[UNA COMARCA EN LA MOCHILA] Viaje VI. Ponferrada urbana
Permitidme hoy una licencia. Permitidme que hoy, en la introducción, no me centre en el municipio que hemos recorrido. No. Hoy me centraré en algo que afecta a todos los municipios del Bierzo, independientemente de dónde se hallen.
Dicen que dos noticias se comprenden mejor juntas. Y he aquí dos titulares de los últimos días:
- “El Bierzo se despuebla: 1.373 habitantes menos en un año” (30-12-2020).
- “El Gobierno de Noruega proyecta un parque eólico en el Bierzo Oeste” (11-01-2021).
Parece el plan perfecto. Un plan milimétricamente trazado por manos negras, elitistas y criminales: despoblar intencionadamente amplias partes del territorio, eliminar progresivamente sus servicios públicos, destruir los tejidos sociales tradicionales, y encaminar lo poco que quede hacia un futuro de explotación minera y energética, una vez ha sido erradicada toda posibilidad de contestación ciudadana.
En los años 50 y 60 una de las mayores empresas del país era Saltos del Sil, hasta que fue absorbida por Iberdrola. Fue la empresa que convirtió el río de la comarca en un río muerto, en un embalse perpetuo desde su nacimiento a su desembocadura, y que por el camino engulló a los mejores valles, desplazó a miles de personas de sus anegadas tierras e hipotecó para siempre parte del futuro berciano. Se forraron unos pocos, eso sí, sobre todo banqueros y empresarios del sector energético, a costa de condenar y vaciar los pueblos…
Tristemente, sin aprender nada, la Historia se está repitiendo. Vendemos nuestras montañas igual que Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas, porque en un momento dado le acució el hambre… Intentamos sostener insostenibles capitales a costa de que el resto de la comarca sea inhabitable.
Empezamos…
MONTE PAJARIEL
El pulmón de Ponferrada, tirando de una frase tópica y gastada. Lo cierto es que el Pajariel constituye un emblema de la capital, casi al nivel del Castillo. ¿Qué sería de Ponferrada sin el Pajariel? Este privilegiado espacio, tal y como está ahora, y que muchos malnacidos tratan de quemar cada año o convertir en un parque de atracciones cada legislatura, es nuestro, de los ponferradinos. Déjenlo estar, por favor. Nada de merenderos con bancos, teleféricos, cartelitos horteras como en Hollywood o circuitos de motocross.
Entiendo que el urbanita medio no tenga muchas ganas de pisar barro o de subir empinadas cuestas, y que bien crea que se podría asfaltar algún acceso más para que, democráticamente, también los domingueros gozaran de la plenitud de la Naturaleza y sus vistas. Y a los políticos les convence el rollo. Convertirlo en un parque domado, porque para eso somos los políticos con corbata que decidimos lo que es bueno para la sociedad. Nos pagan por hacer algo, dicen. Y yo les respondo que les pagaría lo que fuera porque, en lo referente al Pajariel, no hicieran nada.
Se oye un tiro muy cerca. Apresuro el paso. ¿Quién es el demente que da permisos para cazar en el Pajariel? La gente viene aquí a caminar tranquila, andar en bicicleta, salir de paseo con su perro pacíficamente, alejados de las armas… Por el camino, mascarillas usadas entre los árboles y latas de refrescos. Daría mil duros por verles la jeta a esos marranos, por tenerlos cara a cara y comprobar qué aspecto tienen.
Desde la cima, Ponferrada y sus barrios. Vista desde aquí no puede decirse que Ponferrada tenga una malla urbana definida. No somos la gran ciudad que muchos creen, aunque es inevitable que el gato siempre quiera ser león… Sobresalen perfectamente la vía del ferrocarril y la carretera, y se aprecia cómo las edificaciones han ido creciendo a lo largo de ellas, así, a salto de mata. No se distingue un plan urbanístico definido previamente por alguien. Simplemente la cosa ha ido creciendo como buenamente pudo…
Una de las causas fundamentales que nos hizo salir del Medievo hacia el Renacimiento fue, precisamente, la planificación de la ciudad y sus espacios. Entonces, las ciudades dejaron de crecer anárquicamente hasta donde permitían sus murallas, con barrios retorcidos y laberínticos sin ningún tipo de servicio básico, y algunos de los mejores arquitectos e intelectuales empezaron a diseñar ciudades ideales. Se recurría a personajes como Leonardo Da Vinci, que escribió que la ciudad ideal no tendría que rebasar los 30.000 habitantes, debía tener estructura de rejilla y amplios espacios para que las viviendas recibieran más luz solar… Bueno, en Ponferrada los últimos concejales de urbanismo no eran Leonardo precisamente, y así nos ha ido…
Las montañas que rodean la hoya berciana están completamente blancas tras las últimas nevadas y, como está atardeciendo, la postal resulta muy agradable… Espero que el chauvinismo no nos impida ser críticos, tanto con lo bueno como con lo malo.
