[LA PIMPINELA ESCARLATA] Esto no es la provincia de Tarsicio
EDUARDO FERNÁNDEZ | Hay quien piensa por ese inmenso e inhóspito mundo adelante -esto es, en León- que lo de la provincia del Bierzo es como la provincia de la casa de uno. Ya se imaginarían que no iba a decir yo lo de la república independiente de mi casa como si quisiera venderles muebles. Piensan que es como un incordio de los de aquí. Y no.
Hay quien piensa en este rincón nuestro de bercianos irreductibles que lo de la provincia del Bierzo es como la provincia de Tarsicio. Y tampoco.
En la pugna entre historia y memoria, yo ya no tengo memoria de haber sido concejal en Ponferrada, pero lo fui, y ya estaba ahí Tarsicio. Cabe desmentir que al construir la Casa Consistorial, le hubieran pillado en el solar y hubieran levantado los muros a su alrededor y hasta hoy. Tarsicio representa en política todo lo contrario a lo que yo fui y seguramente eso le salva a él y nos tranquiliza a los dos. Tengo por él un infinito sentimiento de afecto político, lo que, considerando el abismo de profundidad insondable que hay entre sus formas y las que en algún momento fueron mías, quiere decir que, con sus asperezas, deja poso. Representa la fidelidad a las ideas propias, la tenacidad y la convicción en sus creencias como nadie. Su contumacia es a la vez su activo y su perdición. No creo que en ningún momento de su vida política hubiera querido ser otra cosa. Dudo, por otra parte, que hubiera podido. Tiene como valor principal que lleva varias décadas defendiendo lo mismo. Claro que tiene como lastre que lleva varias décadas defendiendo lo mismo.
Le he oído en el debate plenario sobre la provincia del Bierzo argumentos que habría empleado el primer día que asistió a una sesión municipal en su vida. Por eso nos da esa sensación de familiaridad. Es la antiestrategia de comunicación política, pero a él le da el rédito suficiente como para seguir en ese salón de plenos diciendo esto después de tantos años y tantas disensiones internas en ese bercianismo que se pierde en el dogma para perder votos. No hay casa en la que no se le conozca y ese es un logro que ya quisieran otros que se ocupan más de la notoriedad personal que de la gestión.
Esto no es una hagiografía de Tarsicio. Pero vamos a empezar un año en el que se cumple el bicentenario de la aprobación de la provincia del Vierzo y no me da la gana obviarlo. No sé si de no existir Tarsicio habría que inventar un ente parecido, porque ni con el poderío de la NASA parece tarea humana. Pero sé que ha animado el cotarro al recordarle al personal que está ajeno a las cosas de la política, entre la crisis y la pandemia, que pertenecemos a una tierra orgullosa, con un carácter muy definido -y muy suyo- y llena de historia. Yo se lo agradezco. La política actual es terreno de burócratas sin imaginación, muchos días sin alma y casi siempre ocurrencias sin ideas. Se lo dice quien no se sustrajo a todo eso. Reclamar que se debata la aspiración provincialista es recordar que hemos sido tanto y que no debemos renunciar a serlo. Como ponerse a correr un maratón sabiendo que no llegarás a la meta, pero saliendo.
Luego ya viene la crudísima realidad de pedir más órganos administrativos con la que cae y eso que los juristas no olvidamos, que es el procedimiento. El ordenamiento jurídico cae a las aspiraciones bercianistas como un alud en una excursión. Tarsicio lo pide aquí, ya que no puede pedirlo donde procede, que es en las Cortes Generales, porque a este paso no alcanzará Grupo Parlamentario propio. Se lo pide a la Junta, que viene a ser como si yo pidiese a mi despensa adelgazar. Ahora bien, lo pide.
Ha hecho bien Morala en decir que emocionalmente conecta con la idea, aunque jurídicamente no procediera apoyarla en el pleno de Ponferrada. Hace bien porque el legado de Tarsicio no serán sus palabras en el Ayuntamiento, nunca suficientemente templadas, sino que donde no haya alcanzado el bercianismo político llegue un bercianismo sociológico, sentimental, al que ninguno renunciamos en alguna medida, por diminuta que sea.
Proclamaba la Gaceta de Madrid del 16 de octubre de 1821 que en sesión de las Cortes extraordinarias del día anterior bajo la presidencia de don Pedro González Vallejo se aprobó con la denominación oficial de “Provincia del Vierzo. Aprobada. Su capital Villafranca. Aprobada. El Sr. Romero Alpuente dijo que la capital de esta provincia debía ser Ponferrada, por concurrir allí todas las circunstancias necesarias que exigía la comisión, y por su mayor seguridad respecto a Villafranca, pues esta población está expuesta a las aguas, que a veces hacen estragos. Después de una corta discusión se aprobó la capital Villafranca”. Bierzo puro, conseguimos ser provincia y nos peleamos en público en el Parlamento.
Uno, que está en la comisión académica del V Centenario de los Comuneros en la que se han involucrado Administraciones y universidades, espera de las instituciones bercianas un recuerdo adecuado a la efeméride entre octubre de este año y todo el año siguiente. Creo que corresponde al Consejo Comarcal liderar esos actos del bicentenario y estoy seguro de que su presidente trabajará ya por ello, con la ventaja de que un presidente de la Diputación berciano sabrá calibrar que estamos en la cosa emocional y no política. A ver si por una vez no nos peleamos para poder recordar adecuadamente nuestra esencia. Porque esto no es sólo la provincia de Tarsicio.