[LA PIMPINELA ESCARLATA] Ancares como síntoma
EDUARDO FERNÁNDEZ | Ya comprendo el sopor que a algunos de ustedes les ocasiona dar vueltas sobre la cosa municipal ponferradina. Les confieso que muchos días, a mí también. Será porque uno no alcanza ni a integrarse en el sanedrín que tanto molesta allí arriba. Para no estar cada dos días escribiendo sobre Boabdil el Chico, ya me perdonarán el plagio pero es lo que se ganan haciendo de oposición de la oposición en vez de hacer de gobierno local, o sobre las reestructuraciones de la policía local de teniente general para abajo que duran minuto y medio, prefiero dedicarme a defender que el Bierzo no es Galicia. Aunque se le parezca, menos en lo de que Nuñez Feijóo sea el más votado.
Lo de la denominación de Ancares, que tanto revuelo provoca en la prensa galaica, es sólo un síntoma. La enfermedad es la progresiva pérdida de la identidad berciana. Yo les soy poco identitario, pues creo que las diferencias traen más desgracias que concordias y que el ser humano se parece más a sí mismo en cualesquiera partes del mundo, pongamos Librán y Burkina Faso, que un político de aquí a otro político de aquí, lo que seguramente abone la intuición de que político y ser humano no necesariamente son condiciones miscibles.
En 1966, año en el que yo nací y por ello apenas anteayer, en Galicia no se denominaba Ancares nada que tuviera trascendencia oficial; entonces pusieron la reserva de caza y en la comarcalización de Galicia de 1997 urdieron lo de la comarca de Os Ancares en Lugo que no es sino una mistificación, pues no existen dos Ancares históricamente. Luego le han sacado un partido increíble. A este paso, en un par de décadas más Ancares será enteramente gallego y no habrá sido nunca del Bierzo, aunque berciano y ancarés son términos diferentes en muchas épocas. No les cuento ya nada berciano y fornelo. Ya saben ustedes que lo de las comarcas gallegas es un quiero y no puedo. O mejor, que fue un quieres y no te doy del gobierno de mi recordado Manuel Fraga. O sea, que tú quieres comarca y consejo comarcal, pero como eso son cosas de la izquierda divisora, yo le llamo comarca a la simple área funcional, consejo comarcal a un engendro que no sale de las urnas, sino que preside el conselleiro y hemos resuelto en lo terminológico lo que no arreglamos en lo político. Y todos tan contentos hasta hoy. Imagínense ustedes al burgalés consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León presidiendo el Consejo Comarcal del Bierzo y habrán colegido la naturaleza de susodicho engendro. No sé si a todos ustedes les gusta Courel, pero intuyo que uno de Burgos les parecerá peor, aunque sea tan bueno con nuestra aspiración comarcal como Ibáñez.
Resulta que esa comarca gallega no es entidad local como sí lo son las aragonesas, las catalanas y El Bierzo. Y eso es un grado, oigan. Aunque los pueblos que componen el municipio de Candín se denominaban Ancares desde el siglo XI y formaban desde los Reyes Católicos el realengo del Valle de Ancares hasta que los liberales del siglo XIX les cambiaron el nombre -sin preguntarles, eso sí, buenos son los liberales para estas cosas, mucho laissez faire pero solo si va de pasta-, ahora viene el expansionismo galleguizante ese que incluye al Bierzo dentro de los mapas de Galicia a decirnos que son menos Ancares que los que se bautizaron así en 1997 y lo hicieron por la puerta de atrás. Todos los mojigatos de Hollywood poniendo el grito en el cielo por la apropiación cultural y aquí nos dejan sin Ancares los que antesdeayer ni los conocían. El expansionismo gallego no es imperialista porque con acento de Ardebullo impone menos que con paso de legión romana o con helicóptero y música de walkirias, y porque la impronta de los suevos no da para más. Así que lo intenta por la puerta de atrás. Y miren que desprovisto de la codicia política no hay cosa más cercana en lo afectivo a un berciano que todo lo cultural y socialmente gallego.
Hace bien la Corporación municipal de Candín, por cierto, por unanimidad con la dificultad que hay para esas cosas hoy día, en separar su aspiración de base histórica y geográfica de lo que hagan los gallegos en esa comarca que sólo les sirve como marca comercial para el turismo y la hostelería. Hace bien en no entrar en polémicas estériles y hace mejor en impedir la desapropiación cultural que supone este intensivo traspaso de las señas de identidad ancaresa. Y en no cambiar el nombre de Candín a esa localidad concreta y en no variar la capitalidad del municipio para evitar confusiones interesadas, que no faltará quien ansíe envenenar la convivencia.
El etnólogo gallego Xosé Manuel González Reboredo, de quien no se puede decir que sea un aficionado que desconoce el ser de Galicia, escribió en un libro suyo: “parece reflectirse una vella conceptualización de Ancares ben diferente da que nos últimos tempos están a difundir tanto organismos oficiais como medios de comunicación, que amplían o concepto Ancares para abranguer terras de Galicia e outras de León”. Pues eso, que no puede estar más claro, que Ancares era una cosa y con la cantinela inventada de tres décadas para acá terminará siendo parte de O Salnés o da Costa da Morte. Y los de Candín no serán más ancareses que los de Puertollano.
Lo de Ancares no es un problema, es una manifestación de que la globalización se lleva por delante lo más propio de cada identidad y de que el avispado de turno aprovecha para apropiarse de un nombre de nueve siglos usándolo como una marca comercial. En nada, del otro lado de la raya de Lugo, con el albergue y la reserva, también Ancares Cola para el turista y que se preparen los de Atlanta.