PONFERRADA, PARTE ALTA
En esta ruta no me interesa la Ponferrada monumental sobre la que ya tanto se ha escrito. Cualquiera que tenga interés en el castillo de los Templarios, la basílica de la Encina, la torre del Reloj o la plaza del Ayuntamiento, podrá encontrar abundante información en libros, panfletos, páginas web…, o simplemente acercándose hasta la oficina de turismo, situada justo enfrente del museo de la Radio.
Lo que de verdad me interesa en la ruta de hoy son los barrios. Los barrios que nunca se mencionan en las guías turísticas y que, en la mayoría de las ocasiones, están condenados al ostracismo por los mandatarios electos. Y a ellos vamos a ir.
Partimos del cartel del McDonald’s que hay enfrente del castillo de los Templarios. ¿Qué pensaría un caballero templario de las hamburguesas globalizadas si levantara la cabeza? En uno de mis viajes, me paré enfrente del establecimiento de comida rápida que había en plena Plaza Roja de Moscú, a escasos metros del mausoleo de Lenin. ¿Se hubiera levantado su momia a zamparse un McMenú completo? Respuestas extrañas para tiempos extraños… Los templarios y las hamburguesas. Al menos no lo han ubicado dentro del Castillo, como cuando a un iluminado se le ocurrió levantar el campo de fútbol en el patio de armas… Y tan a gusto se quedó.
En la plaza de la Encina, patrona del Bierzo, enfilamos calle abajo el Rañadero. Otra oportunidad perdida: una calle con solera que podría ser típica de la ciudad, si no se encontrara dejada de la mano de Dios, en muchos casos con casas ruinosas que amenazan con desplomarse sobre algún pobre transeúnte. En otras construcciones huele a meos de las colonias de gatos callejeros, y otros son solares llenos de zarzas… Los “artísticos” graffiteros ponferradinos hacen el resto. Resumiendo, no me gustaría subir solo a las doce de la noche por aquí.
PONFERRADA, LA PUEBLA
Tras bajar por el Rañadero desembocamos en el puente Cubelos. Se supone que, donde ahora se halla este conocido puente sobre el Sil, estuvo hace mil años la pasarela de maderos con refuerzos de hierro que mandó levantar el obispo Osmundo, sin imaginar que, de paso, estaba bautizando a Pons Ferrata. Lo que quedaba de aquel antiguo puente fue barrido por un nefasto proyecto de 1953 (ojo, que no hablamos de hace siglos), que emparedó la antigua bóveda entre muros y arcos de hormigón, despojándolo además de los pretiles y de cualquier otro elemento identificativo. Supongo que aquel proyecto de ingeniería que borraba para siempre la vista del puente medieval con el Castillo de fondo era lo que también entonces llamaban progreso.
Caminamos por la anteriormente pujante avenida de la Puebla entre una hilera interminable de “Se vende”, “Se alquila” y “Se traspasa”. Negocios cerrados para siempre, incluso con tablones de madera anti okupas, como en el antiguo Oeste, que se fueron al garete cuando las masas volaron como las moscas hacia el gran centro comercial de la Rosaleda, dejando a su paso este reguero de desolación en el centro urbano. Sólo una farmacia, un chino y una lavandería para singles parecen mantenerse aún milagrosamente en pie.
POLÍGONO DE LAS HUERTAS
Viramos hacia el barrio del Polígono, quizás uno de los mejores planificados de Ponferrada. A un lado de la calle, los servicios públicos (colegio, instituto, biblioteca, escuela de idiomas, juzgados, comisaría…); al otro lado, las viviendas, que inicialmente se construyeron en régimen de cooperativas (la de los maestros, los ferroviarios…) para que todas las personas tuvieran acceso a este derecho constitucional. Se evitaba así que los buitres especuladores metieran sus sucias manos en beneficio propio, como después sucedería.
El Polígono, con sus característicos edificios con retoques de amarillo, está pensado para las personas: amplias aceras, parques, el paseo del río, terrazas para tomar un vino… Más adelante constataremos el contraste con la moderna Rosaleda, construida a toda prisa en un gran pelotazo urbanístico, y diseñado únicamente para proporcionar lucro a los que tan bien conocemos.
