[LA OVEJA NEGRA] Democracia en liquidación
GERMÁN VALCÁRCEL | El gobierno de la Junta de Castilla y León, aprovechando el miedo en el que vive instalada la población tras un año de manipulación covidica, ha dado un paso más en la represión social y en el inquietante camino al totalitarismo sanitario hacia el que vamos abocados.
La decisión del ejecutivo autonómico de ampliar el “toque de queda” a las ocho de la tarde es un buen ejemplo de que, en España, siempre son los gobiernos “progres”, encabezados por el PSOE, los que abren las puertas a los avances y consolidación de políticas regresivas, antidemocráticas y represoras. El alcalde ponferradino y titular de la franquicia pesoista en la capital del Bierzo, nuestro particular Churchill de bolsillo, en sus afanes covidicos ha ampliado incluso más los recortes, haciendo especial hincapié en el sector cultural, al cerrar biblioteca, teatros y museos.
Los veteranos, como servidor, sabemos que fue Felipe González quien inicio el expolio del patrimonio nacional y las privatizaciones de empresas (convertidas en pesebres de exministros y altos cargos pesoistas y populares) de sectores tan esenciales como la generación de electricidad, Iberdrola y Endesa; telecomunicaciones, Telefónica; petroleras, Repsol; transporte y construcción naval AESA; transporte aéreo, Iberia; metalurgia pesada, Altos Hornos; investigaciones mineras, Adaro; así hasta más de un centenar de empresas, cerca de una veintena cotizando actualmente en el IBEX-35, entre ellas toda la banca pública. Todo llevado a cabo con el marchamo de progresista, democrático y buscando la eficiencia y modernidad.
También recordamos que Zapatero reformó la irreformable Constitución cuando de asuntos de derechos civiles y sociales se trata, para hacernos prisioneros y siervos de los prestamistas, y ahora asistimos -con el distanciamiento, todo hay que decirlo, un tanto cínico y cabreado del “ya lo había dicho”- al recorte de todo tipo de derechos y libertades, ejercitado en forma de pluralidad, como método de gestión política por parte de Pedro Sánchez y de su muleta Pablo Iglesias.
Cada una de las decisiones de los gobiernos “progresistas” (como la privatización de la Sanidad que se inició con la aprobación de la Ley 15/97 votada conjuntamente por PP y PSOE y el resto de fuerzas nacionalistas del espectro de la derecha) las pagamos, y sufrimos, amplios sectores sociales, fundamentalmente los más bajos de la escala social, cada vez más poblados. Esas decisiones políticas fueron las que abrieron la puerta a las que posteriormente tomaron Aznar, Rajoy y la que ahora toma el Gobierno de Castilla y León como punta de lanza. Eso sí, cuando los pesoistas, ahora con la complicidad podemita, vuelven al poder jamás derogan la lesiva legislación que la derecha aprueba durante sus mandatos, ni revierten los daños causados. Como ejemplos últimos y recientes ahí tenemos la llamada Ley Mordaza o la Reforma Laboral.
La derecha nunca engaña, al contrario, si sorprende es por llevar sus “valores” a sus últimas consecuencias, defiende y cree en sociedades jerarquizadas, en el orden social heredado, en la autoridad, prima el beneficio individual al bien común, es partidaria de la caridad antes que la solidaridad, antepone los derechos individuales a los derechos colectivos o la defensa de la libertad individual, algo así como el derecho a hacer lo que me da la gana sin que nada ni nadie pueda impedírmelo, eso que Isaiah Berlín definió como “libertad negativa”, que choca frontalmente con la idea de libertad de la izquierda que, basada en el republicanismo, es el derecho a no ser maltratado, detenido ni condenado por la voluntad arbitraria de nadie, a la libertad de pensamiento, expresión, asociación, religión y de ejercer influencia en la organización del gobierno y el derecho a elegir tus representantes y revocarlos.
