[LA OVEJA NEGRA] Ecofascismo clasemediano
GERMÁN VALCÁRCEL | No es fácil vivir en una sociedad grotesca como la que habita en la Comarca Circular, donde la mediocridad todo lo invade. Es arduo no estar encabronado todo el día, en un lugar donde los finos exégetas de lo políticamente correcto suelen confundir altanería con reflexión y conciencia de clase, y poner bajo la sospecha de mesianismo a todo el que se niega a comulgar con sus ruedas de molino.
Estos días estamos asistiendo a la resurrección del chovinismo bercianista más simplón y cutre, cuya máxima expresión ha salido a pasear como consecuencia de la concesión de una estrella en la Guía Michelin a un conocido restaurante de la capital berciana. La apropiación indebida del esfuerzo, buen hacer y reconocimiento de unos profesionales de la maltratada hostelería, las empalagosas felicitaciones escuchadas a los hipócritas políticos que están conduciendo al sector hostelero a la ruina con sus medidas, el interesado y putrefacto incienso oído y leído en los medios de comunicación, y a muchos ciudadanos en las redes sociales, han evidenciado que hay un Bierzo eterno que no muere y que si muriera ya habría la suficiente “comparsería” encargada de resucitarlo.
Las farsas de los mitos del Bierzo eterno sobreviven, se manifiestan por doquier y brillan cual astros de resplandor arcano, mientras se entrega su territorio y a la mayoría de sus gentes a la explotación y el expolio por parte de unos pocos. En esta tierra coexisten, sin ningún problema o contradicción, la cultura del esnobismo clasemediano con la de la pobreza y la destrucción, bajo un maquillaje colocado sobre las arrugas de lo que ha seguido inexorablemente envejeciendo o ha sido devastado.
A pesar de que cada día estoy más convencido que no merece la pena rasgarse las vestiduras por casi nada y casi nadie, no voy a dejar de testificar que un Bierzo como el que proyecta la izquierda institucional que gobierna las vidas de todos los españolitos y de más del 85% de los bercianos a nivel municipal y comarcal, consistente en poner en marcha todo tipo de mecanismo legislativos y económicos para resetear y restablecer los dogmas neoliberales: economía por encima de todo, competitividad y crecimiento, poniendo, con ello, a los pies de los caballos el medio ambiente y nuestras vidas.
Como se puede constatar no es necesaria la derecha para implantar dicho dogma, en definitiva, es la claudicación y la complicidad de esa izquierda ante la barbarie y la devastación. En esta tierra las crisis ambiental, climática y energética no es algo que este en el debate político. Solo una minúscula parte del socialmente minoritario movimiento ecologista lo plantea, con escasa audiencia, todo sea dicho.
Pero si algo ha permitido el COVID19 es que salgan a la luz, cierto que en otras latitudes, análisis y planteamientos que cuestionan seguir con modelos crecentistas y derrochadores de energía y recursos. Esas propuestas fueron, todavía los son, silenciadas, cuando no ridiculizadas por estas tierras. Ahí tienen, como ejemplo de esos intentos de deslegitimar, ridiculizando dichas propuestas, las viejas columnas del hoy responsable de comunicación del Ayuntamiento de Ponferrada (aunque difíciles de encontrar para quienes no se manejen en las entretelas de internet, las hizo desaparecer cuando accedió a su actual puesto) y proveedor de los nuevos credos mediáticos de manipulación que todo gobernante con ansias de perpetuarse en el poder necesita.
Por eso, cada vez con más frecuencia, el alcalde ponferradino, don Olegario Churchill, vive el drama de “El príncipe idiota” de Dostoievski, en el sentido de que si su teoría no corrompe jamás, la praxis, en este caso aderezada con la ideología de lo trivial y el marketing sobreactuado, sí corrompe con sus frecuentes contradicciones, dejaciones y desviaciones.
Quien siga creyendo que los que se sientan en los sillones del poder miran por la mayoría de la población se equivoca
La ausencia de soluciones y de transformaciones reales ante la larga crisis que, desde 2010, se abate sobre la capital berciana, está generando, cada vez más, diferencias sociales. Me refiero a eso que muchos teóricos denominan ecofascismo; si quieren constatar un ejemplo palpable repasen el Acuerdo Marco y Convenio Colectivo 2020-2024 del Ayuntamiento de Ponferrada, firmado por el muy progresista y redistributivo equipo de gobierno municipal actual (la renta media disponible en Ponferrada, según las declaraciones de IRPF en 2018, obtenida la Agencia Tributaria, fue de 20,071 euros -veremos en cuanto queda la de 2020- y comparen esa cifra con las de los Presupuestos Municipales, en el capítulo de retribuciones del personal, al margen de otras prebendas) Sin embargo, los actuales gobernantes municipales no tendrán, mañana mismo, ningún problema en emitir la nueva tasa de basura que les permitirá hacer frente a esas “obligaciones adquiridas”, en una ciudad a la que una concatenación de crisis ha convertido en un cementerio de muertos vivientes.
Para clarificar a qué me refiero, decir que con eco fascismo se denomina aquellas políticas tendentes a posibilitar que cada vez menos personas sigan sosteniendo su estilo de vida, acaparando recursos a costa de que mucha más gente tenga dificultades o no pueda acceder a los mínimos materiales de existencia digna, pero no se preocupen, siempre habrá una Lorena Perón preparada para repartir vales de comida a los pobres.
Otro ejemplo de las mentiras e incumplimientos del “honrado grupo socialista” -honradez no solo es no meter la mano en la caja- son las prometidas municipalizaciones, de las que solo hay rápida ejecución cuando benefician a “gentes de la casa”, aunque suponga un cierto nepotismo, y se renuncia a las que dan excesivo trabajo a esos mismos funcionarios, como la recogida de basuras, eso sí, con todos los “informes técnicos favorables”. En esto, como en la distribución de la Justicia, siempre depende del criterio del funcionario de turno, pregunten al exalcalde Samuel Folgueral que de estas cosas sabe. Ponferrada no solamente tiene un problema con sus políticos. El cáncer es mucho más profundo y va a estar enquistado por muchos, muchos años.
Quien siga creyendo que los que se sientan en los sillones del poder miran por la mayoría de la población se equivoca, tampoco los que se encuentran en la oposición, les remito, sin ir más lejos, a la ejecución de la sentencia que en los próximos días llevará a cabo el equipo de gobierno, como consecuencia de la denuncia de una parte de esa oposición ante los tribunales, por el tema del “personal de confianza”. Va a costar más de cien mil euros anuales a cargo de nuestros impuestos. Hay que seguir engrasando las redes clientelares.
El eco fascismo es hijo del colonialismo y del neoliberalismo, y afecta por igual a la derecha que a una socialdemocracia que, mientras devasta geografías en la lejanía, dice defender a los ciudadanos anclados en sus territorios. Pero, en la actualidad, esa socialdemocracia, ante la crisis sistémica y para seguir defendiendo los privilegios de su clientela electoral, colmada de clases medias funcionariales, necesita explotar y expoliar a las capas subalternas de la población autóctona. Esos orgullosos clasemedianos son el último y rocoso sostén del actual orden precarizador.
Eso sí, mientras, nuestros progres gobernantes se preguntan por qué crece VOX y por qué algunos de los sectores más depauperados de la población escuchan sus recetas xenófobas, totalitarias, simplistas y populistas. Seguramente no saben responder porque son incapaces de reconocer el clasismo que destilan y su desconexión, cuando llegan a las instituciones, de la durísima realidad social de esos sectores. Para algo se construyen su cálida burbuja clasemediana, sustentada en la industria de la representación.