Salimos por las antiguas huertas del Sacramento, ahora convertidas en campos de fútbol, y pasamos justo al lado del museo de la Energía. Podría hablar de la polémica Ciuden, que los propios traidores que la desmantelaron reclaman ahora hipócritamente su vuelta, o del puente del Centenario, que abrió una nueva vía de tránsito que liberó al centro urbano de gran parte del tráfico… Pero prefiero fijarme en la barriada gitana junto al río. En una ciudad como Ponferrada, este chabolismo debería escandalizarnos, pero nos hemos acostumbrado. Y nadie hace nada al respecto. Si hacemos zoom con la cámara para evitar el poblado chabolista, tendremos a nuestra espalda una magnífica instantánea de Ponferrada, con las cumbres nevadas de los Aquilianos.
COMPOSTILLA
¡Gol del Endesa en Compostilla!, gritaban esas locuciones radiofónicas de mi infancia los domingos por la tarde. El desaparecido Endesa, que llegó a militar durante años en la misma categoría que la Deportiva, y que compartía nombre con la empresa del sector energético que lo patrocinaba.
Endesa, la Empresa Nacional de Electricidad, que privatizó el buen Felipe González (genuino socialista de pura cepa donde los haya), y que ahora pertenece mayormente al Estado italiano. Cuando la gente se tira de los pelos cada enero porque el precio de la luz salta por los aires, quizás haya llegado el momento de preguntarse por qué sucede, pero eso es otra historia. A la gente sólo le gusta quejarse y esperar a que, de forma mágica, todo se lo solucionen los mismos políticos que acaban en los consejos de administración de las empresas que suben los precios.
Pero, en fin, vamos a seguir con la caminata por el poblado de Compostilla. Un poblado perfectamente planificado por la compañía, con las casas blancas de los trabajadores, las de los ingenieros y mandos intermedios, y las de los jefazos de verdad. Siempre ha habido clases, y evidentemente las casas tenían que reflejar esa distinción. La plaza del poblado es una delicia de proporciones perfectas, un remanso de paz entre jardines y la fuente central, siempre acompañados por la iglesia.
Al pasar frente a algunas casas es inevitable acordarse del programa televisivo ¿Quién vive ahí?, al ver las pistas de tenis particulares, las piscinas, los Porsche y los Rolls Royce aparcados en los jardines de las grandes mansiones cercadas y videovigiladas. La verdad es que también yo, si fuera ellos, me vendría a vivir a Compostilla, un lugar tranquilo y prácticamente pegado al centro de la ciudad.
COLUMBRIANOS
Siguiendo el trazado del Camino de Santiago entramos en Columbrianos. Algunas fuentes creen que el topónimo proviene de columbrar (‘divisar o ver algo desde lejos’); otras que viene de conimbriganos (los habitantes de Coímbra, que quizás repoblaron este lugar); finalmente, algún otro estudio habla de las columbas (palomas). El caso es que desde la iglesia de San Esteban, podemos columbrar gran parte del territorio sobre una atalaya natural, y también hay alguna que otra paloma. La teoría de los de Coímbra pudiera tener sentido igualmente, porque muchas casas de la localidad pertenecen a portugueses, con sus diseños de una sola planta y sus vivos colorines.
El párroco toca a misa, y las personas mayores se dirigen hacia el templo con dificultad. En un día normal, entre los asistentes también encontraríamos peregrinos, pero hace ya tiempo que desaparecieron del paisaje berciano.
Continuamos por una recta interminable flanqueada por huertas rebosantes de lustrosas coles de asa de cántaro, casonas abandonadas, el trazado sin raíles del Ponfeblino, prados y descampados con ovejas… Esto es lo que comentábamos en el Pajariel: realmente, aunque administrativamente esto sea Ponferrada, nos encontramos en un entorno plenamente rural, sin malla urbana, y eso es precisamente lo que hace especial a esta ciudad. Salgas de ella caminando o en bicicleta, en dos minutos has dejado atrás la urbe, evitando el tráfico, la superposición de edificios y cemento, los humos, las rondas de circunvalación…, y estás en el campo. Y espero que siga siendo así durante muchos años.
FUENTESNUEVAS
Sin desviarnos todavía del Camino de Santiago, llegamos en Fuentesnuevas, que para los ponferradinos que crecimos en la parte alta en los noventa era sinónimo de ir al hospital o de acudir los domingos a ver sufrir a la Deportiva.