La derecha hace lo que dice, son sus valores y no los ocultan; sin embargo la izquierda progre institucional y funcionarial, y su cohorte de hooligans clasemedianos, practica el haz lo que digo y no lo que hago. Lo que realmente diferencia, actualmente, a las derechas de la izquierda política, es que las derechas tienen totalmente asumidos sus valores mientras que la izquierda, sobre todo sus elites, representantes políticos y funcionarios afines, utilizan sus supuestos valores como medio de ascenso social y económico. Pongo un ejemplo recurrente, los salarios que los representantes políticos se auto conceden cuando llegan a las instituciones, olvidando algo que es consustancial al ideario de izquierdas: representar no es suplantar y cuando te declaras servidor público se supone lo haces no para sacar beneficio, sino porque estás dispuesto a ayudar a otros.
Podemos ha tirado por la borda un capital político de más de cinco millones de votos
La izquierda político-social antiautoritaria, la que malvive a la intemperie pero todavía lucha fuera de las instituciones, lleva demasiados años escuchando “el ahora no toca”, el “hay que apretar filas” y soportando, aburridos, que cada vez que denuncia los incumplimientos y mentiras de la izquierda institucional, toda clase de embustes y despotismo caen sobre ella, y son tildados de utópicos, perroflautistas, puristas, ortodoxos, intransigentes que hacen el juego a la derecha. Los que participan en el activismo social desde fuera de las instituciones y partidos políticos han escuchado estos adjetivos y supuestos argumentos en muchas ocasiones y generalmente los suelen soportar cuando esa izquierda ha sido pillada con el carrito de los helados o cuando hay una ausencia total de autocrítica.
La izquierda posibilista y gobernista, esa cuya mayor obsesión es desactivar el pensamiento crítico, aplaude con pasión la llegada a la más alta institución del decadente imperio occidental a un tipo, Joe Biden, que lleva toda su vida política ejerciendo de lobbista para las grandes corporaciones de USA, pero es incapaz de entender que los apoyos de Trump, Bolsonaro, Le Pen, Salvini y Abascal son las respuestas equivocadas y autoritarias a preguntas correctas, y la solución política simplista a la crisis civilizatoria en la que estamos inmersos. Esos personajes son las consecuencias del silencio y la falta de alternativas de esa izquierda empeñada en mantener un sistema colonialista, ecocida y genocida, irreformable.
Representada en nuestro país por un vendedor de corbatas sin expresión ni emociones y sin más ideas que llegar y perpetuarse en el poder y por un tipo que, ejerciendo de bombero torero (incluso ya se ha hecho un moño con la coleta) presto a apagar los ardores que la izquierda social pudiera tener, ha sido capaz de convertir un movimiento político, en sus orígenes, en un simple proyecto familiar. Hoy se cumplen siete años de la fundación de Podemos como partido político, ha envejecido muy, muy deprisa. Y tirado por la borda un capital político de más de cinco millones de votos.
Esa izquierda escinde la cuestión social y la ecología porque es incapaz de asumir las teorías anticapitalistas y anticolonialistas, y desvirtúa la lucha antipatriarcal, no quiere explicar claramente qué supone el cambio climático, los gravísimos problemas energéticos que se avecinan. Siguen creyendo, como quien cree en dios (porque es una creencia desmontada ya por la evidencia científica) que la sociedad termo-industrial no peligra, porque un sistema energético sustentado en el desarrollo tecnológico y la eficiencia, en las falaces energías renovables y en esa nueva estafa energética bautizada como hidrógeno verde, permitirá seguir creciendo y consumiendo otros mil años. Mentiras pintadas, ahora, de verde.
Esa izquierda no quiere que la gente se organice, debata, piense y actúe, quiere a la gente paralizada con horizontes virtuales, con falsas esperanzas renovables y paralizantes que nos llevaran atados de pies y manos a la caverna del eco fascismo, mientras ellos creen que van a seguir manteniendo sus privilegios.
Sostenía André Gorz, en Ecología y libertad: “Todos los que en la izquierda se rehúsan abordar la ecología sin la perspectiva del decrecimiento, demuestran que para ellos el socialismo solo es otra manera de mantener la civilización y las relaciones sociales capitalistas, de mantener el modo de vida y el modelo de consumo burgueses”.