelo de sociedad. Aferrados a una creencia (en eso se ha convertido el debate político), cuando se les presenta la evidencia que va en contra de su creencia no pueden aceptarla. Crearía una sensación incómoda, llamada disonancia cognitiva. Y a causa de que es importante proteger el corazón de la creencia, ignoran e incluso niegan cualquier cosa que no encaje dentro de la base de su creencia.
Somos responsables por no haber combatido el poder corrosivo de quienes nos expolian
Pero la realidad es tozuda. Este año va a marcar un hito en la historia de la humanidad, por primera vez la masa creada por el ser humano va a superar a la biomasa total. Un estudio publicado por la revista NATURE y llevado a cabo por científicos del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel nos informa de que la masa antropogénica excede el de la biomasa viva, en definitiva que todo tipo de productos fabricados por el ser humano, edificios de hormigón y ladrillo, plásticos, carreteras de asfalto, máquinas de acero, etc… se está produciendo a un ritmo superior a la materia orgánica por parte de la naturaleza y que la tendencia irá a más. Actualmente los productos humanos pesan más que todos los seres vivos de la naturaleza. El peso de los plásticos duplica al de todos los animales de tierra, mar y aire, y el peso de los materiales de construcción, carreteras, edificios y máquinas supera al de toda la masa vegetal.
El estudio prevé que esa masa artificial alcance los dos teratones -dos billones de toneladas- para el año 2040, ya que dentro de veinte años se duplicará. A principios del siglo XX la masa producida por la sociedad equivalía al 3% de la biomasa total. Imagino que a nuestros modernos, desarrollados y tecnolatras responsables municipales les importa poco estas cosas de perroflautas, ellos están con el internet de las cosas y así seguir fomentando la creación de basura tecnológica.
Por mucho que unos gobernantes estúpidos y necios, con la ayuda de unos medios de comunicación cómplices, se nieguen a aceptar la evidencia, a nuestra civilización no le quedan más allá de quince o veinte años, la crisis ecológica, energética y alimentaria a escala global es inevitable y la inmensa mayoría de los actuales habitantes de planeta serán testigos de ello. Como nos dice el estudio publicado en NATURE el tsunami global ya se ha puesto en marcha imparable, aunque de momento a cámara lenta. Pero nadie parece dispuesto a pensar en ese escenario, y por ello, a crear las condiciones que nos permitan enfrentarnos de la mejor forma posible a ese colapso civilizatorio.
Vivimos malos tiempos y no únicamente para la lírica. Lo son para comprender, para vivir y, lo que resulta más inadmisible, para sobrevivir. Vivimos tiempos en los que es insuficiente escarbar entre los adjetivos para poder encontrar uno que sirva para describir cómo nos sentimos algunos ciudadanos en un presente en el que quienes nos gobiernan tratan de someternos, ya sin sutilezas.
Vivimos un tiempo donde el bandazo político se ha convertido en pauta de conducta de quienes se han apoltronado, de quienes ocupan las sillas que tienen escrito el rótulo de PODER, ese poder que parece servir de salvoconducto para absolutamente todo, pero que solo utilizan para defender sus espurios intereses y para llevarnos al resto al abismo. Para ellos, conseguir el poder justifica romper de un plumazo opiniones, falsificar las supuestas intenciones; pero esos bandazos convierten en cadáveres la confianza en nuestros representantes y las palabras escritas en los programas electorales o las columnas de opinión que nos hicieron deglutir, palabras dichas un ayer no tan lejano en el que los hoy poderosos solo eran aspirantes a vencedores, pero ahora convertidos en patrones de este barco que se hunde no son más que marineros mentirosos que han ido preparando con cuidado su asalto al poder. Que hagan lo que quieran, pero no busquen complicidades, no sigan insultando nuestra inteligencia, no nos den lecciones de dignidad, no nos digan que lo hacen por nuestro bien, no nos pidan actos de fe.
Para terminar, recordarle al alcalde ponferradino, y a algún otro miembro o miembra de su equipo de gobierno, algo que sostenía Michel Foucault, en ¿Qué es la Crítica?: “La crítica es el movimiento por medio del cual el sujeto se arroga el derecho de interrogar a la verdad sobre sus efectos de poder y al poder sobre sus discursos de verdad. En otras palabras, la crítica será el arte de la in-servidumbre voluntaria, el arte de la indocilidad reflexiva”.