Un autobús urbano de color naranja recoge a un par de paisanetes enfrascados en sus gabardinas. Mensaje para quien corresponda: una ciudad como Ponferrada, con una población envejecida y dispersa en localidades que están ubicadas a más de 5 kilómetros del centro como Fuentesnuevas, debería tener obligatoriamente una buena red de transporte público, con frecuencias y recorridos adecuados. Y esto no puede olvidarse.
El terreno es completamente llano, y se distinguen dos partes claramente diferenciadas: la parte antigua, con sus casonas que, en muchas ocasiones, amenazan ruina; y la moderna, con el nuevo poblado. Nos dicen que por aquí vive el actual alcalde, y a mí me parece bien que un mandatario conozca los barrios de su propia ciudad, algo de cajón, pero que no sucede casi nunca.
A la salida paramos en la panadería artesana El Manjar, donde una cola de ciudadanos nos indica que aquí se elaboran las mejores magdalenas de Ponferrada. Tras cruzar el viaducto sobre la carretera nacional hacia Cuatrovientos, una vista atrás nos muestra la central térmica de Compostilla, una foto que merece la pena rescatar antes de que sea demolida y tengamos que importar electricidad de Marruecos.
LA PLACA
Entramos en una tierra de nadie: descampados, carreteras de veloces coches, pintadas que evidencian rivalidades entre bandas, vertederos descontrolados y la nave amurallada donde don Vito guarda su maquinaria minera. Estamos en La Placa, el barrio más abrumadoramente olvidado por los diferentes alcaldes de Ponferrada. Bajo un puente sobre la vía (ni siquiera han llegado a las casas), carteles descoloridos de un candidato electoral aseadamente peinado y con una sonrisa más que forzada. Por lo visto, para estas cosas sí se pasean por el barrio.
— En Ponferrada siempre se han pensado que aquí éramos indios o algo así —nos asegura Alfredo, currante incansable, de los de antes, que se ha recorrido las obras de España entera, y que nos hace de guía en su barrio de toda la vida.
No nos acompaña al intercambiador de locomotoras porque, como lo ha conocido en su esplendor, dice que lloraría al verlo en ruinas. Nos asegura que hace años que no quiere contemplar su dejadez y abandono. El intercambiador (la placa) consistía en un puente giratorio que servía para mover las locomotoras y distribuirlas en los distintos hangares de los talleres.
Patrimonio industrial y minero del carbón, testigo histórico de los cambios que se produjeron a mediados del siglo XX en la economía, la placa giratoria para locomotoras, los talleres, las viviendas y todo el resto del complejo se desmoronan sin remisión entre la maleza y el expolio. Si este testimonio del pasado del ferrocarril en el Bierzo se ubicara, por ejemplo, en Alemania, ya estaría restaurado y convertido en Patrimonio de la Humanidad (minas de Rammelsberg, fábrica siderúrgica de Völklingen, complejo industrial de la mina de carbón de Essen, paisaje cultural y minero de Erzgebirge…). Pero estamos en el Bierzo, donde los gobernantes nunca han tenido la voluntad ni la intención de evitar la pérdida de nuestro patrimonio, ya sea industrial, natural o cultural. Siempre les ha faltado esa visión de futuro a medio y largo plazo.
— Ya no hay nada que hacer, aunque lo intentaran ahora —afirma Alfredo— Hace diez años quizás… Pero ahora ya se han llevado todos los raíles y las vigas metálicas para chatarra. Le prendían fuego al descampado, se quemaban las traviesas, y quedaba todo lo metálico. Y luego lo apañaban… Es una pena… —y se queda pensativo. —Aquí vi yo pasar toneladas y toneladas de carbón, cientos de locomotoras y trenes de carga. Y ahora nada…
Alfredo también nos cuenta que, debido a este abandono, varias han sido las personas que se han electrocutado y fallecido mientras rondaban las instalaciones. Y aquí, como siempre, nadie de arriba ha tenido la culpa.
Hay un hombre que se afana pintando a Gil y Carrasco en uno de los edificios abandonados. Me dicen que debe de ser un tipo conocido, y yo me pregunto (en mi desconocimiento del arte posvanguardista) qué relación existe entre el poeta romántico y el intercambiador ferroviario. Quizás, simplemente quiera denunciar el abandono…
Hora del vermú, e invita Alfredo. En el bar del centro social existe un ambiente de compañerismo a la antigua usanza. Todos se conocen y se llaman por su nombre, la camarera les sonríe, y se respira una calidez y una humanidad perdida hace tiempo en los bares del centro. Nos enseñan las mesas de billar en una sala aparte, auténticas joyas donde se han disputado campeonatos importantes.
