‘La odisea’ contada con humor mediante teatro de objetos se convierte en ‘La osadía’
La compañía salmantina La Chana trabaja desde hace tres décadas en una fórmula escénica que combina el humor y el uso inteligente de los objetos como elementos narrativos. En La osadía se parte de la historia de La odisea de Homero para contar con brillantez y sorna las aventuras del héroe clásico. La función se presenta el viernes, 17 de mayo, en la Sala Río Selmo. Las localidades, al precio de 7,5 euros, están a la venta, con oferta 2×1 a la comunidad universitaria.
Como indica su título, el nuevo espectáculo de La Chana Teatro es eso, una osadía. Abordar un clásico como La odisea ya parece bastante atrevimiento, pero llevarlo al teatro de objetos, sin mesa, sin red, a pecho descubierto, construyendo los espacios con balaustradas, destripando al héroe, recreándose en sus contradicciones, en sus penurias, en la búsqueda de sí mismo por los caminos más retorcidos, manipulándolo como lo haría el mismo Zeus, linda con la sinrazón.
Pero así son las osadías, inconscientes y aventuradas como la vida de Ulises, el curioso, el astuto, el de las mil mañas, el semejante a los dioses, el infiel, el cruel, el amante, el guerrero, el navegante, el héroe, pero, en definitiva, el hombre. La intención no es desmitificar al héroe, ni mucho menos, sino intentar conseguir que se acepte a sí mismo, tarea nada fácil para quien va dejando cientos de muertos a sus espaldas.
Si en La odisea de Homero la tragedia se masca, en La osadía se mastica como el que no sabe comer chicle y le extrae todo su sabor en los primeros bocados, con la boca torcida, apuntando una sonrisa socarrona y mordaz que desvela la intención, como siempre, de reírnos de nuestras propias miserias. Todo héroe, como todo hombre, no se parece en nada al resto y esa diferencia, a la postre, es la que los hace exactamente iguales.
En escena interpretan Jaime Santos, también director de la obra, y Ana Luz de Andrés. La Chana se formó en 1987 en Salamanca y a lo largo de estas tres últimas décadas han buscado una forma propia de contar historias, tocando muchos palos, pero teniendo siempre como protagonistas al objeto, la palabra, el espacio y la interpretación. La crítica especializada ha destacado de esta labor la sencillez escénica, la calidad de los textos, la inteligencia en la puesta en escena, el minucioso trabajo con los objetos y la calidad interpretativa. Sus montajes se han visto en Brasil, Francia, Bélgica, Portugal, Níger, Marruecos, Suiza, Colombia e Israel.