[LA OVEJA NEGRA] Todo por la pasta
GERMÁN VALCÁRCEL | Confieso que llevo años escribiendo como terapia, como si con ello consiguiera suavizar esta sensación de asco, de ahogo en la boca del estómago. Pero de un tiempo a esta parte, ni la escritura consigue aliviarme.
Quienes me conocen saben que, casi por encima de todo lo demás, soy un “animal político”. Imagino que porque creo que es por medio de la política como se puede conseguir que las sociedades avancen de verdad. Por desgracia, en estos tiempos, constato que también por medio de ella se puede retrasar, frenar, y despojar a las sociedades de todo lo que durante décadas han logrado conquistar.
Es frustrante ver, una y otra vez, cómo las gentes que se dedican a la cada vez más rentable, para ellos, industria de la representación política, renuncian a cualquier ideología, ignoran las supuestas ideas que dicen defender y se entregan a la codicia y el narcisismo, o se venden al mejor postor, eso sí, publicitando todas estas felonías como un sacrificio necesario, usando medios de comunicación, redes sociales y lo que sea necesario para lograr que pensemos lo que quieren, sepamos sólo lo que están dispuestos a contarnos, y que ante cualquier sorpresa ellos salgan mejor parados que el resto. No es que se haya viciado la política, sino que directamente se ha podrido y con ello nuestra sociedad, nuestra convivencia.
Para eso han convertido la política en un espectáculo de entretenimiento y varietés, que tiene engatusadas a las multitudes en cuestiones, la mayoría de las veces, irrelevantes, mientras ellos, nuestros supuestos representantes, nos conducen al colapso, un colapso en el que nosotros, los vasallos, nos mataremos los unos a los otros para intentar sobrevivir.
Cualquier tontada les sirve, antes que hablar de las amenazas, causas y síntomas del colapso que se cierne sobre nosotros: crisis energética, agotamiento de los recursos, implosión financiera, destrucción de los ecosistemas, caos climático, corrupción, disrupciones sociales, falla del Estado, demografía, complejidad, etc…
Les viene bien que sigamos discutiendo sobre si mascarillas sí o mascarillas no, vacuna sí o vacuna no, al tiempo que desmantelan la Sanidad pública, o sobre si unos cuantos niñatos van a pagar impuestos a Andorra, mientras los que realmente nos gobiernan, los que manejan sus fortunas desde cualquier paraíso fiscal, donan las migajas de sus latrocinios para que digamos qué buenos y generosos son.
Así, tampoco, nadie hablará de los sueldos y privilegios de sus capataces y caporales: los políticos. El Bierzo, la comarca donde vivo, tiene 3000 Km cuadrados y está compuesta por 38 municipios, con poco más de 120.000 habitantes, de ellos solo dos con más de 5,000 habitantes; uno de ellos Ponferrada, su mortecina y desvencijada capital, poco más que un pueblo grande, feo y pobre, con unos escasos 65.000 envejecidos habitantes. Donde casi ninguno de los 25 concejales que vegetan en el consistorio sale por menos de 1.000 euros al mes. Lo mismo ocurre en el resto de municipios: ahí tienen, como ejemplo, lo ocurrido esta misma semana en Toreno, un municipio con una docena de núcleos de población y 3,000 escasos habitantes, donde alcalde y concejales se acaban de auto conceder unas remuneraciones que para sí quisieran los pocos jóvenes que por allí quedan; por no hablar de los que carecen de trabajo o han tenido que emigrar; para esos caraduras, meros desechos sociales. Pero también podemos hablar de Fabero, o de los consejeros de ese inoperante e innecesario organismo llamado Consejo Comarcal del Bierzo o de los diputados provinciales, incluso de su “personal de confianza”.
No es que se haya viciado la política, sino que directamente se ha podrido
También podemos hacer un repaso por la cara menos visible de esa industria: los funcionarios, convertidos por obra y gracia de esos mismos políticos en ciudadanos privilegiados –en un contexto como el actual– más que en servidores públicos. En eso han convertido a los de la capital berciana con la firma del último convenio y acuerdo marco municipal, y a la espera de la RPT (relación de puestos de trabajo) que incrementará en cerca de otro medio millón de euros los más de setecientos mil que costará a las arcas municipales el acuerdo recientemente aprobado, por cierto con reparos de la Intervención municipal.
No se sorprendan ustedes por ese acuerdo, ya que han sido dos funcionarios, presos de su propio origen clasemediano y de su vanidad de exdirigentes de un sindicato corporativo –el alcalde y el concejal de Personal– quienes estaban, supuestamente, defendiendo los intereses del conjunto de los ciudadanos frente a las peticiones de los trabajadores municipales. Funcionarios negociando con funcionarios, corporativismo en todo su esplendor y todo un ejercicio de trasladar recursos y rentas,desde las clases más depauperadas y empobrecidas a los clasemedianos necesarios para mantener la falacia de la representación y el aparato represivo. Y no es que servidor pretenda que los trabajadores municipales trabajen gratis, como sostiene demagógicamente ese indigente político e intelectual, heredero de un presunto maltratador como portavoz (y en alguna que otra canonjía con la que redondea sus múltiples y jugosos ingresos en el Ayuntamiento y el Consejo Comarcal) de Coalición por el Bierzo. Con lo poco que metía la pata cuando estaba callado.
Es por esa vía por donde la acción política institucional ha pasado a convertirse en el organizador de la vida cotidiana. Es mediante esos privilegios por donde se nos reduce a la condición de siervos al resto de habitantes. Y no me hablen de meritocracia, porque yo les hablaré de sagas familiares y redes clientelares. Es esa forma de actuar la que nos convierte, a todos los que estamos en el extrarradio del poder y de las instituciones, en carne de frustración. Pero qué importa, qué le importa a nadie mi frustración o la tuya si no somos capaces de canalizarla, de juntarnos, de mirarnos a los ojos de cogernos de la mano y decirnos: ¡¡Vamos a por ellos!!
El gran problema del Bierzo, en estos momentos, ya no es la corrupción, ni el desempleo, ni el envejecimiento y pérdida de población, ni la falta de un tejido social capaz de revertir la situación en la que nos encontramos, que también. El gran problema al que nos enfrentamos es a la deplorable salud social y mental de sus gentes, somos una sociedad repleta de prejuicios y discriminaciones, de terribles injusticias y de males, y de abusos silenciados por la hipocresía, el clientelismo y el amiguismo de una casta político-funcionarial codiciosa, egoísta e insolidaria.
En el Bierzo estamos inmersos en un estado de pasotismo ante el despotismo y las arbitrariedades constantes, de conformismo rayando en lo servil. Ya no hay, parece, ganas de luchar por esos derechos, constantemente pisoteados, ni por el futuro de nuestros hijos, uno ya no encuentra esa solidaridad que procede siempre de la dignidad herida. Por eso me atrevo a afirmar que vivimos en una sociedad enferma, con una falta total de rebeldía, tanto a nivel colectivo como individual. Solo hay el pasotismo del que espera que aquellos que más le desprecian le solucionen los problemas a cambio de meter una ridícula papeleta en una urna cada cuatro años y mirar para otro lado durante el resto de esos cuatro años.
Por eso la lucha más importante, hoy día, la lucha fundamental de nuestro tiempo es asimilar –intelectual y emocionalmente– el desastre que nos aguarda, aceptar que la inmensa mayoría de las personas no responderán racionalmente y con dignidad ante un retorno a situaciones cada vez más similares a las que, en sus escritos, evocan Dickens o Zola en los albores de la industrialización.