LA ROSALEDA
¡Ay, la Rosaleda! Qué controvertida fue su construcción. Al contrario que el Polígono, un barrio bien planificado con servicios públicos accesibles, la Rosaleda fue el gran boom urbanístico de Ponferrada. Y como eso lo sabemos todos, no me voy a perder en más detalles.
Entramos al barrio por la Gran Manzana, con todos sus pubs clausurados. Malos tiempos corren para el ocio nocturno. La idea de aglutinar todos los pubs fuera del casco urbano, para evitar molestias a los vecinos, en principio no parecía mala. Lo que no pensaron fue el resultado que provocaría mezclar los coches para llegar al extrarradio con el alcohol…, y todos los fines de semana los jóvenes caían como moscas en las rotondas que iban hacia Ponferrada.
Nos topamos de frente con la Torre de la Rosaleda, que con sus 107 metros de altura y sus 30 plantas se convirtió, para orgullo de muchos bercianos, en el edificio más alto de Castilla y León. Otros, sin embargo, creen que es un edificio horrendo que desentona completamente con el entorno (incluso alguna web lo ha catalogado recientemente entre los más feos del país). Sea como sea, lo cierto es que puede verse desde prácticamente cualquier lugar, y se ha convertido en un elemento más del paisaje de la comarca. No sé, puede que, salvando las diferencias, acabe pasando como con la Torre Eiffel, rechazada inicialmente por los franceses, sobre todo por los intelectuales, que llegaron a definirla como “monstruosa” o “la deshonra de París”… Y mira por dónde, poco a poco tuvieron que aprender a quererla.
Y así, pasando sobre la antigua ubicación de la montaña de carbón, en las inmediaciones del Toralín, regresamos de nuevo hacia Compostilla. Son las tres, hora de comer, y hemos recorrido cerca de 20 kilómetros en una mañana por Ponferrada. Este dato, nos da idea de las dimensiones y la dispersión del municipio. Es muy bonita la imagen del Castillo o del Valle del Silencio en los folletos publicitarios, pero Ponferrada es más que eso, y los futuros dirigentes deberían preocuparse mucho más por los olvidados, por los que no salen en los folletos, y mantener la idiosincrasia única de esta ciudad, sin dejar atrás a nadie.
Para la comida hemos elegido Casa Lola, en la agradable plaza del poblado de Compostilla. Como en viajes anteriores, no escogemos por casualidad los sitios donde comemos. Un personal excelente, con una cocinera a la que quisimos conocer y felicitar expresamente, que nos deleitaron con un generoso cocido, regado por la mencía del Bierzo. Y, por favor, no dejéis de probar la tarta casera de la abuela. Una delicia.
José L. Gutiérrez
VIAJE VI. PONFERRADA URBANA (10-01-2021)
Altitud | 512 msnm | Superficie | 283,17 km2 |
Población | 65.788 h. (2017) | Densidad | 232,33 hab./km2 |
Núcleos | Bárcena del Bierzo, Bouzas, Campo, Carracedo de Compludo, Columbrianos, Compludo, Compostilla, Cuatrovientos, Dehesas, Espinoso de Compludo, Flores del Sil, Fuentesnuevas, Lombillo de los Barrios, Manzanedo de Valdueza, La Martina, Montes de Valdueza, Otero, Ozuela, Palacios de Compludo, Peñalba de Santiago, La Placa, Ponferrada, Rimor, Salas de los Barrios, San Adrián de Valdueza, San Andrés de Montejos, San Clemente de Valdueza, San Cristóbal de Valdueza, San Esteban de Valdueza, San Lorenzo, Santa Lucía de Valdueza, Santo Tomás de las Ollas, Toral de Merayo, Urbanización Patricia, Valdecañada, Valdefrancos, Villanueva de Valdueza, y Villar de los Barrios. |
Ponferrada (núcleo urbano) | 39.694 hab. |
Compostilla | 1.887 hab. |
Columbrianos | 1.334 hab. |
Fuentesnuevas | 2.717 hab. |
Cuatrovientos | 3.797 hab. |
La Placa | 1.170 hab. |
- Debido a las condiciones sanitarias, cierre de bares y restaurantes, toque de queda, estado de alarma… nos vemos obligados a posponer al menos hasta el verano los próximos viajes. ¡Hasta pronto!